» 15-11-2019 |
Empiezo este curso de política práctica por el fascismo, por evidentes razones de oportunidad. En las dos últimas elecciones realizadas en este año en España la ultraderecha de VOX ha alcanzado 52 escaños (24 en Abril) y el 15% de los votos. Es un resultado ensordecedor que nos coloca por encima de ingleses y franceses y emparejados con daneses, austriacos e italianos. A principios de año todavía presumíamos de que la ultraderecha no existía en España. ¡Poco dura la alegría en la casa del pobre! Como no ha dado tiempo en seis meses para que España se haga ultraderechista, podemos pensar que el voto de VOX es debido a circunstancias transaccionales como el voto por exclusión (si este no me arregla las cosas… pues voto al otro) o a las microsensiblildades no atendidas, como los cornudos, los antifeministas, los falangistas, los cazadores, los meapilas, los franquistas, los nobles, los aristócratas, los desarrollistas, los taurinos, los negacionistas, los antiabortistas, los familiaristas, los matamoros, los antiemigrantes, etc. o quizás al desahucio del dictador o las algaradas de Barcelona. No lo sabremos hasta las próximas elecciones pero mientras tanto irá bien que vayamos conociendo que es el fascismo.
En un blog anterior “filosofía y política 8. Heidegger y el fascismo. Habermas” explique la posición de Habermas sobre Heidegger y el fascismo. En él se exponía que el fascismo para este autor se reduce a cinco puntos: 1) la decadencia de Occidente. Todo va mal porque hemos abandonado los valores tradicionales de Dios, patria y religión. 2) La nación como ente superior basado en la raza, la historia, la cultura, la tradición y el territorio. 3) La fuerza como poder. La dialéctica de los puños y las pistolas de Jose Antonio. 4) El pragmatismo. No valen ideales lo único que vale es la astucia (la inteligencia utilitarista) impuesta por la fuerza. 5) El coraje, la bravura, la valentía, el macho. Es como si se despreciara la inteligencia en favor de un cierto dominio del cuerpo: fuerza, habilidad, coraje, lealtad, honor, deber. Un cuerpo prácticamente biológico e histórico. Los hombres luchan (con la fuerza o con la astucia) mientras las mujeres paren y obedecen mientras hacen gala de una feminidad seductora y recatada. Los únicos ideales son los castrenses (que recogen de nuevo la fuerza, la estrategia, el coraje y añaden la jerarquía y la obediencia ciega). La única forma de inteligencia es la astucia y la experiencia histórica plasmada en la tradición. Guzmán el bueno que sacrifica su hijo al honor y al deber, es su paladín (remedado por Moscardó en la contienda civil española). Pero ¿de donde surge este engendro?
En primerísimo lugar surge de las entrañas. Todos llevamos un fascista en las tripas, un hombre de las cavernas que niega la inteligencia y la ilustración y que se basta y se sobra con la experiencia, la astucia, el valor, el coraje y por supuesto, la fuerza. Pura biología, solo modelada por la tradición y la historia. Así las cosas es evidente que el fascismo no es una ideología. Es una praxis, un modo de vivir primitivo y simple, donde la cabeza es un arma de percusión (aunque también susceptible de ser engalanada con vistosas gorras de plato) y la palabra un sistema de comunicación de órdenes. El mundo castrense es su lugar natural (jerarquía, obediencia, arrogancia, postureo) al igual que su ambiente privilegiado es la lucha, si es posible, a muerte. Evidentemente la mujer es un ser inferior supeditado al hombre que se adorna y envanece con su condición de macho. Su lugar es el hogar y la prole, y solo por necesidad debe trabajar fuera de casa. La democracia es innecesaria donde la jerarquía y la obediencia mandan (de hecho también sobran sindicatos y partidos políticos). Después de Dios y de sus representantes en la tierra (el clero), los príncipes y los dictadores, los hombres valen por su valentía, fuerza, coraje, astucia etc. la familia es lo primero pero la monogamia no es natural para los hombres. Desgraciadamente parte de este estatus es todavía propiciado por cierta educación familiar sexista y por cierta educación escolar castrense.
Pero en segundo lugar el fascismo es una reacción a las ideologías políticas del S XVIII y XIX. Con el nacimiento de los nacionalismos que constituyen las naciones liberales posteriores a la monarquía absoluta se ensalzan los ideales de territorio, historia, cultura, lengua y tradición como único medio de reforzar el concepto de nación, de pueblo y de nacionalismo al fin. El romanticismo se enfrenta al cientifismo y desempolva los ideales de humanidad (biológica), honor, valor, espíritu, etc. El liberalismo (burguesía) surgido de la revolución francesa -junto al conservadurismo (aristocracia terrateniente y clero) sobreviviente de aquella- y el marxismo socialista se constituyen en la derecha y la izquierda parlamentaria. El fascismo recoge todos estos elementos nacionalistas y románticos y les insufla el soplo del machismo visceral en nombre de la “naturalidad” y el militarismo civil, como alternativa al liberalismo y al socialismo. Cuando el liberalismo -modificado por el protestantismo de la religión personal y la riqueza que no ofende a Dios- se convierte en capitalismo industrial y cuando a principios del SXX el socialismo se convierte en totalitarismo comunista estatal, el fascismo se erige en alternativa pragmática que sin ostentar ideología alguna, se extiende por Europa.
De cómo el nazismo alemán, el falangismo español y el fascismo italiano (aliados con el imperialismo japonés) perdieron la segunda guerra mundial tenemos cumplida reseña en los documentales históricos. Pero los pueblos que no guardan memoria de la historia se ven obligados a repetirla, y más, si como en España, el fascismo -que no había perdido la guerra europea y había ganado la guerra civil- se perpetua en una dictadura en la que el dictador muere en la cama ante la impotencia del pueblo. Y el fascismo resurge reconvertido en partido parlamentario “democrático” en toda Europa. España resiste por cuanto su memoria histórica del fascismo está más fresca, pero como hemos visto sucumbe en este 2019 a los cantos de sirena de ese fascismo reconvertido a extrema derecha.
Aunque los métodos han cambiado, sobre todo por esa fijación en las mictrosensibilidades ignoradas o despreciadas, la “ideología” fascista permanece incólume. Pero hay otra circunstancia que favorece su camuflaje a partido democrático: el ejercicio de la posverdad a cargo de los partidos políticos. El clima generalizado de mentira política favorece que la defensa de atrocidades democráticas como la negación de las autonomías, la sanidad restringida a los nacionales, el anti-feminismo (desde la defensa de los violadores hasta la concepción como obligación, pasando por la pata quebrada y en casa, el recato y el decoro), la anti-eutanasia, la homofobia, la xenofobia, el ensalzamiento de lo castrense, la restitución del poder del clero, el cierre de las fronteras a los emigrantes, la educación sexista, el meapilismo, la defensa de la familia machista, el anti-europeismo, el nacionalismo españolista exacerbado, el nacional-catolicismo-franquismo, la ilegalización de partidos, etc.
Los niños que no pudieron votar la constitución del 78 han cumplido 59 años. Tiempo suficiente para que se les haya olvidado la España de Franco, es decir la España del fascismo. Toca pues activar la memoria histórica para que esos ciudadanos sepan lo que votan. Pero toca también afilar los argumentos para discutir con esos nuevos fascistas con nuevos y renovados argumentos para que no vuelvan a pasar por los debates electorales sin que nadie les tosa. El que quiera votar fascismo que lo haga, que para eso estamos en democracia, pero que no sea por ignorancia o por engaño. Que sea un voto informado.
El desgarrado. Noviembre 2019.