» 19-11-2019 |
Como habéis podido comprobar en los blogs anteriores sobre este tema, decir que fascismo, liberalismo y socialismo son ideologías es un abuso de lenguaje. Tanto el liberalismo como el fascismo son reacciones contra el conservadurismo y la oposición entre liberalismo y socialismo, respectivamente. El socialismo es una ideología parcial en cuanto reduce el mundo al problema del trabajo. Es debido a esta escasez de ideología que surgen las transversalidades para defender los derechos políticos de las mujeres, el colectivo LGTBI, el medio ambiente, los animales, los colonizados, etc. El esquema derecha izquierda es un esquema basado en la idea marxista de que todo puede ser explicado por el trabajo. Los partidos de clase fueron integrando las nuevas sensibilidades pero siempre supeditadas al esquema principal. En una palabra los partidos tradicionales se habían quedado escleróticos y esas nuevas sensibilidades se des-integraron de los grandes partidos para independizarse. De esos vamos a hablar. Como este tema de las transversalidades ya lo he tocado otras veces os remito a los blogs: “La 13 bis-2 Legislatura.Elecciones municipales y europeas. Un análisis transversal”. “Reflexiones tipográficas 106. La calle se mueve. Transversalidades”. “Reflexiones tipográficas 145. La fórmula de VOX: microtransversalidades sensibles”.
Marx se centró en el trabajo porque era el problema más acuciante que existía en su tiempo. Los obreros, las mujeres y los niños trabajaban 14 horas diarias en condiciones de vida insalubres y por sueldos miserables. La burguesía industrial (los liberales) habían encontrado un filón en la industrialización y se emplearon a fondo. Marx no se equivocó, simplemente hizo lo que había que hacer. Pero (gracias a él) las condiciones de los trabajadores, las mujeres y los niños mejoraron. El capitalismo se percató de que la producción industrial solo podía sobrevivir aumentado continuamente el consumo y hubo que mirar a los trabajadores como consumidores. Ello implicaba que tuvieran excedentes para consumir y eso suponía aumentar su nivel de vida: el estado del bienestar. De paso se les aumentaban también los impuestos y los Estados se hicieron ricos (Piketty). Fue el capitalismo de consumo. Pero no todos los trabajadores gastaban sus excedentes en consumir sino que algunos ahorraban. Un nuevo tipo de financiero aparece: aquel cuyo objetivo es el ahorro obrero. Para ser capitalista no es necesario tener capital sino gestionarlo y aparece el capitalismo de gestión: políticos, administradores societarios y financieros, forman esta nueva entrega de capitalistas sin capital. El capital tradicional: terratenientes y empresarios burgueses se alían con el capitalismo de gestión para formar el ultraliberalismo. Su objetivo: expoliar el ahorro obrero.
En esta escalada del aumento del nivel de vida afloran desigualdades que hasta entonces estaban calladas. Las mujeres de clase media (cuyo ideal era no trabajar, excepto en el hogar) acceden al trabajo fuera de casa para sustentar el consumo, la píldora las liberará de la inoportunidad de la maternidad y empieza una cierta liberación de la mano de la concienciación. La lucha feminista había conseguido el voto femenino y las mujeres como electores son objetivo de los políticos. Pero milenios de dominación han creado hábitos delictivos (ablación genital, matrimonios infantiles y concertados, explotación laboral, maltrato, acoso, tocamientos, violaciones, brecha salarial, etc.) que se han convertido en leyes. El trabajo de la liberación legislativa es ingente. Las mujeres se erigen en transversalidad: no importa si eres de derechas o de izquierdas. Lo que importa es que eres mujer. Ese es el hecho diferencial de la dominación.
Los extravagantes de la heteronormalidad han sido perseguidos como depravados y viciosos históricamente. La muerte de Turing (padre de la computación) en UK en 1954 a resultas de un tratamiento médico para curarle su homosexualidad que acabó en suicidio, es suficientemente expresivo. Hoy todavía hay pena de muerte para los homosexuales en muchos países del mundo. El colectivo (LGTBI) de la heteronormalidad es extenso y su lucha se condensa en una transversalidad especialmente perseguida.
Es Lovelack quien establece la teoría de Gea: el planeta como ser vivo que sufre el acoso y la explotación indiscriminada del ser humano. La lluvia ácida, las emisiones de gases de efecto invernadero, La destrucción de la capa de ozono, el calentamiento global, la desforestación, los gases licuados del petróleo, el océano como basurero, la desaparición de miles de especies animales, la sobrepesca, el uso intensivo de abonos, la transgenia, etc. están acabando con el planeta. La loca carrera por el desarrollismo es una competencia feroz por quien esquilma el planeta antes de que sus recursos se acaben. El movimiento ecologista se erige en la transversalidad que toma la defensa del planeta como su bandera. Los verdes pronto son absorbidos por los partidos tradicionales más para neutralizarlos que para ayudarlos.
Todas las tranversalidades son posibles desde los jubilados a los niños pasando por los animales y a eso hay que añadir las microsensibilidades (que se han convertido en la especialidad de la ultraderecha): cazadores, taurinos, cornudos, falangistas, franquistas, meapilas, antiabortistas, antieutanásicos, aristócratas, nobles, enfermedades raras, etc. Abandonados por los partidos tradicionales (muchas veces por su carácter polémico) son recogidos por la ultraderecha que les ofrece apoyo y comprensión (casi siempre interesada).
Todas estas transversalidades son producto histórico de la dominación, no responden a una ideología política clara y han sido abandonados tradicionalmente por las grandes “ideologías políticas”. Su capacidad de maniobra suele ser reducida frente a los grandes movimientos políticos, lo que les ha relegado a ser dominados. Sin embargo en el S XXI parece que mujeres, ecologistas, heterodisidentes, migrantes (asilados, refugiados, migrantes económicos) pueden consolidarse como partidos de masas mientras que otros quedarán reducidos a la categoría de microsensibilidades. En cualquier caso suponen una fragmentación del electorado en múltiples sensibilidades que complican la gobernabilidad impulsando nuevas maneras de acción política. Los pares de oposiciones metafísicos: derecha/izquierda, conservadores/liberales, liberales/socialistas, desaparecerán a manos de sensibilidades transversales inabarcables por pares de oposiciones excluyentes. La posmodernidad ha llegado a la política.
El desgarrado. Noviembre 2019