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» 12-04-2021 |
El arte y la política parecen, a simple vista, dominios separados de la experiencia con sus propias condiciones de posibilidad. La política trata de la lucha por el poder, el ejercicio del poder, y su modo de legitimación. El arte se puede entender como el proceso por el cual, éste, se ha separado de los imperativos de la lógica mimética y que lo vuelve autónomo al forjarse (desarrollo y progreso) en la especificidad de su medio (Greenberg). Pero ¿son dominios separados? No para Rancière que entendió que podían asimilarse puesto que 1) son formas de pensamiento y acción que en vez de seguir su principio de realización (la causalidad simple homogénea) son heterogéneas a tales principios, 2) porque rompen con toda interpretación como el dominio de aquellos (que por ser artistas, políticos o intelectuales) tienen la capacidad necesaria para efectuar dicha realización y actuar de acuerdo con ella. Coinciden, pues, en que son heterogéneos y ajenos a la lógica de las capacidades y los territorios.
El tema de las capacidades (y los títulos de dominación) es la partición de los sensible ya citada que ordena el mundo (el orden del poder desigual) antes de acometerlo: el arte y la política corresponde a aquellos que están capacitados para ello o poseen los títulos adecuados. Pero esas divisiones de lo sensible resultan ser contingentes (arbitrarias). La tesis de Rancière es que no hay dos tipos de inteligencia diferente (los que son objeto de conocimiento y aquellos que son sujeto de conocimiento), que la jerarquía (de las capacidades) es una imposición y no responde a condiciones reales y que existe un método de la igualdad que se opone a la lógica de las capacidades y los territorios. Resumiendo: “el arte y la política son prácticas singulares, totalmente contingentes, que rompen las reglas que controlan la experiencia normal” (Rancière 2019, 13).
Arte y política no deben entender como procesos distintos que eventualmente pueden relacionarse, con su lugar y principio de realización específicos (dentro del campo social). Ambos difieren y se encuentran en dos formas existentes de disenso (la política: la suspensión de la lógica del dominio de los que nacieron para gobernar; el arte: la suspensión de la lógica de los que están capacitados y pueden mantener la función social). La heterogeneidad no es original de Rancière. Muchos otros pensadores han reflexionado sobre la universalidad del arte y la política como procesos heterogéneos, como excepciones contingentes a la lógica que rige los tipos de la jerarquía social. La diferencia entre Rancière y los otros reside en que el primero no la entiende como algo constitutivo (ontológico o no) sino como un proceso e reordenamiento de los sentidos, un di-sentir, una redistribución de los sensible. Para contar como sujeto de capacidades (desconocidas), lo primero es desligarse de la clasificación social y crear una nueva parte, irreductible a la policía (la distribución jerárquica de la comunidad en distintas partes), la parte de los sin parte que evade la cuenta y manifiesta su igualdad esencial.
Para que esta nueva división surgiera debió darse la “revolución estética” una específica reestructuración (y no una ruptura abrupta: una revolución social) de lo sensible en la que se reestructuran y suspenden a) la dependencia de la función social (que adjudica capacidades y territorios a determinadas divisiones sociales) y b) los cuerpos a lugares y horizontes de afecto. Surgió así a) una decisión autónoma de lo perceptible o sensible, b) distinta de su juicio sobre su uso y c) y que define una comunidad virtual (exigida) sobreimpresa a la comunidad existente (policial) de la distribución de los órdenes y las funciones. Los obreros y las mujeres (sujetos de la política) surgieron cuando dejaron de identificarse con su posición social y reformularon poéticamente su mundo.
La genuina práctica artística y política (y filosófica) lleva consigo una forma de emancipación (competencias y capacidades que normalmente no deberían presentarse). En el núcleo del disenso hay un proceso de des-identificación, des-ligamiento y privatización del habla. Porque el disenso no es una diferencia de opinión sobre las medidas políticas a adoptar, ni un proceso de sustitución de cargos políticos, sino que consiste en desarticular la lógica que distingue entre los sujetos políticos y los que no lo son; separa los dignos de decisión y acción y otros destinados a la reproducción; diferencia a los de sentimientos refinados y los salvajes destinados a la supervivencia; discrimina a los que pueden pensar y a los que solo pueden reaccionar al cambio. La política no es una dimensión universal de la experiencia que la filosofía se encarga de pensar. El sujeto político: argumenta en la situación, construye lo común y verifica la igualdad. Trasciende formas de pertenencia cultural y y jerarquías entre discursos y géneros. Pero Rancière no solo cuestiona la jerarquía de las relaciones entre poder y conocimiento sino que introduce la emancipación. La relación entre arte y política se produce por los efectos de igualdad. Y no por eso se (con)funden, sino que conservan su carácter distintivo. La política tiene su estética (su manera de redistribuir lo sensible) mientras el arte estetizado tiene sus propias formas de política.
Política (o democracia).
Ranciére entiende la política (a la que equipara con la democracia) como independiente (irreductible, autónoma) a cualquier forma estatal o social (con todo lo que eso significa: ni la sociedad, ni el estado determinan la política). La política 1) rompe con a) la distribución de los terrenos y las capacidades, b) con las interpretaciones consensuadas (apariencias que esconden esencias, y verdades irrenunciales) de los hechos, c) con la anticipación de las formas del poder político desde la evidencia de las formas sociales. Por el contrario 2) opone a) la evidencia de lo que es percibido, pensable y factible, b) la división de lo sensible por capacidades capaces de operar lo común. Estamos hablando de una universalidad: el discurso tiene que ver con la discusión de la igualdad de todos y cada uno. Continuará.
El desgarrado. Abril 2021.