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» 14-04-2021 |
Política (o democracia).
Acabamos la entrega anterior diciendo : Ranciére entiende la política (a la que equipara con la democracia) como independiente (irreductible, autónoma) a cualquier forma estatal o social (con todo lo que eso significa: ni la sociedad, ni el estado determinan la política). La política 1) rompe con a) la distribución de los territorios y las capacidades, b) con las interpretaciones consensuadas de los hechos (apariencias que esconden esencias, y verdades irrenunciables), c) con la anticipación de las formas del poder político desde la evidencia de las formas sociales. Por el contrario 2) opone: a) la evidencia de lo que es percibido, pensable y factible, b) la división de lo sensible por capacidades capaces de operar lo común. Estamos hablando de una universalidad: el discurso tiene que ver con la discusión de la igualdad de todos y cada uno.
Igualdad
¿Qué significa la igualdad? No es la simple visión humanista de que todos somos fundamentalmente iguales fuera del orden “natural” jerárquico que lo niega. La igualdad (política) no es una esencia, no es un valor ni una meta (ni un dato). Es una simple presuposición teórica y práctica; un principio vacío sin contenido inherente o gramática propia. Ni siquiera es exclusiva de la política o del arte. La condición de posibilidad de una política igualitaria debe situarse en algo paradójico: el establecimiento de un orden desigual presupone la igualdad de los individuos como seres hablantes y entendientes (el mensaje de desigualdad debe ser entendido por los seres hablantes a quien va dirigido lo que exige que sean iguales -en este aspecto- a los que se enuncian desiguales). La igualdad aparece debido a las inevitables contradicciones que aparecen en las relaciones desiguales. La igualdad no puede ligarse a ninguna práctica biológica o antropológica pero tampoco -de ponerse en practica- puede excluir a nadie. Se opone así al principio de no contradicción metafísico.
Esta paradoja conduce a que la igualdad política tiene una estructura retroactiva, pues al estar vacía solo puede demostrarse y postularse a través de su verificación. “Primero se presupone la igualdad, luego sobre la base de esta se verifican los efectos de la presuposición, contra todos los intentos de rechazarla” (Rancière 2019, 18). Aparece entonces un mundo de igualdad en un mundo de desigualdad rompiendo la jerarquía (pues las manifestaciones de igualdad pueden situarse en cualquier lugar). Sin embargo para convertir la igualdad en el principio de una nueva comunidad debe suprimirse la política. De nuevo con la retroacción se impugna la metafísica: al romper la causalidad simple y lineal y el principio de no contradicción. La política resulta azarosa (nueva impugnación de la causalidad) al no poder explicar los acontecimientos políticos a partir de las causas subyacentes ya que nada explica por qué la gente decide levantarse y demostrar su igualdad con los gobernantes, autoexcluyéndose de la cuenta (jerarquía)“normal” (el statu quo dominante). Es la emancipación. Se rompe así con el principio de identidad metafísico “que funciona mediante la configuración de diferentes formas de relaciones entre los sensible y lo inteligible” (Rancière 2019, 18). Es el disenso.
Esta visión de la igualdad apunta a que la política y el arte son irreductibles a cualquier horizonte socio-político. Solo existen a través de los efectos disruptivos que producen. Esta disrupción apunta a que “el disenso involucra una organización de lo sensible en la que no hay a) ni realidad oculta bajo la apariencia b) ni régimen único de presentación y de interpretación de lo dado que imponga a todos su evidencia” (Rancière 2019, 19). De nuevo se impugna la metafísica al impugnar a) la esencia y b) la verdad. No se asume aquí que la subjetividad política igualitaria exista antes de la postulación de la igualdad y su verificación, no hay sujeto que exista antes de los efectos de igualdad que le dan coherencia. Los múltiples ejemplos históricos definen la puesta en práctica del principio igualitario como una situación discursiva de un tipo particular. La igualdad solo puede ponerse en práctica como un litigio sobre la injusta exclusión del orden del discurso político. Lo que está en juego es la propia capacidad de ese sujeto (en este caso el obrero) para designar el objeto común: el trabajo y discutir sobre él. El litigio se constituye en la medida en que impugna la distribución de competencias según las cuales el discurso de algunos es designado como político y el de otros como ruido (lo simplemente dado). Porque esa distribución de competencias trabaja para excluir a estos sujetos de la visibilidad, de la cuenta del orden social según la idea de que hay valores o intereses comunes que unifican una sociedad y que los que gobiernan disponen del título para hacerlo. Es la defensa de un privilegio arraigado (pero contingente) mientras que el disenso político muestra que no se puede excluir a nadie del orden del discurso.
El proyecto teórico político.
El proyecto político teórico de Rancière se sitúa en dos frentes: 1) en contra de todos los intentos científicos por conocer la verdad de las masas. Tal como lo expuso Althusser ese intento se articuló mediante la distinción entre esfuerzo científico y confusión ideológica (las masas están ideológicamente confundidas en el orden social y la ciencia del intelectual es la que le permite salir de esa confusión y discernir la verdadera condición de las masas). Esta construcción se vino abajo en el Mayo del 68 cuando debate intelectual y lucha obrera se aúnan en los talleres comandados por los obreros que toman el control. Se construye entonces el trabajo como un objeto común demostrando que a) las demandas obreras estaban excluidas de la comunicación existente y b) que además las masas no necesitaban ser informadas de la razón de su dominación porque son capaces de desarrollar su propio conocimiento, que fractura las categorías existentes que conforman nuestra sensibilidad. La razón política no es algo que ocurra al margen de las masas y de la mano del pensamiento político. El pensamiento político no es lo que realiza de manera trascendente el intelectual, sino lo que de forma inmanente produce el colectivo involucrado en la acción política. Esos obreros y estudiantes mostraron a) que el acceso a la política es inmediato, b) que no tiene que pasar por ningún discurso especializado y c) la decisión entre los que hablan y los que solo hacen ruido se sostiene únicamente por efecto de la propia división. Lo que la política demuestra es “la brecha entre un mundo cuyos efectos de división están sostenidos por el conteo policial, y otro en el que esta lógica se suspende mediante la introducción de otros objetos de más en la cuenta” (Rancière 2019, 21).
2) El segundo gran frente se relaciona con los intentos de delinear las condiciones del habla performativa en la política. Para Rancière (en contra de Habermas) el discurso político genuino lleva consigo, ante todo, una disputa sobre la calidad misma de quienes hablan. Se opone a deducir una forma de racionalidad política de una supuesta esencia del lenguaje o actividad de comunicación entre compañeros, presestablecida en el debate (Habermas). El debate político exige una desidentificación con su ser (los obreros no discuten a partir de su competencia como trabajadores). La lucha política no es un debate racional entre intereses sino que surge de una ruptura entre el discurso y la posición social (o su ausencia), entre lo que se dice y quién lo dice. Esa ruptura permite la articulación de un nosotros irreductible a un interés situado en el campo social. No se trata de competencias necesarias sino que el control de quienes gobiernan se mantiene simplemente porque gobiernan y excluyen a las masas anónimas del orden del discurso y de la visibilidad. Este disenso nada tiene que ver con la distinción schmittiana entre amigo y enemigo. Para Ranciére la política produce una ruptura con la evidencia sensorial del orden ”natural” que destina a grupos específicos a gobernar.
El disenso
Para comprender el disenso lo mejor es empezar por el consenso. Este “se define por la idea de lo propio y la distribución de posiciones que implica lo propio y lo impropio” (Rancière 2019, 23). Dicho de otra manera: la lógica espontánea que subyace a toda jerarquía (lo político y lo social; el arte y la cultura; la cultura y el comercio). “En suma es la suposición de una experiencia política exclusivamente no litigiosa y común” (ibidem). La operación clave del consenso implica ajustar una poiesis (manera de hacer) a una aisthesis (manera de ser: horizonte de afecto o calidad del discurso). “El consenso es asiíuna suposición a) una identidad entre sentido y sentido, b) entre un hecho y su interpretación, c) entre el discurso y su relato, d) entre un estado factual y una asignación de derecho” (Ibidem).
“Por el contrario la lógica del disenso consiste en la manifestación de una cierta incorrección, que altera la identidad, forzando una brecha entre poisesis y aisthesis. Lógica materialista y antiesencialista. La política, afirma Rancière, es un proceso que niega a la vez todo la base sobre la cual podría tomar forma la positividad de un esfera o una pureza” (Rancière 2019, 24). La lógica básica (contra la jerarquía y la vigilancia de los dominios) que subyace es: la política emancipatoria consiste en borrar la frontera entre “A”: la política rigurosamente localizada en instituciones no igualitarias (a la que llama policía) y “no A”: la política, que contrasta con la policía. Que la política surja mediante la suspensión de las relaciones jerárquicas que gobiernan la realidad, quiere decir que la política no puede albergar dentro de sí el principio integralmente realizable de un nuevo orden social (igualitario). Si uno no entiende los efectos singulares de la igualdad (particulares del arte y la política) y trata de ontologizarlos (sustancializarlos), estos procesos simplemente regresan a la lógica del consenso (rompen el disenso). “El terreno solo puede estar listo para formas de desilusión que interpretan el sueño de emancipación como la raíz de las injusticias perpetradas por los que quieren modelar un nuevo ethos social. Nada es más favorable a los poderes establecidos que la derrota del pensamiento y de la práctica de la emancipación.
El desgarrado. Abril 2021.