» 16-12-2024

Desastres 1. Introducción

Inicio aquí una nueva serie no apta para depresivos. El optimismo (un pesimista mal informado) no basta para consolarnos de como el mundo es. No hay sitio en el que mirar en el que hallemos otra cosa que mierda: política, economía, ciencia, filosofía, etc.. Podrá ser el natural desgaste de la edad ¡Detrás de mí el diluvio! por el que en el final de nuestra vida tememos/deseamos también el final de los tiempos. Pero también podría ser que no estemos tan mal informados y que esta fiesta toque a su fin. Nuestro boletín de notas tiene demasiados ceros. En ecología: el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales, la sobreexplotación de personas, animales y cosas, la contaminación (desde los derivados del petróleo hasta los de la potencia nuclear), la industrialización de la agricultura que solo puede acabar en los alimentos sintéticos o, cuando menos: transgénicos, la deforestación, la nuclearización (vestida de derecho internacional). 

 

En política la corrupción, la opacidad, la desinformación, el nepotismo, la mentira generalizada,  la espectacularización que ha convertido la escena política en un escenario de feria, de charlatanes e iluminados, gallos de pecho hinchado de patriotismo, leones que solo quieren corderos sumisos y dispuestos al sacrificio, millonarios que convierten el estado en su empresa, lobistas y corporativistas, crispadores profesionales. Científicos mezquinos y tan enloquecidos por el éxito Nobel como los políticos por el poder, vendidos a las tabacaleras, a las petroleras, al creacionismo, a los políticos en la “lucha” contra el covid, al contraclima, a la tecnología. Religiosos pederastas desde su función educadora y ejemplarizante, vestidos de fulanas con escarpines de tafilete rojo y cargados de disfraces tejidos con hilo de oro, negadores de la ciencia y defensores de la justicia del infierno o del paraíso de la huríes, insensibles a la desigualdad social o a la rapiña económica, defensores desde el púlpito de doctrinas ultraliberales y de ultraderecha, perseguidores de homosexuales -cundo no tienen que salir de sus conventos para encontrarlos- fascistas al fin. Educadores sicarios de la dominación, impulsores de la competición enloquecida, adoctrinadores profesionales en busca del voto gregario y defensores del postureo, la simulación y la mentira como modo de vida social, intoxicadores de la mente infantil, enemigos -en fin- de la educación. Periodistas, filósofos, biólogos, sociólogos, la lista es interminable.

 

No os hago más espoiler porque cada uno requiere su tiempo y el reconocimiento de su idiosincracia. En un ambiente de hostilidad no pueden tratarse las cosas con paños calientes. Una vez planteada la lucha (a cara de perro, por cierto) no es al más débil, el que va perdiendo, al que se le debe pedir que baje la guardia. O el armisticio es mutuo o la lucha continuará. Sé que perderemos, pero nuestro límite era la dignidad y ya se ha sobrepasado. Hace cien años el capitalismo cabó con las revoluciones cuando “permitió” que los trabajadores accedieran al consumo. Lo hizo como única manera de aumentar sus ventas pero -de rebote- les dio una razón para no luchar: los convirtió en conservadores. Eran tiempos de supervivencia en lo que estaba en juego era la vida, el trabajo esclavo de mujeres y niños. Hoy hemos cambiado de bien último y estamos en la dignidad. 

 

Los bienes materiales pierden atractivo frente a otro tipo de valores -y esa está siendo labor de los jóvenes- como la dignidad. Si los políticos son i-responsables (niegan cualquier responsabilidad por cualquier medio) no hay ninguna razón para que esa responsabilidad recaiga en los trabajadores a cambio de un salario de supervivencia. Poco a poco se nos ha llenado de responsabilidades: la recaudación de impuestos, la conservación de la ciudad, del medio ambiente, del reciclado de los residuos urbanos, de los accidentes de tráfico y de trabajo, incluso de la viabilidad de las empresas o de las crisis económicas (siempre a cambio de nuestro salario o prestaciones sociales). Hasta se nos invita a que seamos policías denunciando a nuestros  conciudadanos. ¡Se acabó la fiesta! la responsabilidad para quien la cobra. Estamos al borde de la revolución (la única fuerza político-social del pueblo) y esta vez será por agotamiento de nuestra dignidad. 

 

Sé que cargo la mano (aunque no diré nada que no sea cierto u opinable) pero no podemos dar la impresión de que estamos bien porque no nos quejamos. El campo de batalla -y las reglas- las han fijado ellos. Empieza a ser hora de que resucitemos la revolución como amenaza. La revolución en defensa de nuestra dignidad como seres humanos. 

 

El desgarrado Diciembre 2024 

 




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