» 16-12-2024

Desastres 2. Pedagogía. ¿Qué hemos aprendido hoy?

Con esta frase acaban los malos maestros sus clases magistrales. En el convencimiento de que sus alelados y dispersos alumnos -la chusma con la que tienen que compartir cada minuto de su precioso tiempo- no han entendido nada de sus sesudas explicaciones y necesitan -no sólo que se les desasne- sino que se les diga como deben archivar el caudal de conocimientos que mana de sus esforzados maestros. Así se resume cada clase: un discurso a mayor gloria del ponente y un procedimiento: el educativo, que tiene que enseñar… hasta lo que se ha aprendido -digo yo- porque la consciencia del conocimiento no es evidente. 

 

No se trata de lo que se aprende sino de reproducir el sistema de dominación -en este caso: maestro/alumno- en el que el primero impone (superada afortunadamente la fase de la letra ensangrentada) y el segundo se rebela, consciente de lo que es la ceremonia a la que asiste obligado: un acto de sometimiento en el que lo que está en juego es la jerarquía. El informe Pisa nos lo repite cada año pero no queremos escucharlo: la educación es un fracaso. Se plantea como si fuera el fracaso de los alumnos: malcriados, ensoberbecidos, díscolos, reacios -en fin- a toda norma y a cualquier influencia… pero hay más causas. Los maestros “sufren” a unos alumnos que no quieren aprender y si alguna deficiencia presentan los entregados a su vocacional cometido, es la impotencia. La primera función de la educación: es someter, enseñar la asignatura más importante en la vida social: la dominación. La vida -para la que se prepara a esos reacios aspirantes- es un sistema de clases: sociales, intelectuales, biológicas, políticas, etc. en las que la jerarquía y la pertennecia son el problema fundamental. La escuela enseña: desigualdad: cada uno en “su” sitio.

 

Pero tras esa enseñanza primordial siguen otras no menos espurias. La escuela es un sistema de impartir doctrina, de crear votantes, de formar el espíritu nacional. El voto -ese esmirriado y único derecho político de la chusma- debe cultivarse desde la más tierna infancia. Abonarlo con la mejor mierda; regarlo con el agua más nutritiva, despilfarrada en una orgía de explotación ilegal de los acuíferos;   protegerla de la adversidad climática con los mejores plásticos; modificarla genéticamente con la más puntera biotecnología transgénica; y finalmente introduciéndola en el sistema económico del transporte a lomos de petróleo, de los intermediarios incontables, de las multinacionales y del comercio insostenible. Si os suena el modelo es porque no hay nada nuevo bajo el sol y todos los cultivos son iguales.  Como el deporte de elite, debe iniciarse con pocos años y gran intensidad y requiere mantenimiento diario: la política de la inseguridad, de la necesidad absoluta de paladines y defensores que nos libren de las garras del terrorismo, de la industria armamentística, de los científicos locos, de los asesinos en serie, de los ciudadanos anarquistas, desobedientes civiles y escépticos sociales. En la escuela tienen los políticos la máquina de hacer votos y no es cuestión de descuidarla. Un alumno/votante bien adoctrinado puede -como un buen par de zapatos- durar toda la vida. Lo del par de zapatos se ahogó en el mar de la deslocalización y el comercio insostenible pero no importa: un par para toda la vida es equivalente a mil pares producidos en oriente… por un precio similar. El gregarismo es una escuela de ciudadanos, entendidos como los entienden los políticos: una voluntad a torcer, a enderezar, a domeñar; unos estúpidos a desasnar;  unos ingenuos a embaucar.

 

Pero no acaba aquí la “educación” hace falta formar ciudadanos dispuestos a competir entre ellos como si les fuera la vida. El enemigo, el que te puede quitar “tu” sueldo, “tu” bienestar, “tus” derechos, “tu” mujer, o vive en la casa de al lado o en un barrio “marginal” o pertenece a otra comunidad (o nación, o religión) de extrañas costumbres e idioma o acaba de llegar (invadirte) en patera, en la más extrema ilegalidad, para robarte lo que te pertenece como depositario del legado occidental, de raza blanca, masculina, heterosexual y cristiana. El ser humano necesita enemigos para colmar su natural (biológica) ansia de lucha y de sangre y los políticos y los empresarios están dispuestos a proporcionárselos., Y si todo esto no bastara para que el odio y la crispación alimenten la competencia, siempre nos quedará el deporte, esa continuación de la guerra por otros medios. La competencia: esa benéfica reguladora del mercado capitalista, es en realidad: odio, crispación, racismo, homofobia, misoginia, delincuencia bancaria y financiera. Y se me olvidaba por omnipresente: la corrupción política.

 

Para finalizar esta breve panorámica sobre nuestra preparación para la vida  que durante los primeros veinte años de nuestra existencia, vamos a tener que sufrir, entraré en la cubierta que recubre todo lo anterior: el postureo. Porque se trata de que todo lo citado no se trasluzca. Como enseñan en primero de política la mejor manera de cambiar las cosas es cambiarles el nombre. Entre el disimulo y la mentira se sitúa la simulación, el postureo. “Todo lo hacemos por vuestro bien” “Estamos trabajando para usted” “Vivís por encima de vuestras posibilidades” “Leed mis labios: yo no miento” “Todo se hace en beneficio de la ciudadanía” “Todo está bien… salvo alguna cosa” “Como no puede ser de otra manera” “Como Dios manda”. Todo podría resumirse en ese otro eslogan comercial: “Porque yo lo valgo”. Al igual que en economía simulamos que tenemos mucho más dinero del que realmente tenemos mediante el crédito y la deuda, en nuestras relaciones sociales vendemos una imagen que nos sobrepasa ampliamente. Ante la imposibilidad de cumplir unas expectativas evidentemente desmesuradas: simulamos, mentimos, engañamos, postureamos. La industria de la impostura es la primera economía del mundo. Nos impostamos físicamente (cirugía, implantes, alzas, etc. ) tratando de parecer más jóvenes, más ricos, más poderosos, más cachas, con más tetera o huevera. Nos impostamos socialmente mediante coches y casas que no nos pertenecen (pagados mensualmente), simulando un clase social que no es la que nos corresponde, o unos conocimientos que fue imposible que adquiriéramos en la escuela. Presumimos de hijos o de potencia sexual, etc. Presumimos de todo, absolutamente de todo, incluso si no tenemos otra cosa a mano, presumimos de defectos. 

 

El desgarrado. Diciembre 2024




Published comments

    Add your comment


    I accept the terms and conditions of this web site