» 17-12-2021

Donde no hay publicidad política (PP), resplandece la única posible verdad (UP-V) 1. Ultraconservadores, conservadores, liberales, socialistas y ultraizquierdistas.

En esta sección, que estreno, nos vamos a adentrar en las mentiras políticas. La intoxicación política se ha convertido en la norma de lo que sus señorías hacen a tiempo completo. Y la intoxicación quiere decir tratar de embaucar a los votantes para que no sepan donde la verdad está y voten con los cojones que es mucho más interesante para los políticos que, alternativamente, que voten con la cabeza. Es una cuestión interesada, contrastada y calculada: contra menos sepan los votantes mejor para el que haya hecho la mejor (más espectacular, más cara, más chula) campaña publicitaria. La desinformación como fórmula para ganar las elecciones. Evidentemente la única posibilidad -en el caso de que los votantes quieran hacerlo informadamente- es, precisamente, informarse. Pero eso requiere un esfuerzo que la mayoría no queremos hacer. Por eso, en nuestra misión de ayudar a la sociedad, iniciamos esta sección que desvelará las mentiras  (no todas porque sería imposible) que los políticos utilizan para perpetuarse en el poder. Será una sección de actualidad que recoja lo que está pasando en el panorama político. Pero hoy empezaremos por una cuestión genérica: ultraconservadores, conservadores, liberales, socialistas y ultraizquierdistas.

 

La Sra Clavé (tertuliana de la sexta alineada con la derecha) dice hace unos días “Yo no soy conservadora. Yo soy liberal” No es cierto: es conservadora si no ultraconservadora. Pero liberal tiene esas resonancias a libertad que tanto interesa a la derecha actual. Los liberales fueron los burgueses que lucharon contra los conservadores (monárquicos, aristócratas y ricos en general) para arrebatarles el poder. Evidentemente no lucharon ellos sino que mandaron a los “sans coulotte”, los desheredados de la tierra (Fannon), a que les sacaran las castañas del fuego. Una vez guillotinados -por el pueblo- los conservadores y aristócratas, los buegueses se constituyeron en los neo-conservadores- Lo de liberales fue una etiqueta que hacía referencia a que iban a liberar al pueblo (el pueblo como eterna coartada de los más inconfesables afanes) de los conservadores, monárquicos y aristócratas. El SXIX fue un tira y afloja entre burgueses (el nuevo oligopolio de la riqueza) y conservadores, utilizando siempre de ariete a los pobres, hasta que apareció Marx y el laborismo (el partido de los trabajadores. Los parlamentos que se habían dividido hasta entonces es comunes y lores, aristócratas y burgueses, conservadores y liberales asistió a la llegada de un nuevo partido: los laboristas (socialistas y comunistas) que obró la unión de conservadores y liberales (el oligonpolio de la riqueza, es decir del capital) en el neoconservadurismo. Los Parlamentos se hacen eco de este cambio dividiéndose en derechas e izquierdas (lo que ya correspondía a su situación en la cámara): en la derecha: conservadores y liberales (capitalistas); y en la izquierda: los laboristas (socialistas y comunistas). Hoy no tiene sentido diferenciar conservadores y liberales por cuanto son lo mismo: los capitalistas.

 

Por si cabía alguna duda los antiguos liberales abrazan la ideología económica llamada liberalismo (la mínima expresión del Estado y todo el poder económico para la burguesía) siempre en su idea fundacional de la lucha contra los conservadores-aristócratas (terratenientes en gran manera) por mucho que entonces ya estaban alineados ambos en contra del laborismo. La revolución industrial ya había empezado. Por su parte el laborismo parlamentario (socialismo) desarrolla la facción comunista que es un socialismo de Estado, bajo la bandera de la dictadura del proletariado. La inexorable ley del péndulo desplaza ese socialismo hacia el poder absoluto a imitación de lo que siempre había sido el poder de los ricos. Tras la revolución rusa de 1919 el bloque soviético en Europa se constituye en absolutismo, en un comunismo de Estado de triste memoria. La pertinaz decisión de los burgueses (ya capitalistas) de explotar a los trabajadores conduce a la lucha de clases que en su versión parlamentaria difiere enormemente del comunismo de Estado. Pero la propaganda liberal-conservadora (a imitación de la propaganda soviética) se apodera de la idea de democracia, aprovechándose de los negativos rasgos totalitarios del comunismo. Pero el totalitarismo también tienta a las derechas y en los años treinta, los nazis en Alemania, los falangistas en España y los camisas viejas en Italia, forman el fascismo internacional en defensa de las posiciones liberal-conservadoras. Una Alemania resentida por el tratado de Versalles, que dio fin a la primera guerra mundial, se enzarza en la segunda, con la internacional fascista, a la que se une Japón ya fuera de Europa. La segunda guerra mundial fue la lucha de dos absolutismos (como lo fue la lucha anterior contra la monarquía absoluta) bajo la atenta mirada de los capitalistas listos a aumentar su poder y su hegemonía. Los USA -el estado liberal por excelencia- intervendrán en el final de la contienda no sin antes haberse hecho inmensamente ricos suministrando armas y pertrechos a ambos bandos.

 

Pero el fascismo no fue vencido en aquella guerra. El fascismo es la visceralidad del poder, la opresión pura y dura de la fuerza, de la violencia, del pragmatismo, del coraje, del análisis sesgado de la realidad, y del nacionalismo patriotero y ferozmente racista (Habermas). Cualquier opresión les vale: mujeres, altersexuales, colonizados, cuneteros o dependientes. Evidentemente niegan cualquier relación con los nazis e incluso pasan al contraataque llamando nazis a los que los combatieron, con gracietas como femi-nazis, política nazi, altersexualidad nazi, o memorialistas históricos nazis. Por supuesto los trabajadores son nazis, la educación es nazi, la sanidad universalidad es nazi… El nazismo se ha hecho parlamentario (ocultando exquisitamente su ideología) y apoyando todos los colectivos minoritarios de descontentos que la democracia ha arrinconado: cornudos, cazadores, taurinos; y otros menos minoritarios como machistas, patriotas salvadores de la patria, tradicionalistas, nostálgicos del franquismo o simplemente dogmáticos religiosos. Es la ultraderecha, aún cuando no quieran ni oír el nombre.

 

La segunda mitad del SXX asiste, en Europa, al constitucionalismo, una carta de derechos democráticos que trataba de evitar el resurgimiento de los totalitarismos de derechas y de izquierdas, profundamente influido por la doctrina económica liberal, como opuesta a una economía dirigida socialista en la que el estado se convierte en árbitro de las desigualdades que el mercado no es capaz de corregir. Los derechos humanos se establecen como los derechos de las víctimas (que no pueden ejercerlos por sí mismas), ejercido su arbitraje por las democracias desarrolladas y reservándose el derecho de injerencia en los asuntos internos de otros países. El Estado del bienestar con un aumento descomunal de los impuestos (Piquetti) se asienta. Aquellos liberales que lucharon contra los conservadores son ahora los conservadores de su capital y de su “estatu quo”. En los años setenta Reagan y Thatcher organizarán el ultraliberalismo encaminado a hacer desaparecer los sindicatos, el estado del bienestar y el Estado (en lo que no sea la financiación de lo que el capital no quiere financiar) en un estado de la desigualdad nunca jamás pensado, ni operado. El contubernio entre capitalistas (los liberales-conservadores) y los gestores (políticos, financieros y societarios) funda el ultracapitalismo de gestión La caída inopinada del bloque soviético hace a los ultraliberales (Fukuyama) celebrar el triunfo del capitalismo (convertido en ideología política) y el fin de la historia (de la lucha entre dos ideologías políticas). Mientras, el capital entra en su fase inmaterial postindustrial de servicios, comunicación y robótica. El laborismo industrial se encamina a su desaparición.

 

Los liberales fueron históricamente liberales pero hoy son conservadores de tomo y lomo. Conservadores, elite, oligarquía, desigualistas, opresores… Si tratan de utilizar una etiqueta que no les corresponde es para confundir. ¡Qué decir de los ultras que tergiversan sus orígenes y su ideología hasta la náusea. La libertad es una etiqueta muy golosa y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid se apuntan al carro de la libertad, un carro que nunca entró en sus cálculos, pero que hoy es propaganda, publicidad de las buenas, postureo a ultranza (¡nunca mejor dicho!). No os engañéis: liberal no tiene nada que ver con la libertad individual de los ciudadanos. Ultraderecha no tiene nada que ver con la libertad en general. Es intoxicación interesada. ¡Así son ellos!

 

El desgarrado Diciembre 2021.    




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