» 18-07-2020

Ecologia y feminismo 1. Latour.

Leo “Donde aterrizar” de Bruno Latour, Penguin, 2019. En formato de panfleto este sociólogo y antropólogo nos advierte de lo que tantas veces ha dicho pero en formato directo. Hemos llegado al cabo de la calle. No queda tiempo y hemos de reaccionar antes de que se produzca el desastre.  Aunque no descarto entrar en su pensamiento de forma más formal empecemos por una introducción que nos acompase con sus ideas. El planeta está en peligro por el desarrollismo, el progreso y la idea de que la tierra lo puede todo y podrá también con esto. Y al decir esto, me refiero a la modernidad, el progreso, el desarrollo… y en el caso de Trump, Bolsonaro, Johnson, etc. al negacionismo, lo que Latorr define como “fuera del suelo” pero que también se podría llamar “extra-terrestre”.

 

La lucha de clases, el pensamiento derecha-izquierda, ya no tiene sentido. Lo tuvo, pero ya no lo tiene. El petróleo (Mitchel) cambió aquella ecuación que el carbón había entronizado. El capitalismo es una sabandija y muta constantemente hacia sus zonas de confort. El capitalismo es un virus. Las estructuras de los partidos (derecha/izquierda) son infinitamente más lentas e incapaces de oponérsele. Como diría Laborit los partidos persiguen su pervivencia  mucho más que sus fines. Y eso les condena al fracaso… a largo plazo.  El capitalismo vírico persigue la dominación sea cual sea el escenario en el que se produce. Como los virus. Vencer o morir… en ausencia de cualquier moral u honor. Hoy, la estúpida querella entre derechas e izquierdas es el escenario perfecto para un capitalismo vírico que solo pretende la dominación. Dominación que se desarrolla a través de la desregulación, la desigualdad y la ocultación de que la élites ya saben que esto conduce al desastre pero que prefieren que la música siga sonando (como en el Titanic) a tomar las necesarias medidas para evitarlo.

 

Latour no habla de capitalismo, evita la terminología marxista aún cuando reconoce que seguimos siendo marxistas. Y no la utiliza porque quiere evadirse de la polémica derecha-izquierda. Y se evade de esa polémica porque también quiere evadirse de la disyuntiva local-global. Local quiere decir tradición, etnia, raíz, tradición. Global quiere decir futuro, desarrollo, progreso, futuro. Lo local (excepto para los ultraconservadores y los fascistas) es lo antiguo, lo que hay que superar. Global es el futuro, el progreso, la modernidad. ¿Cómo se llega a esa formulación? La ciencia la avala. Una ciencia que ha abstraído lo real en una situación que Latour etiqueta de exterioridad: miramos la tierra desde Sirius, desde la distancia, desde la externalidad (el paradigma galineano). Pero esa mirada obvia los detalles, obvia la subjetividad, obvia la proximidad. La ciencia objetiva no solo es universal (o precisamente por eso), también es ajena, rompe con todos los lazos afectivos o sentimentales. La tierra (la zona crítica) no es todo el universo sino una mínima sección. No es lo mismo la ciencia universal (el universo) que la ciencia procesual (la vida).

 

Y aquí Latour se acerca al pensamiento feminista. No porque piense que debamos buscar una nueva relación con la tierra (Pachamama) en el indigenismo, sino porque no hay otra solución. No se trata de volver a lo local despreciando lo global. Se trata de aunar lo local y lo global para obtener lo que llama lo Terrenal. Un nuevo horizonte una nueva inquietud que desdeña lo global (el progreso) y lo local (la tradición) para aunarlos en una nueva percepción del mundo que se acerca a la que Lovelack (no tanto en cuanto a Gaia como organismo vivo sino como interacción en humanos y medio ambiente, irreductible) estableció en su pensamiento. Latour no habla del pensamiento del cuidado (es decir: cognitivo y no ético) pero no es difícil intuirlo. Tampoco habla de la metafísica que tampoco es difícil ver revolotear por encima de su pensamiento. Los pares de oposiciones tan caros a la metafísica (en este caso: objetivo-subjetivo, progreso-conservación, derecha-izquierda) no solo son denostados en una nueva forma de pensamiento terrestre sino que son denunciados como instrumento del fascismo trumpiano. Me explico.

 

La ultraderecha se ha modernizado. El pensamiento posmoderno, como la impugnación de los pares de oposiciones metafísicas (negación del tercio excluso) aparece en el pensamiento ultraliberal de dos maneras: primero en la introducción de un tercer término entre tradición y progresismo: el “progresismo tradicional”, y en segundo lugar en el negacionismo que introduce un término intermedio entre la verdad del cambio climático y su falsedad. El negacionismo no entra en la disputa científica sino que se desplaza a una posición ética, que no es nueva porque ya la sostuvieron con el negacionismo evolutivo. Poco importa que se introduzca una opción intermedia con un artificio topológico (el desplazamiento a la ética) lo que importa es que los mecanismos posmodernos de impugnación de los pares de oposiciones excluyentes de la metafísica son superados.

 

Valga esto para empujaos  a que leáis a Latour. Escribe mal (pero claro) y sin embargo piensa bien. Por esa nimiedad no podéis perderos a un gran pensador del SXXI. Y más si la ecología os importa. Aunque debiéramos decir política ecológica.

 

El desgarrado. Julio 2020.




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