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» 17-01-2022 |
Continuamos, ahora con la alternativa a la política, al régimen representativo del arte, y a la filosofía homogénea, que Rancière opone al orden natural (la metafísica). Seguimos con “Disenso” J. Rancière recopilación y prólogo de Steven Corcoran (2019).
POLÍTICA
1) Igualdad. En lo político la igualdad “…no es una esencia; no es un valor ni una meta… Es una simple presuposición de teoría y práctica, un principio vacío sin contenido inherente”. “La misma condición de posibilidad de una política igualitaria debe situarse en algo particularmente paradójico”, porque la desigualdad solo puede enunciarse desde una posible igualdad, por ejemplo la de todos los seres hablantes. Los seres desiguales a la gran mayoría, pero iguales entre sí, no pueden basarse en ningún rasgo biológico o antropológico y así, su puesta en práctica no podría excluir a nadie. Paradoja que se opone al principio de identidad (lo desigual=lo igual) y de no contradicción (la desigualdad no puede excluir a nadie).
Para lidiar con estos rasgos anti-metafísicos, Rancière enuncia que la igualdad política debe tener una estructura retroactiva, pues la igualdad solo puede enunciarse a través de su verificación, lo que contradice la causalidad simple: presupuesta la igualdad (causa), y verificados sus resultados (efecto), es esa verificación la que garantiza la presuposición (causa). El efecto antecede a la causa. Además enuncia la naturaleza azarosa de la política ya que nada explica porque la gente decide levantarse (disentir en vías a su emancipación) contra los que gobiernan (es decir afirmar su igualdad). El azar contradice el principio del tercio excluso pues entre la verdad y la falsedad no puede haber un tercero excluido. Este levantamiento (disenso) anula también el principio de identidad.
El disenso involucra una organización de lo sensible en la que no hay a) realidad ocultas bajo las apariencias (no hay diferencia entre apariencia y realidad) b) ni régimen único de presentación y de interpretación. Ni esencia; ni única. Este materialismo -del reparto de lo sensible- afirma que los sujetos (no preexisten “a la postulación de la igualdad y su verificación” que le da coherencia), se opone al idealismo ontológico. La historia (aunque no demuestra) muestra innumerables casos de puesta en práctica del principio igualitario como una situación discursiva de tipo particular. “La igualdad solo puede ponerse en práctica como un litigio…”
La lucha obrera del SXIX transformó el trabajo, de una relación esencialmente privada entre patrones y obreros en un objeto común con ramificaciones políticas. Lo que estuvo en juego fue la capacidad del sujeto obrero para designar y discutir sobre el trabajo. El litigio que involucra el discurso político, discute la distribución de competencias entre los que emiten un discurso político y los que no emiten más que ruido. Es litigioso porque descubre que la distribución de capacidades es arbitraria, para excluir a esos sujetos y objetos del campo de visibilidad. El suplemento político del orden social cambia la cuenta, muestra que no hay valores e intereses comunes que unifiquen una sociedad, ni que los gobernantes tenga el título para hacerlo. La justificación del orden natural se ve así como la defensa de un privilegio que además es contingente. El disenso político, por el contrario, establece que “no hay razones que puedan justificar la exclusión de nadie del orden del discurso”. (Rancière 2019, 17-20)
2) El proyecto político teórico. Dos frentes: a) la oposición en contra de todos los intentos científicos por conocer la verdad de las masas, establecer la distinción entre esfuerzo científico y confusión ideológica (Althusser). Discute la capacidad de los intelectuales de discernir la verdadera condición de las masas. En el Mayo 68 los obreros tomaron el control sin necesitar ser informadas por los intelectuales de las razones de su dominio. Demostraron que las masas son perfectamente capaces de desarrollar su propio conocimiento. No hay otro lugar de razón política que el determinado por las propias masas. La reflexión de los intelectuales se realiza de forma retroactiva de modo que su fundamento solo tiene justificación en sus efectos… lo que se opone a la causalidad simple. El pensamiento político no es el resultado que de manera trascendente realizan los intelectuales, sino el que de forma inmanente produce el colectivo. El acceso a la política es inmediato, no depende de ningún discurso teórico de los intelectuales y la distinción entre los que hablan y los que solo hacen ruido se sostiene únicamente por los efectos de la propia división… por razones de jerarquía.
b) El segundo frente del proyecto político teórico de Rancière delinea las condiciones del habla performativa. Frente a Habermas que defiende que la lógica del intercambio argumentativo supone restricciones pragmáticas previas, es decir que los interlocutores están obligados a entablar una relación de comprensión mutua (que si falla les conducirá a entran en contradicción) y que, en definitiva, presupone la existencia previa de los interlocutores, Ranciére afirma que el discurso político conlleva una disputa sobre la calidad misma de los interlocutores. La racionalidad política del discurso no depende de la esencia del lenguaje establecida entre compañeros preestablecidos. El debate implica una des-identificación. Los obreros no discuten en el debate de acuerdo a sus competencias como tales, sino por su desindentificación con su ser (su subordinación a un ritmo de trabajo y de descanso que impide la participación política). La lucha política no es un asunto de debate racional de intereses y justicia. Es una lucha en la que el discurso político surge de la ruptura entre el discurso y la posición social, entre lo que se dice y quien lo dice. Es el disenso. Solo así puede surgir del discurso, la comunidad política, el “nosotros” político irreductible a lo social. El discurso político no presupone la existencia de competencias o cualidades necesarias, pues el control de los que gobiernan se sostiene exclusivamente en el hecho de que gobiernan (retroacción) además de excluir a las masas del orden del discurso y de la visibilidad de lo público.
3) Disenso. Aproximarse al disenso implica entender lo que el orden natural entiende como consenso. El consenso es la idea de lo apropiado (lo ajustado a la “normalidad”, al orden natural; la conveniencia de lugar y actividad) y la distribución de posiciones que implican lo apropiado y lo inapropiado. “Es la lógica espontánea que subyace a toda jerarquía”. Lo que sirve para separar (dividir lo sensible) lo político de lo social, el arte de la cultura, la cultura del comercio, así como para definir las distribuciones jerárquicas. En suma es la suposición de una experiencia política exclusivamente no litigiosa y común. La operación clave del consenso implica ajustar una poiesis (manera de hacer) a una aisthesis (una manera de ser: horizonte de afectos o cualidad del discurso). El consenso es la suposición una identidad entre diferentes sentidos, entre un hecho y su interpretación, entre el discurso y su relato, entre el hecho y el derecho, la ternura común por las cosas que hace que no se contradigan (Hegel).
La lógica del disenso -por el contrario- es la manifestación de una cierta incorrección que altera la identidad, forzando una brecha entre poiesis y asthesis. Es una lógica materialista y antiesencialista (por tanto: antimetafísica); una lógica antijerárquica y laxa con la delimitación de los dominios. La emancipación siempre consiste en borrar la frontera entre la política de las instituciones no igualitarias (la policía) y la negación de esas policías: la política propiamente dicha. La política siempre surge mediante la suspensión de las relaciones jerárquicas que gobiernan la llamada realidad. Paralelamente el arte, lo es, en la medida que no lo es (contra el principio de identidad), en la medida en que es una forma (autónoma) de vida. La política no puede no puede ser un nuevo orden social (igualitario); el arte no puede convertirse en vida. No se pueden ontologizar (llevar a la metafísica) los efectos singulares de la igualdad pertenecientes al arte y la política, pues se regresaría a la lógica del consenso (contra el principio de no contradicción). (Rancière 2019, 21-24).
Continuará, con la estética,
El desgarrado. Enero 2022