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» 10-09-2022 |
La historia de las críticas a la metafísica es larga y plagada de grandes nombres. Tocamos hoy a Kant que -de alguna manera- es el filósofo que inaugura la modernidad. Su manera de centrar su pensamiento en el hombre (sin contexto y sin Dios) es un ejercicio de emancipación extraordinario. Kant niega la mayor: la metafísica no es ciencia. Debe ser relegada a otro campo que a la epistemología o el conocimiento razonable: la ética. Pero no pensemos que el campo de la ética es inferior al campo del conocimiento. Si bien no luce la necesariedad de esta, se desarrolla en lo contrario, que es la libertad. De alguna manera kant inaugura un mundo de posibilidades, tendencias, sesgos que (asentados en la subjetividad) se adentran en la libertad. ¡Ahí es nada! La libertad puede ser entendida como un “defecto” de la teoría del conocimiento. El campo en donde los consecuentes no son necesariamente determinados por los antecedentes (la necesaria seguridad de la ciencia), el campo de la posibilidad (¿probabilidad?). La nostalgia del instinto (la razón tiene que ser tan inflexible como el instinto) desaparece. Es el fin de la necesariedad. Y por ahí podemos empezar a relatar las divergencias de Kant y la metafísica. La pretendida necesariedad del pensamiento. Su inequívoca inflexibilidad, desaparece. No de todos los campos. La epistemología sigue siendo causal-necesaria pero la moral, la acción (un campo esencial en su filosofía) se desarrolla en el campo de la posibilidad-libertad. El tercer campo que Kant contempla es el de la teleología y la estética. Un finalismo centrado en el placer, la plenitud, la felicidad. Esa distinción entre lo necesario, lo posible y lo placentero divide la filosofía en campos inéditos y de alguna manera nunca retomados. Pero antes de atacar la necesariedad (la causalidad férrea), Kant ya ha puesto otros presupuestos de la metafísica (de la mano de Hume): la capacidad de la mente de “entender” el mundo. Pero también se pone en contra de Hume cuando establece que el pensamiento es una operación activa (sensibilidad + entendimiento) y no una permeabilidad pasiva. De hecho rompe con el mantra de que solo lo objetivo puede ser científico al decretar que el sujeto participa activamente del conocimiento. El hombre se sitúa en el centro del meollo, pero también la abstracción como cauce de la verdad-objetividad se tambalea. La metafísica está profundamente enraizada en sus verdades fundamentales: Dios, la vida trascendente, el libre albedrío, que pueden ser deducidas “racionalmente” del conocimiento. Kant relega estas “verdades” al campo de la ética, el campo de la libertad (no necesariedad) y les niega la posibilidad de ser deducidas racionalmente. Creer y conocer son cosas distintas y no relacionables. La influencia de Kant fue enorme (en Hegel, por ejemplo) y sin embargo no fue tan lejos como él se propuso. Todavía hoy se piensa que se crítica del juicio (su teoría estético-teleológica) es un aspecto menor de su pensamiento. Para él, fue equiparable al conocimiento y la ética. Tras el destrozo que hizo el cristianismo del hedonismo (el placer), Kant lo restaura en igualdad de condiciones que el conocer o el actuar. Nietszche sí lo vio, pero hoy, la estética sigue siendo un aparte de la filosofía. Kant permite muchas lecturas de su pensamiento y algunas sorprendentes… y evidentemente antimetafísicas. Recordemos que la metafísica es la filosofía del ser como categoría esencial y primera, lo que supone el ninguneo del devenir (la evolución, la historia, como sujetos de la filosofía). Kant reestructura las categorías aristotélicas minando la posición preeminente del ser. Toma de aquel cuatro categorías fundamentales: cantidad, cualidad, relación y modalidad. Echaréis en falta el espacio y el tiempo (en mi afán de encontrar las raíces geométricas del pensamiento) pero es que Kant ha introducido el espacio y el tiempo en el campo de la percepción sensible (la intuición) no sin aclararnos que la percepción sensible no es anterior a la conceptualización por el entendimiento, sino que son simultáneas, es decir que la percepción está ya categorizada. No es descabellado añadir a los juicios lógicos citados (cantidad, cualidad…) el espacio y el tiempo. “Et voila”: ya tenemos el pensamiento geométrico. No olvidemos que Kant estaba obnubilado con el pensamiento de Newton hasta el punto de descartar la demostración de que el pensamiento científico existía y era verdad, centrándose exclusivamente en el cómo. Las divergencias son mayores pero no insistiré en ellas, pero quiero hablaros de la peculiar visión que Kant tiene de la universalidad (tan metafísica ella). El conocimiento fetén para la metafísica, es el que es necesario (se produce de forma obligatoria) y es universal (se aplica a todos). Hemos visto que Kant acepta un universalidad subjetiva (lo que hasta ese momento era un contradicción en los términos). Debemos volver a la metafísica para recordar el férreo principio de no contradicción (que Hegel desmontará con su dialéctica). Sin hacerlo estentóreamente Kant también lo pone en duda. Hay en su filosofía tres principios que lo impugnan (además de la subjetividad universal): la finalidad sin fin, el placer sin utilidad, y la universalidad sin objetividad. Los tres en la crítica del juicio, es decir en relación con la estética. Kant es dialéctico “avant la lettre” y su oposición a la universalización por abstracción (tan metafísica) lo manifiesta. El desgarrado. Septiembre 2022.