» 06-06-2023

El pensamiento geométrico 27-3. Urbanismo 16-3. Evolucionar o morir.

Voy a tratar de establecer esa teoría de la arquitectura que nunca alcancé durante mi ejercicio profesional. Y para ello -siguiendo a Paul Virilio (“El cibermundo la política de lo peor”. Cátedra. 1997 y “Política y velocidad”. La Marca. 2006(1997)) y a Lewis Mumford (“La ciudad en la historia”. Pepitas de calabaza 2014)- empezaré por denunciar una serie de postulados (¿axiomas?) sin demostración, que han enmarañado tradicionalmente la reflexión sobre la arquitectura. Además de arte y técnica la arquitectura es (podría ser) ciencia y en cuanto tal -y dada su relación con el hombre, la sociedad, la política, etc.- esas relaciones deben ser explicitadas. Centrar las ideas que sobre estos temas tenemos, es esencial para entender esa posible ciencia. 

 

1.- Guerra y sociedad. La reflexión (que luego veremos que es subsidiaria de la metafísica… como sistema de pensamiento general) ha considerado siempre la guerra como un defecto de la sociedad, como una malformación, una disfunción que debe ser evitada y que no es estructuralmente constitutiva de aquella. En un a modo de “la ternura común por las cosas” hegeliana (“que hace que las cosas no se contradigan”), el sistema de la reflexión ha salvado a la sociedad de la guerra, como si de un accidente local se tratara, y que no afecta, sino tangencialmente, a la sustancia que es la sociedad. Ese planteamiento, que afecta a la ciudad y a la arquitectura (las murallas y todo el resto de parafernalia defensiva), de forma sustancial, no puede ser sostenido más. La guerra es parte integrante de la sociedad y la conforma de manera inequívoca. 

 

En especial hay un aspecto en que la guerra y la arquitectura se confunden: el asalto y la fortaleza, el devenir (la acción) y el ser (el estar), la acción y la pasión, son los dos polos entre los que se debate la guerra durante siglos. El asalto se canaliza por la calle (en los conflictos urbanos), las rutas (los conflictos intraurbanos) y el trayecto, el campo a través (los conflictos extraurbanos: la guerra moderna de los carros de combate). Todos estos elementos son contestados por la ciudad de forma rotunda: la calle es la “rue courridor”, el elemento -junto a los edificios- que determina el urbanismo de la ciudad. La ruta son los caminos, las carreteras, las autopistas, los puentes, los ríos, las líneas férreas, en una palabra las infraestructuras del transporte. El trayecto es la ruta liberada de cualquier limitación, el campo a través. En cualquier caso el transporte es omnipresente. La fortaleza consiste en los elementos estáticos que se oponen al asalto: murallas, castillos, fortalezas, búnkeres, linea Maginot, campos de minas, trincheras, etc. Virilio invierte la ecuación tradicional: la ciudad es una aglomeración atravesada por una ruta, para enunciar: la ciudad es una ruta atravesada por una aglomeración. “No hay más que una circulación habitable” (Virilio, 2006, 15). Lo principal en la ciudad es que es circulación, trayecto, recorrido y secundariamente: hábitat. La guerra conforma la sociedad y la ciudad (la arquitectura). Al igual que la guerra ha sido excluida de la reflexión estructural, también lo ha sido la relación social entre civiles y militares, como pronto veremos.

 

2.- Metafísica: Ser y devenir. La metafísica es el sistema hegemónico de pensamiento de Occidente (y posteriormente mundial, por difusión) durante 25 siglos. Recientemente ahora, en el SXX se empieza a contestar por la posmodernidad (Lyotarda, Derrida) y otros movimientos críticos. Se asienta sobre dos principios indiscutibles: existe una posibilidad de diferenciar el ser humano y el mundo y, el ser humano, es capaz de  comprender cabalmente el mundo. Ninguno de los dos es evidente. ¿Qué pretende la metafísica? Conocer el mundo para dominarlo, controlarlo, preverlo. Es decir acceder a la verdad que esconde el mundo, armarse de un arsenal de certezas. Para ello dispone de un mecanismo potente: la abstracción-universalización-ley. La abstracción le permite acceder conjuntos cada vez más grandes (y por tanto generales), conjuntos universales sobre los que se pueden establecer leyes: normas de comportamiento fijas y previsibles. La operación fundamental que utiliza es la causalidad (simple) y su forma de indagación es el análisis (descomponer, dividir para entender). Finalmente, lo que pretende como cualquier ser vivo, es la supervivencia. 

 

Y es que la metafísica supone un cambio cualitativo respecto al sistema mítico-mágico-religioso anterior: la verdad puede ser analizada por el ser humano, el hombre es la medida (la vara de medir) de todas las cosas. La verdad no es algo exterior al ser humano (la verdad no está ahí fuera). En todo caso es una alternativa: lo subjetivo como opuesto a lo objetivo (que pasa a ser ajeno, exterior). Este tipo de pares de oposiciones (empezando por la primigenia: el mundo y el ser humano… que puede comprenderlo) se convierte en el centro de la metafísica a través de los tres principios aristotélicos: 1) el principio de identidad (toda entidad es igual a sí misma); 2) el principio de no contradicción (lo que no es falso, es verdadero de forma excluyente), y 3) principio del tercio excluso (entre lo verdadero y lo falso no hay término medio). Estos tres axiomas (verdades que no necesitan ser demostradas porque son evidentes) estructuran la metafísica. El conocimiento de la sabiduría (la filosofía) tenía un nuevo sujeto: el ser humano; tenía un nuevo método: la metafísica, y tenía una nueva norma: los axiomas y la ley natural. Estamos ante el más grande cambio del desarrollo del conocimiento.

 

 

Esas abstracciones-universalizaciones se producen en campos diferenciados (la metafísica divide el amplio campo del saber en campos parciales, más asequibles) que, de alguna manera, separan lo sustancial de lo accidental (Aristóteles). La primera abstracción es la cantidad: prescindir de cualquier otro accidente de las cosas que no sea su magnitud, el número que las define. Origina la dicotomía cualidad/cantidad. Dará lugar a la aritmética y a las matemáticas. En segundo lugar la verdad: considerar únicamente en los conjuntos de entidades escogidas su concordancia con la realidad.  La verdad que la metafísica adopta es la verdad absoluta, 100% verdad, excluyendo la verdad fraccionaria (probabilidad), lo que permite la dicotomía verdad/falsedad (todo lo que no es verdad es falso). La disciplina que opera la verdad en la mente es la lógica (que cuando es formal es independiente de los contenidos y se atiene exclusivamente a la forma). El acceso a la verdad (la forma de abstracción) se produce de distintas maneras: instinto, intuición, revelación, analogía, etc. con especial incidencia en la inducción (de lo particular a lo general) y la deducción (de lo general a lo particular). 

 

La tercera gran abstracción es el concepto que convierte los datos del mundo en contenidos mentales. Para ello resume cada entidad en unos pocos rasgos fundamentales (definición). Su ciencia es el lenguaje y la dicotomía que origina es la esencia/apariencia. La cuarta -pero no última- es la igualdad que permite asimilar conjuntos distintos en una forma común. Existen distintos grados de igualdad (al revés que la verdad): identidad, igualdad, similitud, topología, etc. Origina la dicotomía entre la igualdad y la diferencia. Las ciencias que la tratan son la ética y la política. Estas cuatro, serían las fundamentales formas de abstracción-universalización, pero no son las únicas. El sicoanálisis realiza otra gran abstracción: el género único. El falo es la premisa universal del pene, es decir, todos los géneros tienen uno. La mujer es un hombre capado. Ni que decir tiene que el machismo (la sojuzgación de la mujer por el hombre) tiene aquí su justificación definitiva. 

 

Las tres abstracciones-universalizaciones básicas de la economía política establecidas por Marx son: 1) los agentes (compradores y vendedores) que participan en el mercado, considerados como iguales. Podríamos decir: la igualdad de los mercadeantes en su relación social; 2) las mercancías, que son los equivalentes universales del trabajo abstracto, y 3) el dinero, que es el equivalente universal del valor. El trabajo abstracto es una abstracción (como no podía ser de otra manera) del trabajo humano que lo reduce a su componente de esfuerzo o energía gastada. El valor, es una nueva abstracción que reduce el trabajo al tiempo invertido en efectuarlo. Todas estas abstracciones cuantifican las categorías básicas (valor, mercancía, trabajo abstracto, y dinero)  reduciéndolas a pura contabilidad numérica. Esa cuantificación esconde cualidades que se pierden y de entre las cuales cabe destacar dos: que inducen relaciones sociales que determinan el destino de los productos y de los agentes, y que sostienen la ficción de que la plusvalía (la parte del valor que no se paga al trabajador) es nula. A esas dos ficciones-ocultaciones Marx les llama el fetichismo de la mercancía. 

 

Estas dos últimas grandes abstracciones, del sicoanálisis y la economía política,  se separan de las cuatro primeras por cuanto estas aceptan la división por categorías aristotélicas: la sustancia, el ser, la esencia como categoría principal relegando las otras a la categoría de accidentes: cantidad, cualidad, relación,  espacio, tiempo, posición, posesión, acción y pasión. Marx en su economía política sustituye el ser por el trabajo, estableciendo otra metafísica. Otro tanto hace Freud que añade al ser consciente un ser inconsciente (y esquivo). Hegel entronizará la historia (el tiempo) como categoría central de su metafísica y Virilio también impugnará el esquema metafísico clásico al situar el habitar como categoría principal. 

 

La metafísica clásica al situar al ser como categoría principal se centra en la ontología despreciando el devenir, el movimiento frente al estar. Sin embargo algunas de esos atributos, como el espacio, el tiempo o la relación, tenían entidad suficiente como para ser, si no más importantes que el ser, por lo menos equiparables en importancia. La ontología (el privilegio que se ha dado al ser) ha dominado nuestro pensamiento en detrimento del devenir, que sería el ser en el tiempo o -más atrevidamente- el tiempo como protagonista. Es imposible entender el mundo, si solo contemplamos un instante temporal que es el ser. Pero hay que reconocer que -en el afán de simplificar que es el conocimiento- suprimir el tiempo fue un hallazgo, provisional, pero hallazgo. Los presocráticos naufragaron en su intento de separar el ser del devenir. Platón y Aristóteles armonizaron las cosa… pero desde el ser. El fin de la metafísica que se produce en el SXX puede ser la puerta para que un pensamiento centrado en el espacio-tiempo-posición-relación sea posible. 

 

El pensamiento evolutivo (Darwin) fue la primera gran contradicción a la metafísica, pero no fue la única: la termodinámica (que estudia grandes conjuntos de entes (moléculas o átomos) por sus efectos estadísticos y no por su esencia individual) fue la segunda. La oposición a estas dos actitudes fue, por parte de la metafísica, feroz. En el SXX la posmodernidad de Lyotard y Derrida se opondrán a la metafísica clásica, éste último con el concepto de “deconstrucción” que se refiere específicamente a la deconstrucción de la metafísica. Otras metafísicas son posibles como la cibernética que opera la abstracción (o su equivalente) utilizando las bases de datos operadas por grandes computadores en un nuevo esquema: bases de datos-computación/retroalimentación (causalidad compleja)-ley. El pensamiento femenino -en ciernes- también anuncia otra forma de enfrentarse al mundo bajo los auspicios de la síntesis, el cuidado, la conciliación, el diálogo, etc. frente al análisis, la destrucción, la confrontación, la imposición, típicamente metafísicas-clásicas y masculinas. Lo que aquí está en juego es si se puede establecer una metafísica del habitar: “habitar es el nuevo ser”.

 

 

3.- Burguesía y clase militar. Lo militar ha sido siempre una incógnita excluida de la ecuación sociológica. Conceptos como proletariado militar no son usados habitualmente. En general se achaca exclusivamente a la burguesía (y su doctrina liberal)  la fundación del capitalismo y la lucha de clases (Marx afirma que la lucha de clases se produce por la negativa de la burguesía a abandonar sus privilegios). No es así para Virilio que entiende que la oposición al proletariado es una alianza de la burguesía y la clase militar. Si la guerra es parte estructural de la sociedad humana es evidente que la clase militar tiene que ser -de una vez por todas- incluida en la ecuación sociológica. La evolución de la sociedad humana viene determinada por la guerra, como estructura, y sus avances técnicos (las lanzas, los arcos, las ballestas, las catapultas, la bayoneta, la artillería, los carros de combate, la armada, los misiles, las armas nucleares…). Las estructuras pasivas como las murallas, los baluartes, las fortalezas, los castillos, las trincheras, las líneas defensivas, los campos de minas, etc. -muchos de ellos con gran importancia arquitectónica- son la respuesta a esos avances.

 

4. Migración y asentamiento. Hasta el neolítico 11.000 años atrás, la humanidad fue trashumante. El concepto vivienda estable no tenía sentido. Bastaba con tiendas o abrigos efímeros. La topología consagró ciertos lugares a lo sagrado (hierofanias: manifestaciones de lo sagrado) que con el tiempo se convirtieron en templos, las primeras construcciones no efímeras de la historia (Gobeki Tepe, en la actual Turquía 12.000 años atrás). La trashumancia todavía se sigue practicando hoy (ahora entre dos asientos estables, pero no permanentes) pero en aquel tiempo, simplemente, de un sitio para otro, tras los animales, o huyendo del clima al modo en que todavía lo hacen la gran mayoría de los animales migrantes. La humanidad nació migrante. El asentamiento es una gran proeza pues significa la dominación del entorno que, de pronto, se pone al servicio de los seres humanos, como antes nunca había ocurrido.

 

La vivienda no se hace sólida hasta que la humanidad se asienta por la consecución de medios estables de vida (agricultura, caza, pesca, ganadería). Probablemente las casa se construían con las piedras que se extraÍan de los campos de cultivo, tal como ahora se acumulan en las vallas.

Los excedentes los inventó el templo con la acumulación de los diezmos y las primicias. A ningún ser humano se le ocurriría acumular medios de subsistencia que suponían un trabajo extenuante en la obtención y en la defensa ante los predadores animales y humanos. Los templos podían hacerlo porque no les costaba nada. La primera muralla que existió fue para defender los excedentes de los que los habían donado. La ciudad nació como ciudadela.  Pero también los extranjeros ansiaban los excedentes por lo que el templo (los sacerdotes) armaban regularmente a los cazadores para defenderlos. Una vez rechazada la agresión los cazadores volvían a la caza y los sacerdotes a sus excedentes. 

 

Hasta que algún grupo de cazadores pensó que estaba bien vivir como los sacerdotes, sin pegar clavo. La mayor dificultad era Dios que amparaba a los sacerdotes por lo que se hizo necesario reivindicar la monarquía por la gracia de Dios, para establecerla. La siguiente fase fue amurallar las ciudades pues la monarquía se sustentaba en la extorsión de la defensa. Obviamente las murallas no tenía que ser necesariamente de piedra, podían ser accidentes naturales: el mar, el desierto, la montaña… La muralla desencadena la invención tecnológica de los medios de asalto. Escaleras, torres, caballos gigantes de madera, flechas flamígeras, etc. Es la escalada bélica que nunca cejará. Pero lo esencial no es como ocurrió (eso es el relato) sino la radical diferencia que se establece entre los pueblos nómadas, los migrantes, y los pueblos asentados. Virilio lo explica así: el asentamiento es la identidad.

 

5.- La ciudad. La ciudad es un nudo de relaciones, contingente de proletarios (militares e industriales) y refugio de migrantes. Para Virilio la ciudad no es unitaria, agrupa dos tipos de  hábitat: el de los poderosos (la burguesía comunal aliada con la clase militar): la vivienda propiamente dicha, y el alojamiento del proletariado -situado y definiendo el extra-radio, el suburbio, de los migrantes: sobrevivienda. La primera es un núcleo intenso de relaciones que se convierte en el soporte del conocimiento: la ciudad es un mecanismo de pensamiento, de progreso: evolución. La ciudad facilita el asentamiento de los artesanos -originalmente migrantes- que necesitan contingentes suficientes de clientes, para sobrevivir. La segunda solo puede aspirar a la revolución: “Toda revolución se hace en la ciudad” (Virilio. 2006, 15), a cambiar un estado de cosas injusto y opresivo. Esta tensión, sobrevivirá toda su historia y definirá la situación de conservadores (que quieren que todo siga igual en lo social y progrese en lo técnico) y progresistas (que quieren cambiar el estado social de cosas sin poder influir en el progreso técnico). La tecnología nace, ya, elitista. Todas estas características hacen que se desarrollen temprano (9000 años atrás: Jericó, Çatal Huyuk…). El tamaño creciente de las ciudades facilta la especialización de las infraestructuras. Al templo y al palacio se unen el mercado, teatro, etc. 

 

Pero la ciudad genera funciones desde su interior y la principal es la de seguridad. La paz ciudadana fomenta el desarrollo y el progreso. La seguridad se especializa en: exterior, frente a los invasores, paz propiamente dicha, e interior, entre los ciudadanos, paz-orden. En la ciudad se sobrepasa el estatuto de familiar (que define a las tribus) para encontrar un nuevo tipo de aglutinante: la ideología. La afinidad entre los ciudadanos no es de sangre sino de carácter. Ello les permite sobrepasar el tamaño de las aldeas y así acometer obras que necesitan una mayor participación: las infraestructuras. Todo esto conduce a la especialización  y a las clases-castas. El decreto de Clístenes en Atenas, que supera la división de los barrios por parentesco e implanta la división por situación, suele destacarse como el inicio de la democracia (y superación de la aristocracia/oligarquía): lo que aúna a los ciudadanos es su barrio, su situación topológica). Este hito -situado 2500 años atrás- debió producirse mucho antes y muchas veces, y no solo origina el “zoning” urbanístico sino que se prolonga hasta nuestros días. La ciudad -a pesar de esas zonificaciones y especializaciones- procuraba un lugar de encuentro entre razas, culturas, e ideologías, lo que facilita que la condición de extranjero, de “otro”, de los diferentes, se atenúe y se produzca la superación de la guerra por extrañeza (tribal) hacia la guerra por intereses. La ciudad es mestiza en todos los sentidos.

 

Ya tenemos una base de la que partir, Ahondemos, pues, en el asunto.

 

El desgarrado. Mayo 2023.

 




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