» 31-07-2024 |
Podemos definir las categorías de diversas maneras: los conceptos más generales; disposiciones o matices del pensamiento; todos los objetos posibles de la experiencia; etc. De una manera o de otra son las formas en las que introducimos en nuestra mente (conceptuamos) --mediante abstracción u otro método- el mundo en que vivimos. Es un mapa, un listado, una guía. Obviamente el mundo no es así como lo categorizamos. El mundo es una presencia, no una representación. Nuestras categorías son simplificaciones del mundo tanto para comprenderlo como para operarlo. Pero no solo lo representamos en nuestra mente sino que también lo jerarquizamos, y aquí se establecen las grandes diferencias de intelección del mundo, dando lugar a diversas metafísicas. Porque la metafísica (en cuanto sistema de pensamiento) es un sistema de categorizar el mundo, de jerarquizarlo. La metafísica tradicional escoge la sustancia (el ser) como la categoría principal y con ello refiere un mundo estático, en el que el devenir, el cambio (el transcurso del tiempo) debe ser introducido de otra manera. El tiempo es una categoría en este sistema, pero no la principal ni tan siquiera en el mismo plano que el ser. La metafísica tradicional es un sistema de pensamiento en el que el cambio está supeditado al ser, pues la gran pregunta es: ¿qué es ser? y la trampa ya está servida pues solo podemos acceder al ser, a través del es.
A lo largo de la historia han existido metafísicas alternativas, pero solo en el sentido de priorizar una u otra categoría (el devenir, el ser, la idea, el lugar: topología, la relación, la historia, el habitar, el trabajo, la jerarquía, la experiencia, Dios…). Sustancialmente el sistema era el mismo pues el pensamiento se origina universalmente en la división en clases (partición de lo sensible) y su jerarquización. A partir de ahí todo es un simple refino: más clases y otras jerarquías. Ante un mundo complejo, una mente limitada solo puede simplificar: primero las cosas, por reducción de ámbitos, por expurgado de cualidades (abstracción); después las relaciones: por equivalencias, por reducción, por operación, etc. Así nuestra metafísica empieza por separar el yo del mundo (partición de lo sensible) y posteriormente todo tipo de pares de oposiciones en una visión dualista (hegemónica pero no única). Las clases se obtienen por agrupación de objetos con las mismas propiedades, clases que permiten el tratamiento unificado de sus miembros. Pero esta misma clasificación proporciona los universales por abstracción. Así se obtiene: la cantidad (matemáticas), el concepto (linguística), la verdad (lógica), la igualdad (ética-política), el sistema trabajo (la economía), el sistema dominación (género, sexo, raza, clase…). La interacción entre estas disciplinas complejifica el sistema a medida que la capacidad mental crece. Los principios del cálculo de clases lógicos invaden la cantidad y el concepto dando lugar a los principios fundamentales (identidad, contradicción, tercio excluso…), las categorías, etc. Todo se puede separar en particiones de lo sensible y todo se puede relacionar en nuevas unidades que permiten prever comportamientos futuros. Hacer (síntesis) y deshacer (análisis). El secreto de la antigua farsa.
Todos los pensadores dividieron de una u otra manera el continuo en categorías pero no siempre clasificaron al mundo en una relación exhaustiva de ellas. Me centraré en (algunos de) los que así lo hicieron.
Aristóteles. Sigo a P. Ruiz Trujillo, “Aristóteles”, RBA, 2015. Para Aristóteles las categorías son lo que distingue las distintas formas de ser. Pero también indican las distintas maneras de predicar, entendido como aquello que se dice del sujeto. En la proposición silogística el sujeto y el predicado se unen por la cópula: el ser. Establece diez categorías: sustancia, calidad, cantidad, relación, lugar, tiempo, posesión, acción y pasión. “En consecuencia, en cualquier cosa que digamos sobre el mundo y sobre cómo es, necesariamente formará parte de una de esas categorías, y por eso podemos afirmar que cada categoría también es un tipo diferente de realidad” (Ruiz 2015, 67). "Cuando hablamos (o pensamos) acerca de la realidad, nuestras palabras (o pensamientos) se refieren en último término a entidades que hay en esa realidad y también a cosas que les pasan a esas entidades. Cabría decir que el lenguaje está básicamente compuesto de nombres propios (que designan cosas concretas) predicados (que designan lo que decimos, o sea lo que predicamos, sobre cómo son esas cosas concretas). Pues bien, las sustancias vendrían a ser aquellos objetos a los que nos referimos mediante los nombres propios. Hay que tener claro que una cosa es el objeto y otra diferente el nombre por el cual nos referimos al objeto; lo primero es una realidad que está en el mundo y lo segundo es una realidad que, aunque también existe, es lingüística, pertenece a nuestro lenguaje (Ruiz 2015, 69).
“¿Y qué ocurre con los predicados, esos términos que significan algo aplicable a muchos individuos, Como las palabras “blanco” o “grande”) Pues, de entrada que no son sustancias porque no son cosas concretas, sino abstracciones. No podemos señalarlas con el dedo. Estas palabras son lo que denominamos genéricamente universales, y a diferencia de lo que cree Platón, para Aristóteles no pueden existir separados de los individuos. No existiría algo así como la idea universal de “hombre” si no existieran hombres concretos o la idea de “cuchillo” si no fuera porque hay cuchillos concretos, ni la de “blancura” si no fuera porque existen cosas concretas que son blancas. Para Aristóteles, los universales están (son) necesariamente en los particulares” (Ruiz 2015, 70). Recordemos que las categorías aristotélicas son en gran manera predicados (de hecho todas, menos la sustancia). Incluso las llamó predicamentos.
De estas categorías Aristóteles entiende que la sustancia es la principal (en sí) y el resto son accidentales, y esta simple distinción origina un tipo determinado de metafísica: la metafísica tradicional u occidental. El ser (y el estatismo) quedarán entronizados para siempre en nuestra cultura. Aristóteles pensó en complementar las categorías (predicables) con el movimiento (Motu) -entre otros- pero finalmente se decidió por una complicada teoría del cambio (movimiento) que salvara la brecha abierta por la principalidad del ser (sustancia). Por otra parte la clasificación de las categorías nunca ha tenido mucho predicamento entre los filósofos. El mismo Kant -a pesar de su depuración del concepto- sufrió el escepticismo de los críticos (sobre todo cuando afirmó que las categorías (y los juicios) eran doce y ni una más. Peirce fue más cauto y tras establecer sus tres categorías, las retiró del apriorismo del entendimiento al requerir su comprobación experimental.
Kant. Sigo los “Prolegómenos de Kant, Ediciones Istmo, 1763 (2015) y Juan Solé “Kant” RBA, 2014. Kant, Explica en lo “Prolegómenos” (manual de uso práctico de la “Crítica de la razón pura”) la génesis de las categorías en el parágrafo 39 (Kant 1763, 187). Antes recordemos que el sistema kantiano pretende armonizar la eterna pugna entre racionalistas y empiristas -iniciada por Platon- y en el que se dirime si la realidad es lo que pensamos o lo que pensamos es la realidad. Acepta un entendimiento de la realidad, a priori (al margen de la experiencia), en conceptos, que se aplica a los datos de las sensibilidad (intuiciones) conformando la razón (ideas). Existen pues los incognoscibles (noumena), las cosas en sí, a los que no se puede acceder mediante la experiencia y sí desde el entendimiento. Para él las categorías son los conceptos a priori (ajenos a la experiencia, a diferencia de los conceptos a posteriori abstraídos de la experiencia). Considera, como cualquier filósofo, la unificación de cualquier “agregado” de principios o conceptos en un conocimiento a priori, esencial para su cometido. Y eso se propone respecto a las categorías aristotélicas entendidas como un agregado (no sistemático) de conceptos empíricos. Para ello rechaza los conceptos elementales puros de la sensibilidad (lugar, tiempo) y del entendimiento (posición: situs) y estudia todos los demás a la búsqueda de un principio por el cual pudieran ser medidos. La indagación de ese principio del entendimiento le conduce al juicio, que ya había sido sistematizado por los lógicos (proposiciones: cantidad y cualidad; silogismo: relación). De ese modo las categorías son funciones puras del entendimiento, funciones lógicas, indeterminadas respecto de todo objeto y de su concepto.
La función de los juicios lógicos fue: “determinar exactamente el verdadero significado de los conceptos puros del entendimiento y la condición de su uso” La lista de estos juicios era, dividida en cuatro grupos: Cantidad (universal, particular, singular); Cualidad (afirmativo, negativo, indeterminado); Relación (categórico, hipotético, disyuntivo) y Modalidad (problemático, asertórico, apodíctico). Respecto a las categorías aristotélicas las declara “Completamente inútiles y constituyen un mísero registro de nombres, sin explicación ni regla de su uso” (Kant 1763, 193). La deducción de las categorías kantianas a partir de los juicios no figura en los “Prolegómenos” y son los siguientes: Cantidad (unidad, pluralidad, totalidad); Cualidad (realidad, negación, limitación): Relación (Inherencia causalidad comunidad); Modalidad (posibilidad, existencia necesidad). Kant añade a las categoría unos “principios del entendimiento” que se corresponden con ellas.
Respecto de las categorías aristotélicas las kantianas son funciones lógicas ajenas a todo objeto exterior y su concepto; está sistematizadas alrededor del juicio lógico; son conceptos a priori del entendimiento ajenos a la experiencia. Para Solé: “… las categorías nos conducen a una nueva facultad del espíritu humano… Las categorías se aplican a la intuición sensible para dar unidad a su multiplicidad. Sin esta síntesis de la multiplicidad no podría haber conocimiento de objetos, no habría experiencia: nuestras percepciones serían un flujo de representaciones sin conexión. Y esta síntesis que efectúan las categorías nos descubre la unidad de la conciencia, porque, si bien los objetos se piensan por medio de las categorías, no serían pensables sin una unidad previa; es decir, la síntesis que se realiza en el conocimiento solo es posible dentro de la unidad de la conciencia. La conciencia que conoce, y que se revela como una condición necesaria de la experiencia, ha de pertenecer a alguien, a un yo constante en el tiempo, “yo pienso” que debe acompañar al pensamiento y a la intuición” (Solé, 2014, 73).
Peirce. Respecto a Aristóteles retoma su clasificación de las categorías (elementos fundamentales de la realidad) y destrona al ser de su posición principal entre ellas, lugar que concede a la relación, lo que supone una refundación de la metafísica. Pasando por las categorías de Kant (con quien reconoce su deuda) las reduce a tres: lo primero: la relación con uno mismo (novedad, originalidad, espontaneidad, libertad, posibilidad, presencia, conciencia, etc.); lo segundo: las relación con el otro (negación, compulsión, dependencia, lucha, efecto, diferencia, etc.); y lo tercero: la relación con ambos (crecimiento, aprendizaje, evolución y en general cualquier relación que implique la existencia de una regla o una intención). Para Kant, “la experiencia proporciona ciertamente casos por los cuales algo acontece habitualmente, pero nunca acontecimientos que sean necesarios” Y concluye: “hay algunos elementos de lo conocido que preceden a todo acto de conocimiento: se trata de los aspectos que ponemos nosotros en nuestra experiencia o más exactamente de las conclusiones que impone nuestra propia situación como sujetos cognoscentes”. Las categorías son condiciones de posibilidad de la experiencia, y poseerán por tanto una aplicabilidad universal. “Podemos conocer el mundo fenoménico, el de las cosas tal como se nos aparecen, pero no el nouménico, el de las cosas tal como son en sí mismas”. El pragmatismo excluye de sí los incognoscibles (noumena).
Por todo ello concluye Peirce: la esencia de la filosofía de Kant es contemplar el objeto real como determinado por la mente. Visto así, el pragmatismo no sería más que el kantismo llevado hasta sus últimas consecuencias. Kant, en su argumento para establecer la lista de las categorías se basa en el juicio como forma de conocimiento. Peirce discrepa, pues entiende que el acto de conocimiento obedece en realidad a una forma aún más fundamental que el juicio: la representación o la relación semiótica básica. La deducción peirceana de las categorías consistirá en un examen empírico del actos semiótico con el fin de aislar sus elementos básicos e imprescindibles. Considera el acto semiótico como una relación necesariamente, triádica pues la idea de que algo (un signo) represente algo (un objeto) es totalmente ininteligible, si no se introduce un tercero en la relación: el intérprete. Peirce no se conforma -como Kant- con declarar sus categorías las más fundamentales sino que anuncia su comprobación, y para ello, la revisión completa de los conceptos tradicionales de la lógica, con una nueva notación. Su demostración formal es criticada pues depende de su propia notación pero Peirce se defiende aduciendo que la demostración es imposible: (como ya hizo Kant) simplemente propone una hipótesis que luego deberá comprobarse empíricamente.
El giro lingüístico supuso el entronizamiento del lenguaje en la filosofía. Para ello Peirce descompuso el signo en tres componentes (frente a los dos de Saussure: significante y significado): signo, objeto e interpretante. El interpretante es una tercera instancia que regula las relaciones entre los dos primeros (la prelación) y con elementos terceros (circunstanciales). Clasifica el signo -aplicando las categorías- en icono (posibilidad), índice (existencial y símbolo (realidad) de acuerdo con el tipo de relaciones que establecen: formales (parecido), espacio-temporales (posición) y convencionales (arbitrarias). Esta clasificación será ampliada a diez elementos por aplicación de las categorías a las relaciones entre categorías y posteriormente a 66. La reducción del ser (existencia) a índice -una categoría entre otras- implica su expulsión como categoría principal. El interpretante no es un componente lógico por lo que no tiene imagen sino utilidad: interpretar la relación entre el signo y el objeto. Al abrazar la fenomenología Peirce (en el momento de su vida en el que trata de establecer sus ideas como sistemática) se incapacita para refinar su teoría, particularizarla y se queda en simples directrices generales de acción: como ver.
El proceso de abstracción de las categorías a través de estos tres autores ha sido importante: de predicados (Aristóteles) a funciones lógicas (Kant) y a la relación semiótica básica (Peirce). De diez a tres, pasando por doce. Su particular estatuto entre lo real y lo mental le hace desplazarse de acuerdo a los designios de los autores. De la (meta)física a la epistemología y a la lingüística. No es de extrañar que las categorías causen rechazo: son tierra pantanosa, que ni es tierra ni es agua. La metáfora del agua -que Peirce opone a la metáfora arquitectónica- encuentra así su lugar.
El desgarrado. Julio 2024.