» 10-08-2019

El relato 21. Lo verosímil como certeza parcial.

 

Hemos visto como el tránsito del instinto al pensamiento intelectual supone el abandono de la seguridad/necesidad instintiva por la incertidumbre/libertad intelectual. De pronto todas las posibilidades son igualmente simétricas y la elección prefijada del instinto se convierte en la zozobra de encontrar las razones que deshagan el empate y se pueda producir la elección. El mundo azaroso nos propone diversas opciones a las que el sujeto debe caracterizar, evaluar, distinguir, para que una de ellas se convierta en necesaria. Es lo que hemos llamado la nostalgia del instinto en el bien entendido que no es la nostalgia hacia el instinto, la pulsión de su recuperación, sino la conciencia del paraíso perdido en que las elecciones, las opciones estaban perfectamente claras. Visto desde otro punto de vista es el paso de situaciones que solo permiten dos opciones: la verdad y la falsedad, conveniente o no conveniente, una elección digital al fin, a el abanico de todas las posibilidades, de todas las probabilidades desde el cero% (la falsedad) hasta el 100% (la verdad). El asno de Buridán nunca se murió de hambre. Una de las dos opciones siempre fue más tentadora gracias a su instinto. El verdadero asno es el ser humano que se debate entre opciones simétricas y, a veces, paralizantes.

 

También hemos visto como -en el periodo mítico- merced al deseo, la intuición, la topología, la tópica, la religión, la analogía, etc. el ser humano deshace el empate y se decide por alguna de las opciones adentrándose en los mecanismo de la decisión intelectual (mental). Pero antes y con los atractores que caracterizan lo que luego se convertirán en las artes, ya había encontrado “razones” que le sacaran de la imposibilidad de la decisión o de la opción: el ritmo, la melodía, la armonía, la rima, la métrica, la fuerza de la gravedad, la trascendencia física, la composición, la complementariedad de los colores, y un largo etcétera. Posteriormente encontraría el sistema de abstracción/universalización/ley que a través de la cantidad, la verdad, el concepto y la igualdad, un método -falible pero consistente- en el que basar decisiones sobre el mundo, que podemos llamar plenamente “racionales”. Finalmente la cibernética rematará esta evolución hacia la verdad/seguridad gracias a la retroalimentación (feed back), la conputación y las bases de datos (big data). Pero este avance entre el azar y la necesidad no estaría completo si no le añadiéramos un elemento fundamental: el relato.

 

El relato representa el término medio entre el azar y la necesidad, entre lo cierto y la duda insuperable, entre lo verdadero y lo falso. El relato es lo verosímil. Pero no lo intermedio temporal, en un desarrollo diacrónico sino lo intermedio en un desarrollo sincrónico, epistemológico, mental. Es instalarse en la posición intermedia: lo verosímil es mejor que la incerteza mientras no podamos acceder a la verdad. Y lo verosímil quiere decir lo probable, lo que tiene posibilidades de ocurrir. El relato es la probabilidad introducida en lo mental. Parafraseando a Badiou en relación a la danza que definía como “poesía, sin aparato de escriba” El relato es la probabilidad sin aparato numérico. Durante siglos lo probable ha sido relacionado con la ignorancia. Era lo normal en un sistema que solo consideraba la certeza como la posición idónea. Ignorancia que deberíamos distinguir en epistemológica (insuperable) y fenimenológica (eventual). La cuántica deshizo este malentendido: la probabilidad de la función de onda (la trayectoria cuántica de una partícula/onda) no es debida a la ignorancia sino que es estructural, intrínseca a la idiosincracia de la partícula y a la escala. Ya antes la ley de los grandes números había demostrado que podemos acotar el error estadístico hasta los límites que queramos, lo que convierte a la probabilidad, “de facto” (es decir, en la práctica) en un sistema exacto.

 

Para entender como lo exacto (la verdad) y lo aproximado (la probabilidad) pueden ser “prácticamente” iguales podemos recurrir a varias opciones. En primer lugar a desechar el superparadigma metafísico que nos obliga a pensar en pares de oposiciones excluyentes: verdad/falsedad; esencia/apariencia; exacto/aproximado, etc.. Como la cuántica demuestra los pares onda/partícula posición/velocidad pueden ser no excluyentes o excluyentes respecto a sus homólogos en física clásica, simple y llanamente por cuestión de tamaño (por pasar de lo cotidiano a lo microfísico), por cambio de escala. El cálculo diferencial se basa en aproximar un curva por pequeños tramos de recta o por considerar que un infinitésimo al cuadrado (multiplcado por sí mismo) es nulo. Porque la medida instrumental jamás es exacta. El proceso de comparación (entre el aparato de medida y el objeto medido) implica siempre una cierta disparidad. Para medir la posición de una partícula hace falta iluminarla y como los fotones son del orden de magnitud de la partícula esta se verá perturbada en su posición y la medición será imposible. La exactitud es relativa al fin para que la utilicemos. Es utilitaria y no absoluta.  Para fabricar pelotas de fútbol los milímetros son accesorios. Para colisionar partículas los armstrongs (diez mil millonésima parte de un metro) son importantes. La exactitud es un concepto límite y la medida no solo depende de la exactitud del aparato.

 

Todas estas premisas son las que aplica el relato en la cuantificación de la realidad de forma natural, hasta el punto que lo verosímil se convierte en cuasi real. No porque lo sea sino porque si puede ser real, es como si lo fuera… parcialmente. Todo lo posible es probable y todo lo probable es parcialmente cierto. Se produce aquí una confusión entre lo sincrónico (algo es un 16.66% cierto si su probabilidad estructural es 1/6, como las seis caras de un dado) y lo diacrónico: en diez experimentos en uno será cierto y en cinco falso. Es el concepto de ergodicidad: la igualdad entre hacer un experimento con un objeto muchas veces (tirar un dado diez veces) o una sola vez un experimento con muchos objetos (tirar diez dados una vez). El relato es un modo de conocimiento ergódico: la probabilidad es tomada por certeza parcial. La verdad no es un concepto absoluto y por tanto la falsedad no existe. Es una cuestión de grado. Todo es parcialmente cierto. Como dirá Heidegger la verdad es un acontecimiento.

 

Resumiendo en ciertos límites asumibles de la realidad (fuera de la metafísica, considerando la escala, estableciendo la medida como dependiente del acoplamiento del aparato y el objeto, aceptando la ergodicidad, en el sistema multiverso…) la verosimilitud es una forma de verdad, precisamente la verdad del relato. Por tanto en ciertos límites el relato es una forma de conocimiento de lo real tan efectiva (o tan poco) como la cantidad, el concepto, la verdad o la igualdad. En cualquier caso la diferencia de exactitud será una cuestión de grado y no una cuestión absoluta. La idea de que algo posible participa de la realidad es una idea fuertemente enraizada en el alma humana. Psicológicamente no hace falta justificar la realidad del relato. Subjetivamente no hay duda de que el relato es una forma de conocimiento de la realidad. Objetivamente, por lo menos, la duda es razonable.

 

El desgarrado. Agosto 2019.

 




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