» 09-12-2023

El relato 34. La causalidad y el relato tendencial.

Como sabemos la inducción no es posible porque la causalidad no es necesaria en lógica, es decir no se puede asegurar que una determinada sucesión de acontecimientos se produce siempre. Pero la causalidad está ahí y podemos estar razonablemente ciertos (centro de unos límites indefinidos) de que mañana amanecerá otra vez (la proposición “mañana saldrá el sol” es razonablemente cierta) . Podríamos decir que existe una probabilidad estadística difusa, subjetiva, en nuestro registro  o condicionada, a la veracidad de los registros históricos. Como sabemos, también, Reichembach cuantificó estas probabilidades mediante “pesos” o frecuencias estadísticas de modo que la relación entre la teoría y la verificación experimental fueran posibles. Lo cual no nos asegura que no exista una probabilidad estructural en las leyes que gobiernan el mundo (que como Kant diría: nos es inaccesible en cuanto noúmeno). Aunque habría una diferencia significativa entre la probabilidad transaccional (en el paso de la teoría a la verificación práctica) y la probabilidad estructural, voy a soslayarla por cuanto, de ser así, no estaría al alcance de la ciencia. 

 

Puede darse el caso de que nuestra experiencia o conocimiento de esa probabilidad no sea susceptible de cuantificarse por un “peso” o una frecuencia, sino que sólo seamos capaces de cuantificarla (si así se puede llamar). adverbialmente (lingüísticamente). Es ese el caso del relato. La verdad fraccionaria (graduada entre entre 0% y el 100%), o simplemente adverbialmente entre mucho y poco) es la verosimilitud, que sería al suceso que tiene apariencia fenoménica de verdad o que podría, probablemente, ser verdad. Antes de aparecer la filosofía (la racionalización de los sucesos del mundo) y la ciencia (la racionalización y verificación experimental de esos sucesos) el ser humano se desenvolvía en el relato, no tenía forma de asegurar la certeza de los sucesos. A esta época de la evolución (más que histórica) se la llamó, mítica. En la era mítica la verdad (necesariamente fraccionaria) reside en el relato. El relato es la ciencia y la filosofía de los antiguos. Los relatos son originalmente orales (retóricos) y solo mucho más tarde pasaron a la escritura. La Biblia es un relato transcrito de la tradición oral, como lo es la Iliada o la Odisea, ya dentro de la historia. Hubo dos transiciones, la primera de los relatos orales a los escritos SXXIX AC) y la segunda de los relatos escritos míticos a los relatos escritos racionales (SV AC),

 

Una vez aparecida la racionalidad en Grecia, los relatos escritos anteriores empiezan a ser irracionales, incomprensibles para la razón. Son los relatos míticos, que vistos desde la racionalidad son relatos de ficción. Entendiendo la ficción como una estructura de racionalidad (Rancière). Su valor de verdad declina ante la filosofía (la razón) pero su estructura aristotélica (secuencialidad, causalidad, verosimilitud necesariedad) permanece. Como pasó con otros formas míticas, tras la aparición de la razón, ésta las convirtió en arte. La magia era una forma de conocimiento basada en la relación con seres divinos o diabólicos del más allá (del mundo trascendental). La magia también fue arrinconada por la razón (aunque muy posteriormente a la llegada de la filosofía)… aunque fue racionalizada. Desde entonces la magia es hierofánica (manifestación de lo sagrado en las religiones) o espectáculo, denunciando la relación, que en el mundo de la razón, unen magia y arte. Podemos comparar la aparición de la razón en el mundo mítico, con la aparición del oxígeno en la evolución de la vida (hace 2.000 millones de años), una hecatombe de proporciones siderales, aunque, suficientemente dilatada en el tiempo, como para poder ser asimilada por la evolución. 

 

Por otra parte la razón necesitaba de mecanismos de universalización para convertir el nuevo mundo en comprensible, es decir sometido a relaciones necesarias. Singularmente (es decir para la metafísica) este mecanismo fue la abstracción, que permitía simplificar el mundo percibido hasta reducirlo a características comunes a grandes colectivos de objetos. La abstracción fue precedida por la clasificación (milenios antes) que ordenaba el mundo en clases de objetos similares. Conceptos de abstracción, como la cantidad, permitían crear clase de objetos que solo tenían entre sí la coincidencia en la cantidad. Como de todos los objetos del mundo se puede distinguir una cantidad, la cantidad es un mecanismo de abstracción universal. Otra manera de establecer clases universales es la taxonomía (natural o artificial). La especie humana (homo sapiens sapiens) forma una clase universal en la que algunas características pueden variar (ciertos colores, ciertas magnitudes de altura o de peso, diversas lenguas, etc,) pero que es fácilmente establecible… si descartamos algunas anomalías como el Yeti o el hombre lobo. 

 

Pero había otras maneras de obtener clases universales de objetos por ejemplo… el ejemplo. El ejemplo es un caso particular que toma valor de universal (sin serlo) por similitud y no por igualdad. Del mismo tipo es el paradigma instado por Agambem. Pues bien, el ejemplo (o paradigma) es el mecanismo intrínseco del relato para universalizarse. El relato es la descripción de una serie de sucesos ejemplares que son directamente aplicables al gobierno de  la vida real, es decir son una forma de pensamiento o conocimiento. Otra forma de abstracción universalizante, es el concepto (asimilable a la definición). No estaríamos en el nivel taxonómico de la especie sino, del orden o el género. Aquí el procedimiento de asignar “pesos” de Reichenbach es perfectamente admisible. Pues podemos definir, estableciendo una serie de características peculiares y dándoles un peso estadístico, forma de definición ya contemplada por Aristóteles y que tiene cabida en el pensamiento cibernético, en forma de bases de datos. Desmond Morris utilizó el sistema de definición por listado en “La mujer desnuda”.

 

Entre el conocimiento y la ignorancia no existe el abismo que nos propone la verdad absoluta (verdadero o falso) sino que existen multitud de grados (no siempre cuantificables). El relato fue (y sigue siendo) una forma de aproximación a la realidad al convertir la ficción en una estructura de realidad. La literatura y el cine son un ejemplo. La ejemplaridad o paradigmática -al incidir en la definición de universales- también tercia en la posibilidad de aproximarnos a la realidad. La ciencia adolece de los mismos problemas que los sistemas apropximados de conocimiento. La cantidad iguala cosas cualitativamente distintas, los conceptos se desdibujan por los extremos. La igualdad tiene infinitos grados (tautología,  identidad, igualdad, similitud, simetría, semejanza, parecido, caricatura, aire, etc.) y lo mismo ocurre con la verdad  (verdad absoluta, fraccionaria, verosimilitud, cuasiverdad, falso positivo, nada, etc.). Unos pocos caos está definidos por la igualdad o la verdad absoluta y en los otros, podemos hablar de probabilidad, tendencia, sesgo, uniformidad, homogeneidad. Ese es el espacio del relato. .No todo el conocimiento ha de ser estricto. A veces un poco de conocimiento, es mucho.

 

El relato no es una forma de conocimiento porque no es necesario, sus proposiciones no se cumplen en cualquier tiempo y lugar. Pero sirven como pauta o como ejemplo, aplicable al gobierno de la vida. El caso del cine es paradigmático: los espectadores están dispuestos a creerse una película de principio a fin. Y ¿cómo encontrar sentido al hecho de leer una novela? El método científico ha establecido que todo lo que no es necesario (se cumple en cualquier situación) no es científico y por tanto, no accede a la verdad científica. Pero el método científico tiene sus lagunas como: el proceso de verificación de la teoría por el experimento (Oldroid), la dificultad de la universalización, etc. La probabilidad (la verdad fraccionaria) y la estadística, tienen recursos para reducir su falta de verdad absoluta mediante la aplicación de la teoría del error (mininimizar el error a magnitudes tan pequeñas como se quiera). La ley de los grandes números o la lógica probabilística van en el mismo sentido. Existe pues un punto de encuentro entre la verdad científica (disminuida) y el relato (aumentado)- Ahora que nos dirigimos a “Tiempos líquidos” (Bauman), de deconstrucción (Derrida) y de pensamiento débil (Vattimo) en los que las verdades absolutas se tambalean, estamos en el momento del relato como forma de pensamiento. En una forma menor de verdad fraccionaria, pero verdad al fin

 

El desgarrado. Diciembre 2023.

 




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