» 17-03-2024 |
Antes de la aparición del Logos el mito ejerció el papel de vehículo del conocimiento. Mirando que innovaciones supuso el Logos, podemos inducir cómo se desenvolvía el relato mítico, con el conocimiento. El logos define un nuevo tipo de verdad. En primer lugar es exterior al sujeto: es objetiva. Crhis Carter -en Expediente X- lo resumía en : “La verdad está ahí fuera”. En segundo lugar era una verdad en el espacio. El tiempo había sido suprimido mediante la elección de rodajas de realidad de tiempo cero. El ser se había impuesto al devenir. Por último era absoluta, no presentaba valores parciales. La verdad era discreta, todo o nada, 0% o 100%. Este planteamiento fue necesario para enfrentarse a un mundo de una complejidad que no aceptaba análisis sin simplificaciones extremas. El borracho solo puede buscar las llaves junto a la farola, pues lejos de ella, no ve y no puede buscar.
Antes de estas simplificaciones el mito aceptaba la verdad subjetiva, y no solo la aceptaba sino que la situaba en el lugar, la autoridad o la experiencia en lo que se llamó topología (lógica del lugar). El mito -como el relato- era la verdad en el flujo del tiempo, y era el tiempo el que le daba la razón. Tal como estableció Aristóteles el relato (el mito) era secuencial (tiempo-activo), causal (el futuro es consecuencia del pasado: es el tiempo la razón de las cosas), necesario (todos los elementos que componen el relato son necesarios para su realización y “a contrario” no aparecen elementos innecesarios). Por último el mito se conformaba con la verosimilitud, la apariencia de verdad, una alta probabilidad, la verdad fraccionaria. El Logos fue un avance pero también una gran simplificación.
El mito (el relato) es el método científico de la antigüedad. Mediante la topología (subjetividad), el destino (la verdad en el tiempo) y la verosimilitud (la verdad fraccionaria, la estructura de verdad), el mundo podía ser conocido y dominado… con un grado de certeza aceptable (probable). La topología puede parecer una verdad exterior pero no lo es por cuanto es el sujeto el que atribuye esa verdad al lugar o al sujeto revestido de autoridad. Lo mismo es aplicable a la mitología, el sistema de los dioses que con apariencia de exterior no deja de ser la invención del hombre. (¡No. Dios no creó al hombre. Fue el hombre el que creó a Dios!) El tiempo (ese parámetro excluido del logos) demostrará que el logos es una aproximación a la Verdad, al igual que lo fue el mito, pero gracias a su simplificación del mundo permitirá que el saber vaya avanzando hasta llegar al punto en que el Logos sea desechado, como lo fue el mito, por un sistema de saber superior, para el que la verdad colonice tanto el exterior como el interior, se amplíe al tiempo (el devenir) y acepte su parcialidadn estructural. Pero la aparición de Logos no anuló al mito sino que lo absorbió (esa manera de crecer del saber por adición, en vez de por sustitución) y de él podemos encontrar vestigios reconvertidos al nuevo marco.
Dentro del sistema lógico siguen existiendo relatos míticos. Aparte de los religiosos -que aunque forman parte de nuestra vida no forman parte de nuestro sistema lógico- y que siempre son un relato. El relato de la horda primigenia en la que el padre posee todas las hembras de las que priva a los hijos y al que estos asesinan, fue expuesto por Freud en “Totem y tabú”. El relato del principio de la sociedad desde el caos de todos contra todos hobbesiano hasta el orden político. Las fantasías cognitivas que todos guardamos en nuestras cabezas: el superhéroe, la imprescidibilidad, el príncipe azul, y sexuales como la esclava sexual, la pornografía, la violencia de género, etc. El arte, que de forma de conocimiento por manipulación de lo real en lo real, queda relegado a manifestación estética. La catástrofe racional dejo en el otro lado múltiples manifestaciones que no tenían cabida en el nuevo orden y fueron reorientadas para poder ser admitidas. El relato se reconvirtió a la nueva fe lógica como arte: literatura, y más modernamente: cine. Hoy forma parte de una verdad no admitida pero sí deseada, otra escena en la que la felicidad es más fácil.
En el mundo científico todo lo que escapaba a la relación en el espacio (al margen del devenir) fue expulsado. Así cuando Darwin expuso su teoría de la evolución no solo se encontró con la oposición de los creacionistas sino con la de la ciencia en general, pues su teoría era tiempo-dependiente en un mundo espacio-dependiente. La verdad del tiempo no es como la verdad en el espacio, hecha de relaciones lógicas. Veamos la selección natural como ejemplo de una verdad tiempodependiente. La verdad genética es la que se impone porque vence al tiempo. Si decimos que el chimpancé se comporta como si quisiera que sus genes prevalezcan sobre los de sus contendientes estamos diciendo que solo los individuos que presenten el rasgo diferencial que favorezca esa opción se reproducirán y por lo tanto estarán presentes en los genes del futuro. El chimpancé no sabe el fin que persigue, empujado por sus genes (su comportamiento es instintivo), pero la selección natural favorece la opción que queda del lado del éxito reproductivo. La lógica de la selección natural no es igual que la lógica tradicional. La termodinámica es otro ejemplo de ciencia alternativa a la lógica. Estudia el comportamiento estadístico de grandes volúmenes de partículas en vez de estudiar el movimiento de cada partícula. La verdad es relativa y no absoluta como la newtoniana del movimiento. Lo mismo ocurrirá con la física cuántica que introducirá la probabilidad en la esencia de la materia.
Mientras el hombre se especializa en lo puntual, pero con mayor profundidad, la mujer se nutre de lo general, pero más superficialmente, y de la socialización, de modo que sus intereses cognitivos divergen. El hombre se hace analista cuando la mujer se hace sintetista, se especializa en la destrucción, donde la mujer se afana en la construcción. Con la fuerza bruta y la fuerza de su mente analítica el hombre da un golpe de mano y se establece como modelo de igualdad (la igualdad consiste en ser igual al hombre), como depositario de la verdad, como especialista en todo, como maestro indiscutible. Los conocimientos y la destreza manual de la mujer son despreciados. Irigaray supone que este golpe de mano se produjo en el nacimiento del Logos, pero pudo ser milenios anterior, previo al pensamiento mítico. Fuera cuando fuera, la verdad masculina forma con las otras tres componentes de la verdad mítica el sistema de la verdad mítica que posteriormente se convertirá en la verdad lógica.
Quizás podríamos añadir una quinta característica a esa verdad que funda el logos pero que también está presente en el mito: la trascendencia. El conocimiento de la muerte incita al hombre a buscar la inmortalidad y esta se posiciona en la otra vida, la de la persistencia en la memoria (la inmortalidad de la obra) y la de la otra escena: la ultratumba. También la trascendencia es netamente masculina. Es el hombre el que no acepta su papel circunstancial en la vida, su efimereidad. La mujer lleva la trascendencia de serie: la maternidad. Sus genes pasarán a la siguiente generación, la trascenderán. Con el Logos la trascendencia funda la metafísica, la vida de ultratumba, el más allá. Cuando la preocupación por la vida es acuciante es difícil pensar en la trascendencia, que parece nadar en la abundancia o por lo menos en la seguridad vital. Sin embargo la religión, en cuanto gestora de la idea de Dios, sí es fácil que pronto descubriera que la promesa de la vida eterna era una forma de poder y motivo de sumisión.
En resumen el Logos es un sistema de verdad objetiva, ontológica (el ser es puro espacio), absoluta (la probabilidad no forma parte de la verdad), unigénero (solo existe el género masculino) y trascendente (no solo hace al hombre inmortal sino que ella misma lo es). Por el contrario el sistema mítico es subjetivo (emocional, sentimental, topológico), tiempo-dependendiente (la razón reside en el tiempo), verdad-relativo (aspira a lo verosímil y no a la verdad absoluta). Las otras dos características el unigénero y la trascendencia no serían diferenciales sino comunes, aunque singularizados en la expulsión de la mujer del logos (y del saber mítico).
El desgarrado. Marzo 2024.