» 21-04-2024

Epitafios 5. Natural.

“Empieza aquí la última etapa de mi vida, la más natural y no la menos importante”

 

Toda la filosofía se encierra en la voz “natural”  del diccionario. En nuestro egocentrismo hemos hecho del “ser” el eje de nuestra vida (física y espiritual) pero el ser no explica ni el pasado (la historia y por tanto el tiempo). Ni tampoco explica el devenir, el futuro. Solamente explica el presente, nuestra existencia en el espacio instantáneo, en esa rodaja -atemporal y temporal a la vez- que es el presente. Tal como explicó Einstein el tiempo y el espacio son variables dependientes, es decir, son partes de lo mismo: la una determina a la otra. Y no podemos comprender las dos a la vez. El espacio es una sección del continuo temporal en el que se ha supuesto el valor nulo del tiempo, Una rodaja del continuo cuya duración es nula (no otra cosa podía pasar si hacemos el tiempo igual a cero). Y viceversa, si hacemos el espacio nulo es decir, le quitamos su valor fijo y lo hacemos continuamente variable, lo que ocurre es el tiempo, la historia, el devenir, como observación hacia atrás y como previsión hacia delante. Ni el ser ni el presente existen, son supuestos que nos ayudan a comprender una realidad demasiado compleja como para no fraccionarla en partes más simples. 

 

Pero no todo lo determinó Einstein con su relativización de la realidad (en la que solo permitió un absoluto: la velocidad de la luz). Consideró el tiempo una ilusión, “por persistente que esta sea” -le dijo a la viuda de Basso- pero podría haber considerado el espacio como una ilusión y el tiempo como una realidad, pero así no hubiera tenido la popularidad que tuvo. No estamos preparados para aceptar que “somos” nada. Porque las posiciones tiempo nulo y espacio nulo son simétricas, equivalentes y relativas (dependientes la una de la otra), por eso su composición: la velocidad puede plantearse como absoluta, puede mantener un valor constante mientras sus componentes (espacio y tiempo) varían el uno en relación al otro. El cine lo explica muy bien: un fotograma es un espacio desligado del tiempo, su existencia (su ser) es relativo al de los otras fotogramas respecto a su conjunto (la película: la velocidad encarnada). en cuanto el tiempo empieza a correr la sucesión de fotogramas (espacios) producen el movimiento, la composición del espacio y el tiempo.  

 

Hay otras constantes en la física (entendida como nuestra descripción de la realidad) que aparecen siempre que se relacionan dos (o más) variables dependientes, cuya relación fija es precisamente dicha constante, pero no tienen entidad física, no corresponden a algo en la realidad que pueda ser identificado como ser. Quizás por eso la física no ha podido explicar por que tienen el valor que tienen, más allá del principio antrópico: tienen el valor que permite que nosotros existamos. Pero también existen constantes “corpóreas”. Los electrones (y muchas otras partículas elementales) son constantes es decir exactamente iguales entre sí e incluso sus composiciones (singularmente átomos) también lo son. Tenemos, pues constantes relacionales no existenciales y existencias existenciales no relacionales (o sí, como el caso del átomo). La física actual piensa que el ser y el no ser no suman cero, no cumplen con los principios aristotélicos de identidad, no contradicción y tercio excluso (para resumir) que definen el ser. La única explicación lógica que tenemos para el big bang es la disociación de la nada en partículas y antipartículas, lo que desplaza el problema a cómo se estabilizaron en su separación. El ser y el no ser (la nada) no son conceptos excluyentes sino complementarios: juntos forman el universo.

 

Perdonad la digresión pero me puede el sesgo científico. La cuestión es que la relación entre la vida (el ser) y la muerte (el no ser) no es una cuestión sucesiva sino simultánea y como explicó Einstein la cuestión de la simultaneidad es una cuestión de espacio y de tiempo, de relatividad, de ser y de historia. Y ello porque el concepto “natural” es muy poco natural. De todas sus acepciones destaquemos: relativo a la naturaleza, innato, inherente, congénito, nativo, originario, autóctono, no artificial, habitual, normal, corriente, sencillo, lógico, espontáneo, no sobrenatural. ¡Parece más fácil definir lo que no es natural! Entre todas las acepciones quiero distinguir: innato (conforme a la naturaleza biológica, resultado de la evolución), habitual, corriente (conforme con la costumbre, con la normalidad, no artificial), lógico (conforme con la razón, con la verdad lógica), no sobrenatural (ordinario, humano, terrestre, alejado de lo extraordinario). Lo biológico, lo razonable, lo sociológico, lo simple y lo supralunar. No se pueden separa estos aspectos de lo natural excepto como artificio cognitivo simplificador, sin correspondencia con la realidad. Han dado lugar a tres ideologías que pretenden la supremacía desde el principio de los tiempos: el materialismo, el idealismo y el eticismo. 

 

De acuerdo con el materialismo (empirismo) somos lo que la naturaleza ha hecho de nosotros: innatos, congénitos, inherentes, nativos, originarios. la verdad está en nuestro linaje (historia), que a su vez se proyecta en la naturaleza aparente, en el exterior a nosotros mismos, aprehendido por la percepción: de acuerdo con el idealismo (racionalismo), existe una verdad esencial, escondida en las cosas, somos lógicos, es decir inteligentes y podemos penetrar en esa verdad mediante la inteligencia; para el eticismo no somos solo individuos, también somos especie,  que es determinante para nuestra evolución, que sustituye el instinto por el inconsciente colectivo y la inteligencia grupal: la cultura. Aparece así otra verdad social que está afuera (en el Otro animado) pero que puede ser encontrada en el interior de las cosas mediante la inteligencia, que sustituye lo innato y lo esencial por lo ético-moral, por lo justo que pone la igualdad y la libertad en la presencia del Otro animado, en la convivencia social regida por el deber ser, por el ideal de la sociedad. Kant pensó que la síntesis de materialismo e idealismo (empirismo y racionalismo) en un materialismo abstracto, era la solución, pero se perdió en el intento de racionalizar la ética de asentarla en bases lógico-cuantitativas, es decir metafísicas. No se atrevió a deconstruir la metafísica para la que dispuso un lugar especial (de hecho le cambió el concepto). Tampoco se atrevió a acabar con lo sobrenatural (versión juedeo-cristiana) pues el inconsciente colectivo no estaba listo para emanciparse de la religión, de Dios como explicación. 

 

 La metafísica entronizó al individuo -no a la sociedad- y esa tendencia no ha parado de crecer a medida que nuestro género avanzaba en conocimientos y en afán emancipatorio. La metafísica planteó la división del mundo en el ser humano (el conocedor) y el resto (lo por conocer). Y ese resto del mundo incluyó al Otro tratado como inanimado. La separación del individuo, y la potencia de conocer. El devenir era demasiado complicado y se entronizó la categoría del ser como fundamental ,lo que relegó el tiempo a una ilusión (el destino). La cantidad, la verdad, el concepto formaron el núcleo duro al que se unirían otras abstracciones universalizadoras (si el conocimiento no es universal no es nada): como el género masculino en sicosnálisius y el dinero o la mercancía en economía. Veinticinco siglos a durado la institución. Recién a finales del SXX se ha planteado la deconstrucción de la metafísica. La ciencia y la tecnología han sido sus grandes logros pero menos espectaculares que la estricta realidad alcanzada: seguimos desconociendo las respuestas a las preguntas importantes ¿Qué, cómo, dónde, cuándo, por qué? Al zoo de partículas elementales, la teoría del todo y la explicación de las constantes del universo debemos añadir nuestro total desconocimiento de la materia y la energía oscura (el 95% del universo). Y la ya citada cuestión de la nada y el origen del universo. Podríamos añadir la teoría del TODO es decir la armonización de las ciencia exactas y las humanistas. La cantidad sufre a manos de los números imaginarios y de los vectores, los tensores y las matrices; la verdad sufre a manos de la probabilidad (la verdad fraccionaria) y el concepto tiene que convivir con la ambigüedad tan necesaria para la convivencia social como para las lógicas difusas. 

 

¿Morimos cuando nos morimos o continuamos la vida por otros medios… naturales? Los elementos materiales que componen nuestro cuerpo no mueren, se descomponen para poder ser reutilizados en otros organismos (la reencarnación es una realidad aunque no en su integridad). Nuestros átomos son las piezas de recambio de otros organismos. Lo que cesa con la muerte es la máquina entrópica, el mecanismo de parasitar energía del medio al que provocamos la muerte para que nuestra vida sea posible. Devolvemos cuando morimos el saldo energético que hemos acumulado en forma de vida y de información. Es el fin para nuestra consciencia pero no para el mundo, para el que somos un proceso y no un fin. La naturaleza ha inventado la herencia genética como forma de inmortalizar la especie, pero a costa del individuo. El individuo es una pieza, un medio para que fines mucho más importantes sean cumplidos. Morirse es un acto de solidaridad con la especie, un sacrificio heroico, pero sin reconocimiento individual.  Morirse es lo natural, lo otro es el sueño del mono loco. 

 

El desgarrado. Abril 2024




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