» 30-05-2020 |
El modelo de toda trascendencia es la de la vida ultra-pasando la muerte. Esa es la única trascendencia que interesa: vencer a la muerte, llegar más allá del mundo sensible para adentrarse en un mundo inteligible (creado por nuestra mente), espiritual (más allá del materialismo) en el que sea posible alternar con la mismísima divinidad. La trascendencia religiosa supone por tanto alcanzar el más allá, los cielos, el reino de Dios (que por definición es inmortal)… la inmortalidad (la transmortalidad). La inmortalidad es una obsesión para el ser humano que tiene conciencia cierta de la muerte y no por ello la acepta. La muerte es una experiencia sensible pero no inteligible (suprasensible). Según el principio de inducción (experimental) la muerte nos llega a todos. La lógica no acepta el principio de inducción (lo que ha ocurrido un millón de veces no tiene por que ocurrir una vez más) por lo tanto la idea de la inmortalidad es lógica… por exclusión. No es una idea descabellada.
La trascendencia es una estrategia social que parte del animismo (la trascendencia del alma) y se instalará en la trascendencia religiosa (el reino de los cielos o paraíso). La idea del alma (el animismo) es antigua. Desde que el hombre (material) tiene nombre (inmaterial) se plantea el problema de donde va lo inmaterial (el nombre) cuando lo material (el hombre) muere. El nombre permanece (y se le transmite a su hijos o ahijado para que vuelva a tener un soporte material). El nombre trasciende a la muerte. El nombre sin hombre es un espíritu vagando, lo que no puede traer nada bueno. La idea de los enterramientos surge tanto de la protección de los restos de la depredación de los animales como del confinamiento de los restos para que su alma no vuelva a ajustar las cuentas que dejó pendientes. Porque los espíritus, las ánimas pueden volver. Los espíritus vagantes se coagularán en las ánimas y después en los dioses: en la religión, primero politeísta y finalmente monoteísta. De esta manera se construye la idea de lo inmaterial, espiritual, suprasensible, inteligible, en una palabra de lo trascendente.
Pero no solo en la religión tiene cabida la idea de trascendencia. Ese concepto de lo espiritual frente a lo material, lo suprasensible (inteligible) frente a lo sensible, la esencia frente a la apariencia, es una idea demasiado golosa como para abandonarla. La metafísica es la trascendencia de la física, la física de lo espiritual, inmaterial, etéreo (en cuanto no físico). El fundador de la metafísica es Platón que descubre que más allá de la apariencia (de la forma) existe una esencia que es mucho más explicativa: la idea, el concepto. Ambas pasan por el proceso de universalización/abstracción/ley que funda la metafísica. Salir de la incertidumbre pasaba por obtener certezas, por hacer que las relaciones entre las cosas fueran necesarias (deducibles o inducibles). La certeza se obtiene por la universalización es decir, que haya una gran cantidad de cosas que se comporten de la misma manera y eso, a su vez, se obtiene por abstracción que es la poda de los fenómenos hsta que solo queden unas pocas cualidades comunes o generales. Lo que tienen en común cinco dedos y cinco personas es el número cinco: la cantidad. La cantidad es la abstracción, en diversos conjuntos de cosas, del número que comparten, de la cantidad, prescindiendo de todo lo que las diferencia. Una vez obtenida esta simplificación igualadora solo queda inferir la ley aplicable a los conjuntos.
Este mecanismo de abstracción/universalización/ley descubrirá cuatro campos privilegiados: la cantidad que origina el cálculo y las matemáticas; el concepto que originará el lenguaje; la verdad que originará la lógica; y la igualdad que originará la ética y la política. Por otra parte la igualdad se convertirá en el común denominador de las cuatro como suprema simplificación en la que las desigualdades quedan excluidas. La metafísica no acaba ahí. Se plantea el mundo -en una nueva simplificación- como pares de oposiciones (material/espiritual, verdad/falsedad, igual/desigual…) que se resuelven en la preponderancia de una de ellas… según la escuela. La oposición material/espiritual dará origen al idealismo si prepondera lo espiritual y al materialismo se prepondera lo material. Y todo ello como estrategia para conocer el mundo mediante simplificaciones profundas.
Pero no todas las estrategias pretenden el conocimiento del mundo. Para Kant (pero no para otros) la estética (el arte) no tiene tal pretensión. ¿Quiere eso decir que no pretende la trascendencia? En absoluto. El arte en sus orígenes (antes de separase de la religión y de la ciencia) pretendió obtener la trascendencia por sus propios medios: la magia. Pero también por medios físicos como la arquitectura de la Torre de Babel. Lo que pretendió la Torre de Babel fue alcanzar los cielos, trascender al más allá por lo tecnológico (afán que todavía dura). Ese empeño tiñó la arquitectura que inició una alianza duradera con la política (el palacio) y la religión (el templo), con el poder en una palabra. la esencia (trascendencia) de la arquitectura es el poder. Pero el camino de la trascendencia no había acabado.
En el símil de la trascendencia con el tránsito de lo material a lo espiritual el arte escogió el camino de la superación de la forma (de alguna manera su autodestrucción) sin embargo ese camino condujo al Gótico, al Barroco y al Manierismo, es decir a tres momentos sublimes de la historia del arte. Pero dejemos la idea de lo sublime para una discusión más extensa. Se lo merece. Porque para muchos pensadores la trascendencia y lo sublime (que tiende al infinito, a lo in-forme, lo inagotable) tienen mucho que ver con la trascendencia. Pero será otro día.
El desgarrado. Mayo 2020.