» 01-06-2020 |
El arte -siguiendo el ejemplo de la vida- también aspira a la trascendencia. El arte se encuentra sujeto a la utilidad, la materia y la técnica. La inutilidad fue una de las premisas que le puso Kant. El arte se desliga de la artesanía por su completa inutilidad excepto para el placer; la inmaterialidad se plasma en el estilo, el gusto, el talento, el placer, el genio… pero también en el arte póvera (hecho con materiales innobles); la superación de la técnica conducirá al arte “naïve” y al “bad pinting”, al arte primitivo, infantil y demente. Pero sobre todo se encuentra sujeto a la forma. Para ello tiene que superar 1) la naturaleza (la figuración): trascendencia por inclusión, y 2) al objeto artístico (la creación): trascendencia por invención, o bien 3) trascender la forma (la disolución): la iconoclastia, la transcendencia por exclusión. Pero este último camino abandona la estética para adentrarse en la religión. El arte contemporáneo buscará un lugar intermedio entre la exaltación de lo bello (figuración, creación) y su denigración; entre la idolatría y la iconoclastia. Sigo a Mario Perniola, “La estética contemporánea”, 2016 (1997). La balsa de la medusa
Pero la forma no es unitaria, sino que presenta (al menos) dos caras: la forma inteligible (suprasensible): eîdos, y la forma sensible: morphé. “Es como si la forma, después de haber trascendido la vida, no llegara a tranquilizarse en un resultado, sino que se viera obligada a llevar a cabo un movimiento de autotrascendencia, que a su vez, debería tener una conclusión en algún modo formal, so pena de convertirse en pura espiritualidad religiosa” (Perniola, 2006, 61). Kant, en “La crítica del juicio” ya distinguió entre lo bello (adecuación a lo sensible) y lo sublime (oposición/exclusión a lo sensible). En lo sublime hay implícita una trascendencia, pero de naturaleza moral, superior a lo sensible pero que solo puede exhibirse gracias a la forma sensible. Lo sublime contiene formas de autotrascendencia que aspiran a ser más que formas. De hecho existen más nociones de forma: eschéma (habitus), shape (creación), gestalt (sicología de la forma), y forma kantiana (condición a priori del conocimiento). La pregunta que ahora corresponde es ¿Qué formas artísticas permiten que la experiencia estética trascienda la simple forma?: El barroco, el tardorromano, el gótico y el manierismo.
a) El barroco. Wölfflin distingue lo renacentista y lo barroco como dos categorías formales opuestas entre sí. La primera unida al respeto de las normas y la simetría; la segunda animada por la búsqueda de lo excepcional e insólito. El barroco consiste en una tentativa de ir más allá de la forma; pretende reproducir a través de medios artísticos el efecto causado por lo sublime; tiende a lo infinito, lo informe, lo inagotable; una excitación que arrolla toda identidad individual y arrumba toda vida particular. Se vale de una forma de representación -lo pintoresco- que busca una refiguración del movimiento a través de: el matiz; el claroscuro; la disolución de los contornos; la asimetría; la referencia a lo indeterminado, lo inaprensible, lo ilimitado que se manifiesta formalmente en el ocultar de ciertas partes que excita la fantasía. La simple forma se ve así absorbida por un contexto más amplio imposible de captar en una única percepción.
Lo renacentista y lo barroco corresponden a dos formas históricas de ver: lo lineal y lo pictórico que constituyen dos orientaciones opuestas de la sensibilidad. El primero es lineal y táctil, sitúa el énfasis en la realidad del mundo, prefiere la forma cerrada y la claridad absoluta, atiende a la armonía de las partes independientes. El segundo es pictórico y óptico, sitúa el énfasis en la apariencia, prefiere la forma abierta y la claridad relativa, disgrega todas las posibles identidades formales y reinstaura la continuidad del mundo. El barroco constituye la trascendencia de toda forma. La forma cerrada remite siempre hacia sí misma; la forma abierta tiende a superarse y aspira a presentarse como ilimitada, nos hace entrar en el mundo de lo inaprensible descubriendo la belleza de lo incorpóreo.
b) El tardorromano. Análogo instinto de trascender la noción de forma se encuentra en la obra “Cuestiones de estilo” de Alois Riegl en la que hace una nueva valoración del adorno. Se centra en los estilos ornamentales, como el geométrico y el arabesco, que se mueven en el fenómeno de la abstracción y la tendencia hacia lo inorgánico, en oposición a la bella vivacidad del arte griego clásico. En vez de imitar la naturaleza entra en competencia con ella (a la que considera imperfecta) en un intento de perfeccionarla, sustituirla por algo perfecto, eterno, inalterable. En primer lugar se enfrenta a la naturaleza viva oponiéndole lo inorgánico (arte Egipcio). El siguiente paso es enfrentarse a la naturaleza inorgánica: todas las formas sensible aparecen ahora como imperfectas y caducas. Estamos en el aniconismo y la informalidad: la perfección espiritual de Dios.
La Grecia clásica y el Renacimiento son un breve paréntesis en una historia en que la lucha contra la forma ha constituido el principal motivo: el arte hebraico, el arte bizantino, el tardorromano y el islámico. En el arte moderno la Reforma continuará la tendencia a la superación de la forma. En “El arte industrial tardorromano” establece la voluntad artística como algo previo a la forma y precondición de la misma, afín a la forma kantiana, que condiciona el nacimiento de la obra de arte. El arte tardorromano es un arte feo, sin gracia y carente de vivacidad, producto de una “voluntad artística”. Así tras el arte tardorromano se esconde algo que trasciende una bella apariencia formal y un evidente placer vital. La evolución del arte figurativo ha cubierto tres fases: arte egipcio (táctil: contorno, línea, continuidad de la superficie); arte tardorromano (óptico: luz, autonomía de las figuras, efecto, profundidad); arte Griego -como un compromiso entre los anteriores (punto de vista normal)-. Para Riegl lo importante acontece en los extremos.
c) Gótico. Mas preciso es Wilhem Worringer en “Abstracción y empatía”, para quien el estilo es la forma más pura y radical de la forma. Lo importante de la estética contemporánea de la forma no es la negación sino la individuación de una forma sublime, su trascendencia. En la oposición entre estética de la vida y estética de la forma, de un lado intensifica la vida: como empatía (proyección en lo externo de los propios sentimientos) o como naturalismo (acercamiento a lo bello natural), y de otro, escapa de los procesos vitales para ir más allá de la apariencia: como abstracción, o como estilo (el requerimiento de lo inorgánico). Worringer es más radical que sus antecesores. Retoma las consideraciones de Riegl sobre lo ornamental (pero desdeñando la imitación), pero la eleva a trascendencia de la naturaleza de modo puro y absoluto.
Considera al gótico como un paso adelante en la experiencia de lo inorgánico al que confiere estatuto de “vida artificial”, de mayor intensidad que la propia vida. En el gótico la abstracción se apropia de su opuesto: la empatía, en una inquietante mezcla de materialidad y sensibilidad. Lo gótico nos conduce a una experiencia de la forma que disuelve la noción misma de forma (configuración-identidad). A la trascendencia añade la exterioridad (antisubjetividad) en una excitación que es ajena al placer y al juego. En definitiva la voluntad del arte no pertenece al sujeto sino que se le impone. El sentir de la experiencia gótica no es un anhelo de espiritualidad… sino extrañeza y enigma. El arte gótico es asimétrico y desequilibrado. Una sublime histeria que solo encuentra satisfacción en el aturdimiento y la ebriedad. En el arte gótico más que el cuerpo importa el vestido (la victoria de lo inorgánico sobre lo natural). La emoción surge de la mezcla entre lo abstracto y lo material.
“Lo informe de Wölfflin, la voluntad artística de Riegl y el estilo inorgánico de Worringer se configuran como una lucha contra las discriminaciones propias del clasicismo, que había excluido de su idea de belleza las producciones de temas considerados inferiores” (Perrniola 2016, 73)… como los dementes, los primitivos, los niños o los no occidentales. Continuará.
El desgarrado. Mayo 2020.