» 06-05-2020

Estética 9-2. Producción de la obra y transformación del autor en Agamben.

9) En sus últimos años Foucault desiste de investigar el conocimiento de sí (la subjetividad a través del conocimiento) para centrarse en el cuidado de sí (la subjetividad a través del autogobierno y del autotrabajo) y para ello recurre a la antigüedad clásica. Complementaba así otro tema: la constitución del sujeto (como sujeto moral de sus propias acciones), confluyendo en un tercer tema: la estética de la existencia (pensar el trabajo de sí en términos estéticos). Lo que no significaba que el cuidado de sí o el ocuparse de sí mismo debiera leerse en sentido estético. Más bien lo que pretende es una lectura moral, ética, de la forma más austera, rigurosa y restrictiva.  ¿Qué significa entonces la estética de la existencia? Nos lo aclara en la introducción al volumen segundo de la “Historia de la sexualidad”: “Las <<artes de la existencia>> y las técnicas de sí a través de las cuales los hombres han buscado hacer de su vida “una obra que exprese ciertos valores estéticos y responda a determinados valores de estilo”, son en realidad “prácticas voluntarias y razonadas” a través de las cuales los hombres se fijan cánones de comportamiento que ocupan una función que Foucault define, sin reservas, <<etho-poiética>>” (Agamben 2016, 104).

 

El problema del cuidado de sí o del trabajo de sí encierra una dificultad preliminar de carácter gramatical. El pronombre “se” que expresa la reflexión presupone un sujeto (que opera la reflexión) que sin embargo es inexistente como sujeto. El “sí” sobre el que recae la reflexión no puede ser sustantivo. Es un sujeto inexistente. Por otra parte “ethos” se compone del reflexivo “e” más el sufijo “thos”. Significa así el modo en que cada uno tiene la experiencia de sí: “seidad”. Por tanto la idea de un sujeto ético es una contradicción en los términos: un sujeto inexistente. Ello hace que el sujeto que quiere entrar en contacto consigo, cae en una abismo oscuro y sin fondo. La noche oscura implícita en toda búsqueda de uno mismo, tiene aquí su raíz.  Foucault resume esta contradicción escribiendo: “el sí mismo con el que tenemos relación no es más que la relación misma… la adecuación ontológica de sí mismo con la relación”. No existe, por tanto, un sujeto antes de la relación consigo mismo; el sujeto es esta relación y no uno de los términos de la misma.

 

Ante la imposibilidad del trabajo de sí mismo sobre sí mismo, recurre a la idea de sí mismo y de la vida como obras de arte. “…existe una sola salida práctica a la idea de un sujeto que no nos está dado de antemano: debemos hacer de nosotros mismos una obra de arte…” (Agamben 2016, 105). Se trata de unir la relación consigo mismo a una actividad creadora, hacer una actividad ética de una actividad creadora previa. No se trata de construir el sujeto como el artista construye una obra de arte sino de construir una ética (la relación consigo mismo y el trabajo sobre sí) poniéndola en relación con una actividad creadora.  En el caso de la escritura (que otorga la felicidad) no porque sea feliz sino porque la felicidad de existir pende de la escritura (se vuelve posible solo a través de una actividad creadora).

 

10) En Klee se produce la coincidencia perfecta entre trabajo sobre sí y práctica artística. “Ninguna obra de Klee es solo una obra, todas reenvían de cierta forma a otra cosa, que no es sin embargo su autor, sino más bien la transformación del autor…” (Agamben 2016, 106). La coincidencia entre la creación de la obra y la recreación del autor es perfecta. Pero aquel que viene recreado no es el autor sino un metaautor (transformación del autor) más próximo a la creación “que tiene su morada tanto entre los muertos como entre los no-nacidos” (Ibid.). Es en la creación (génesis, formación) y no en la obra, en donde creación y recreación coinciden. Klee insiste en sus apuntes en la idea de que “no la forma sino la formación”. Así, si por una parte la creación recrea y destituye al autor de su identidad, por otra la recreación impide que la obra sea solo forma y no formación. “La creación vive como génesis bajo la superficie visible de la obra”: “la potencia, el principio creativo no se agota en acto, sino que continua viva en ella. Es en realidad “lo esencial en la obra”. Por eso el creador puede coincidir con la obra , encontrar en ella su única morada y su única felicidad: El cuadro no tiene fines particulares, solo tiene el objetivo de hacernos felices” (Agamben 2016, 107).

 

11) Conclusión.  ¿Cómo, la relación con una práctica creadora (un arte) puede hacer posible la relación con uno mismo y el trabajo sobre sí? No se trata de una simple mediación puesto que una práctica externa (la obra) no puede operar la relación consigo mismo (la transformación del autor). Conviene entonces que la práctica artística sufra también una transformación. “La relación con una práctica externa (la obra) hace posible el trabajo sobre sí solo en la medida en que se constituye  como relación con una potencia” (Agamben 2016, 107). Transformarse a través de la obra supondría vivir en continua transformación al albur de la obra. El verdadero alquimista es aquel que -en la obra y a través de la obra- contempla solo la potencia (esencia o naturaleza de cada ser en Spinoza) que la ha producido. Contemplar esa potencia es también el único acceso al ethos, a la “seidad”.

 

Porque aunque la contemplación de una potencia solo puede darse sobre una obra, esa contemplación se produce sobre una obra desactivada, permanece inoperante (inoperosa)… lo que la restituye a la posibilidad, se abre a nuevos usos posibles. “Verdaderamente poética es la forma de vida que en la propia obra, contempla su propia potencia de hacer  y de no hacer y ahí encuentra la paz. Un viviente no puede ser nunca definido a través de de su ora, sino solo a través de su inoperodidad, es decir, del modo en que manteniéndose, en una obra, en relación con una potencia pura, se constituye como forma-de-vida, en donde ya no están en cuestión ni la vida ni la obra, sino la felicidad. La forma-de-vida es el punto en el que el trabajo de una obra y el trabajo sobre sí coinciden perfectamente” (Agamben 2016, 108). El autor de una obra no es el sujeto soberano titular de una operación creadora y de una obra sino más bien vivientes anónimos contemplando y haciendo inoperosa la obra, buscando tener la experiencia de sí mismos y de mantenerse en relación con una potencia, es decir de constituir su vida como forma-de-vida.

 

El desgarrado. Mayo 2020.




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