» 01-04-2021

Fact cheking periodístico 1. Presentación. Méndez.

Las pruebas de verificación política se iniciaron en España por el programa de Pastor “El objetivo” en 2013. Posteriormente Apareció Newtral que tomó sobre sus hombres dichas pruebas como empresa subsidiaria. La verdad es que después de la natural expectación inicial estas pruebas han languidecido no es difícil pensar por qué: los políticos no son felices con que les echen en cara sus mentiras. Incluso la aparición de Newtral parece obedecer a deslindar esta empresa de “El objetivo” de modo que este último se pueda presentar ente los políticos como independiente de la operación de detectar y publicitar mentiras. La reacción natural de los políticvos mentirosos (me perdonaréis la  redundancia) es boicotear al programa que les deja con el culo al aire. Pero en la red clientelar española en la que no existe prácticamente el periodismo independiente, los periodistas alineados mienten lo mismo que los políticos y por las mismas razones. Newtral nos defiende de las mentiras de los políticos pero ¿quién nos defiende de las mentiras de los periodistas? Se inicia aquí esa defensa del ciudadano de las mentiras de los periodistas.

 

Los datos parecen inocentes de interpretación pero no es así. Dicen que la estadística es una mentira científica, pero más allá de las encuestas (que evidentemente inducen los resultados que anuncian) el contexto puede hacer que los datos no sean tan inamovibles como se dice. De hecho el propio dato numérico (la cantidad) ya es una simplificación o abstracción que ha podado todas las particularidades (cualidades) hasta dejar solo la cifra, cifra que oculta todo tipo de cualidades que desvirtúan su valor absoluto. El lenguaje también es perverso como cuando decimos que algo ha crecido un 100%, o hasta un 200% (es decir se ha doblado) en la seguridad de que ese 100 o 200 deja un poso de que el aumento ha sido mucho mayor. La pendiente de una recta a 45º es del 100% lo que resulta muy racional (es una recta que avanza una unida horizontal en una unidad vertical) pero poco intuitivo.

 

En el caso de las tertulias de opinión la cosa se dispara por cuanto las opiniones no tienen por qué ajustarse a los datos, lo que se entiende que es que no tiene por qué ajustarse a la verdad. El negacionismo es otra de esas maneras de manipular la verdad. Consiste en poner en duda las razones positivas del oponente. Es una extrapolación del principio de inocencia que invierte la carga de la prueba: es el acusador el que tiene que demostra la culpabilidad y no el acusado su inocencia. Ejemplo de negacionismo es negarse a cumplir una norma o aceptar una razón porque no está demostrado que sea eficaz o cierta.  Podríamos llamarlo el giro racional que discute el derecho, la política o la ética por no estar suficientemente demostrada “científicamente”. El negacionismo alcanzó su clímax con la evolución de las especies y el holocausto, hasta el punto que Habermas llegó a conceptualizarlo. Es exactamente el contrario del giro ético que tiende a convertir los hechos (los datos) en derecho, ética o moral.

 

Este giro racional es que el esgrime la comunidad de Madrid contra las normas del Gobierno sobre el control de la Covid. Frente a una norma de derecho positivo -cuya autoridad le viene del organismo o la institución que la emite y para nada de su racionalidad- oponen el argumento de que no está basada en estudios científicos conocidos (lo que puede ser cierto, pero no es de recibo). Y este es el caso de Méndez que en ARV de la sexta utiliza este argumento para defender la desobediencia de la comunidad de Madrid a cumplir las normas del Gobierno o de otras comunidades a incumplir las normas de uso de mascarillas en las playas: “No está demostrado que esas normas sean eficaces”. Tampoco está demostrado que la cárcel sirva para rehabilitar a los presos ni que las multas sean disuasorias pero por lo visto todo el mundo está de acuerdo en que la sociedad se vengue de los delincuentes privándoles de libertad o atentando contra su patrimonio. Ni que decir tiene que verter esos conceptos a la ciudadanía es irresponsable. Si el imperativo de la difusión de la verdad es tan acuciante para ciertos periodistas debería añadir las razones que hacen que el derecho positivo no es subsidiario de la verdad sino de la autoridad. No fue así. Para nada expresó sus dudas sobre la generación del derecho sino sobre la verdad de su contenido, lo que en el caso del derecho, es irrelevante. Claro que la explicación más sencilla para esa conducta (la de la periodista) es que lo que pretendía era intoxicar confundiendo el derecho con la verdad (con el dato o la cantidad).

 

Un periodista debería tener un compromiso con la verdad (los datos) prescindiendo de cualquier consideración personal sobre lo que opina (ética, moral o políticamente) o a quien se debe (quien le paga, su familia o con quien simpatiza). No era este el caso. Se tergiversa el espíritu del derecho positivo contaminándolo de verdad o de racionalidad. Pero además se alinea con las tesis de Diaz cuya animadversión por el gobierno “Frankestein” (ellos dicen) es más que evidente e interesada. No nos merecemos estos periodistas alineados. Si aquellos cuya profesión es la verdad nos mienten no nos queda ninguna otra defensa contra la iniquidad. El caso es comparable a los curas pederastas. Si el representante de Dios es un corruptor de menores ¿qué nos queda? Si los políticos argumentan en vez de actuar, los periodistas mienten en vez de ser veraces y los curan corrompen en vez de salvar almas ¿en que mundo vivimos?

 

El desgarrado. Abril 2021.




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