» 12-04-2021

Fact cheking periodístico 4. En la tertulia de la sexta.

¿Cambios de criterio o déficit de información?

 

La evidencia de que la espantada que han hecho los ciudadanos a recibir la vacuna de Astra-Zeneca (Extra-cínica dicen los castizos) ha sido culpa de los medios de información, ha conducido a un contraataque de estos, tratando de endilgarle el muerto a los políticos. A la voz de que son los constantes cambios de criterio lo que confunde a los ciudadanos (no olvidemos que esos cambios de criterio los transmiten los media a los ciudadanos) todo el colectivo se ha unido para salvar el culo (eso tan político… pero no solo de ellos). Afortunadamente no solo se han sacudido las pulgas sino que también se han afanado en dar un mensaje de sensatez y los ciudadanos (cuando han entendido el mensaje) han vuelto al redil que conduce a la inmunización de la manada. Y cómo no comentar que el país que más veces ha cambiado de criterio (UK) es el primero en Europa que ha alcanzado la inmunidad de rebaño. Y no creo que sea porque la cabra tira al monte.

 

Y con ello se explicitan varias cosas: 1) cuando se explican las cosas los ciudadanos, las entienden. 2) Las noticias no solo ha de ser primicias, originales  y truculentas. También han de ser prudentes. No se puede soliviantar al personal por conseguir una primicia (o incluso crearla). Si la orquesta del titanic se quedó con su capitán dando sensación de “normalidad” bien podrían los periodistas hacer lo mismo. Una cosa es informar y otra soliviantar. 3) La técnica de salvar el culo -por mucho que parezca una legítima argucia política- solo es marrullería. Sabemos que el periodismo no vende si no sorprende. La cuestión es si sorprender es prioritario sobre la información veraz o si es inasumible. No estoy matando al mensajero. Lo estoy buscando porque lo hecho en falta.

 

Es culpa de la gente que quiere seguridad

 

Es lo que se dijo en la tertulia del título. Asombroso. Los periodistas no tratan de informar con veracidad sino de darle a los ciudadanos lo que -ellos creen- que los ciudadanos demandan. Y como los ciudadanos piden seguridad pues se les informa a tumba abierta para que “suyas sean las conclusiones”. No es así,  la verdad tiene aristas e informar de forma sensacionalista implica que los ciudadanos reciban la noticia de forma exagerada. Las palabras (y la retórica) no son inocentes. El sensacionalismo no tiene que ver con lo que los ciudadanos demandan sino con lo que a los medios conviene. Y por último ¿desde cuando lo que los ciudadanos piden es lo que los periodistas tienen que darles. El tufo de salvar el culo no se apartó de la tertulia porque -aveces- el periodismo es propaganda y el domingo tocaba rescatar al periodismo de sus propios errores.

 

Científicos locos y dogmáticos.

 

La teoría del científico loco es habitual cuando se quiere desautorizar a quienes suelen tener una razón rocosa, inexpugnable como es la ciencia. Como la ciencia es inatacable se ataca al ser humano que hay detrás: el científico loco. Una variante del científico loco es el científico dogmático, aquel para el que su cometido está por encima de política, ética o sociedad. Existe cierto parangón con el periodista y ese espacio es el que se define como ¿La verdad es inalienable o depende de la política y de la ética? Lo que Aredt definió como la banalidad del mal, cuadra perfectamente con el científico al que le encargaron el gas Ziclón para exterminar el máximo número de personas, con el sistema más eficiente. Podría haber renunciado por cuestiones éticas pero científicamente hablando era un reto y lo siguió: banalizó el mal esclavo de un contexto que presentaba a los prisioneros como prescindibles. Miles de científicos han hecho lo mismo: la industria armamentística, la tortura y la ciencia al margen de la moral (como la transgenia, la defensa del tabaco, el negacionismo) han sido su tarjeta de presentación. Reagan lanzó la idea de la guerra de las galaxias y no lo hizo con sus propias habilidades tecnológicas personales, sino con un ejército de científicos. Y ese científico debe ser controlado por la política y por la información (o la opinión pública modelada por los medios).

 

¿Halo?

 

Podríamos definir el halo como la presunción de verdad de la que gozan determinados sujetos en determinadas situaciones: Los científicos en cuanto a la ciencia, los políticos en cuanto a lo público, los jueces en cuanto a la justicia, los curas en cuanto a Dios o los policías en cuanto a la ley. Podríamos añadir la palabra escrita en la prensa y la noticia emitida por TV (es decir: objetos que gozan de la presunción). Todos estos colectivos emanan veracidad formal, es decir, no por los contenidos sino por la autoridad tradicional de los emisores. En una palabra: es una verdad topológica, que reside en los colectivos (o en los objetos) que las emiten al margen de su contenido. El halo permite que la verdad no resida en el contenido (como exigiría la racionalidad) sino que reside en el sujeto. Para nuestra desgracia esa presunción ha pasado del sujeto individual (el gran hombre) a un colectivo profesional: los políticos, los científicos, los curas, los jueces o los policías. Es lo mismo que ha pasado respecto a la representación política que ha pasado del político individual que representaba a un grupo de ciudadanos a un colectivo profesional que no los representa y que solo los necesita como respaldo electoral. Hablar del halo está bien, pero habría que abarcarlo en toda su amplitud y en todos sus colectivos, del que el más importante, es el político.

 

Todos estos argumentos se esgrimieron en una tertulia que lo único que pretendía era salvar el culo de los periodistas de una cagada monumental como ha sido, que su forma de contar noticias hayan alejado de la vacunación al 60% de los madrileños (por citar al colectivo más abultado). A los políticos les gusta mucho que los políticos pidan perdón. ¿No deberían aplicarse el mismo rasero? Cuando un periodista muere, el duelo es nacional por la única razón de que ellos tienen el micrófono. Cuando un periodista la caga, el gremialismo inveterado de la profesión (que bien podría llamarse el miedo al micro del otro), lo obvia. Siempre recordaré al imbécil (¿Ferreri?) que, obligado a rectificar por el juez, dijo en TV aquello de CCOO para evitar decir Comisiones Obreras. Nadie en el mundillo periodístico lo comentó. Es de suponer que todos estaban de acuerdo. Respecto al “uniforme de las presentadoras” no estaría de más que se iniciara un “mee too” y se aireara eso que en “El escándolo” -sobre las trapalerías del director de la Fox, Roger Ayles- se airea con profusión. La defensa a ultranza de su independencia (en un mundo de la información dominado por crápulas) es insólita. Lo de que “el que se mueva no sale en la foto” lo dijo Guerra (un político) pero bien se podría aplicar a los periodistas. Y todo esto sin entrar en su intrusión en la literatura que hace que los días del libro podrían llamarse el día del periodista.

 

¿Es informar defender las propias posiciones? ¿Entendemos que informar es emitir palabras prescindiendo de su oportunidad, veracidad, intereses profesionales, dependencia de empresa u honradez? Los periodistas tienen el micro, lo que les da una enorme ventaja. Solo esperamos que sepan usarlo.

 

El desgarrado. Abril 2021.




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