» 26-04-2021

Fact cheking periodístico 6. Estrategias, fascismo/ comunismo, amenazas de muerte, y otras lindezas.

No se comporta la prensa de derechas igual que la de izquierdas. De entrada, existen muchas más cabeceras de derechas que de izquierdas y además más sesgadas. La razón y ABC son cabeceras de derecha simpatizando con la ultraderecha; el mundo (desde que echaron a Ramirez), se ha sesgado a la derecha; para colmo el País también se ha sesgado a la derecha. La única cabecera de derechas democráticas es LaVanguardia. Podríamos hablar de grupos mediáticos, porque cada cabecera tiene sus propias redes de televisión y sus periódicos digitales, pero no es mi intención hacer un mapa de la desinformación española. Baste con decir que los grandes empresarios de la información se llaman Berlusconi (Mamma chichos), Murdoch (Fox news), Turner (CCN); y los españoles son el Conde de Godó (La Vanguardia), Lara (Planeta), etc.

 

El alineamiento de esas empresas con la política es una relación de pleitesía. Atresmedia (que mantiene la mayor televisión de noticias de España), es absolutamente de derechas (como suele serlo el capital). Respeta unas apariencias de democracia (la pluralidad) pero barre para casa siempre que lo necesita. Su forma de dar las noticias se acompaña siempre de imágenes sin fecha y tendenciosas, que desdicen lo que dicen las imágenes de rabiosa actualidad. Como dijo el Gabilondo periodista en su día “cuando ganas las elecciones con la victoria llega la subvención y te regalan una red de TV pública y una caja de ahorros. Las redes de TV van camino de desaparecer (sustituidas por cadenas privadas que hacen el papel de las públicas pero mucho más efectivamente (como denuncia Rancière en su análisis de la plutocracia) y las cajas de ahorros cayeron en la desregulación que precedió a la crisis de 2008 (aquí 2009 por el desfase informativo) convirtiéndose en bancos los suficientemente grandes para que no se les pueda dejar caer y siempre dispuestos a ser rescatados, a repartir bonus fabulosos a sus dirigentes y a despedir tantos trabajadores como sea necesario. No lo olvidemos, con dinero público, porque ni siquiera supieron hacer su trabajo (o lo hicieron demasiado bien!).

 

Pero, tras el planteamiento, vamos a lo que os quería contar. Aparte de los más zafios, como Inda y su ataque virulento con mentiras y documentos falsos a la izquierda extrabipartidista, la prensa de derechas desarrolla una estrategia que es peculiar. Como sabéis en el SXX hubo dos totalitarismos brutales: el fascismo y el comunismo (deberíamos decir: de Estado), que tenían sus paralelos en el fascismo y el comunismo democrático (de partido). Tras la guerra europea el fascismo de partido se escondió en el ala ultra de los partidos de derechas, esperando su momento. El comunismo de partido se denominó euro-comunismo y continuó su labor política desmarcándose del comunismo totalitarista de Estado. Evidentemente la derecha quiso que ese comunismo de partido, ese euro-comunismo, fuera identificado con el totalitarismo e inició una campaña de acoso y derribo que todavía dura. La suerte le sonrió cuando a finales de la década de los ochenta cayó el muro de Berlín y con él, la URSS (el pacto de Varsovia) y Fukuyama dictaminó el fin de la historia y el triunfo definitivo e irreversible del liberalismo. Durante esa década Thatcher y Reagan había reformado el liberalismo a ultraliberalismo, cargándose a los sindicatos para dejar desprotegidos a los trabajadores y estableciendo un contubernio entre políticos y empresarios. El desmantelamiento del estado del bienestar fue el siguiente paso. La desigualdad se convirtió en la meta (social, fiscal, asistencial y de derechos). La globalización hizo el resto: las multinacionales se convirtieron en superpotencias económicas y dictaron su ley a los Estados.

 

La desafección de los ciudadanos por los políticos (que solo les hacen putadas) aumenta exponencialmente (mientras la democracia se convierte paulatinamente en oligarquía del contubernio entre los poderes fácticos y los políticos) y entonces los Estados sustituyen la amenaza: ¡que vienen los rusos! por ¡Que vienen los terroristas!. ¡Que vienen los islamistas! y por último que viene la Covid! Es el estado de la inseguridad. Un pueblo amedrentado es un pueblo fácil de controlar… cuando la fe de los ciudadanos en los políticos ha desaparecido. Estamos en el Estado de la inseguridad. Ya no se trata de tener bienestar sino de sobrevivir. “Independence Day” lo explica muy bien: lo que está en juego es la supervivencia: el enemigo es la covid, los alienígenas, enemigos consentido o inventados. Las cámaras de vigilancia se multiplican, los datos privados en manos de los gestores de las redes sociales son entregados masivamente a los Estados, y en nombre de la protección de datos se autoriza a que los políticos accedan a los datos privados de los ciudadanos con fines -de momento- electorales pero que en realidad son una fiscalización de nuestros perfiles para cualquier cometido. La información es poder y si para los empresarios tener nuestro perfil es sustancial, para los políticos es esencial.

 

Si la derechona dice que la izquierda es radical, bolivarista, que los partidos independentistas son terroristas, todo ello un abuso de lenguaje puesto que las autoridades los consideran legales y dentro de la ley, ante esa situación la prensa de derechas no dice nada. Eso es normal. Si la izquierda contesta que son fascistas entonces la prensa de derechas dice que ambos están crispando el debate político e instan a ambos a que rebajen el tono. No -señores de la prensa derechista- no es así. Hay que salir al paso de la crispación cuando aparece y no respetar a los tuyos y denunciar a ambos. El mensaje que llega a los ciudadanos es que ambos están tensando la cuerda y eso es intoxicar. Abascal se va a un barrio obrero a dar un mitin. Le apedrean. Entonces se queja amargamente de lo ocurrido y acusa a los partidos de izquierdas (llevando los adoquines al congreso) que han sido ellos los que han azuzado a los violentos. No es ético (provocar la inseguridad y predicar que la inseguridad es un desastre de la izquierda) pero es legítimo. Pero la posición de los periodistas que se callan cuando Abascal se va a un barrio obrero a provocar y luego se quejan amargamente de que le hayan apedreado a sus protegidos, sí es ilegítimo: no están cumpliendo con su trabajo, están engañando, están intoxicando.

 

Casado condena el tema de las amenazas de muerte a tres izquierdosos (dos de ellos del Gobierno), y añade, “… pero lo importante es que nos dediquemos a las cosas importantes”. Es evidente que las amenazas de muerte no son importantes, son chiquilladas de los fascistas… irrelevantes. Porque insultar a la izquierda es un deporte para la derecha, una derecha que no dudó en promocionar los delitos de odio, contra la religión, de enaltecimiento del terrorismo, etc. Eso sí, a través de sicarios interpuestos como abogados cristianos, hazte oír, las asociaciones de víctimas del terrorista o el abad de Cualgamueros. El mensaje de que el comunismo es totalitarismo (y sois vosotros) y el fascismo nazi, italiano o español (nada tiene que ver con nosotros) es habitual y sonrojante. Decir que el PP, que asistió dopado a las elecciones, utilizó una caja negra, se financió ilegalmente, cobró por concesiones administrativas, pitufeó y robó a mansalva a los españoles, no son ellos, no es de recibo. Si no son el PP que se refunden y que se llamen -por ejemplo- los golfos apandadores, lo que no solo sería cómico sino que quitaría hierro al asunto.

 

El alineamiento de los periodistas de derechas con sus amos ya es insoportable. No se puede decir que la política la crispan los políticos cuando los periodistas (los alineados) están a su servicio. Una cosa es simpatía y la otra pleitesía. Siempre ha habido dos Españas. Pero ahora el odio va por clases. Y cuando el mensajero miente la política es imposible. Malo es matarlo, pero dejarlo que se invente la realidad es todavía peor. Pero como tenéis la palabra, la prensa y el micro seguro que sabréis defenderos. ¡Como siempre! En la próxima entrega os explicaré la teoría sobre la plutocracia de Rancière. ¡Aleccionadora!

 

El desgarrado. Abril 2021.




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