» 20-04-2020 |
En su análisis del saber y del lenguaje como modo de ordenar el mundo para comprenderlo Foucault se hace una pregunta: ¿Quién ordena el orden? ¿Quién manda? Esa será la nueva clave de su reflexión. Previamente en 1971 en “Nietzsche, la genealogía la historia” cambia del método arqueológico al genealógico y en “El orden del discurso” da el giro hacia el análisis del poder. El saber conduce a la verdad. Pero “analizar las verdades implica considerar las relaciones de poder existentes en el momento en que esas palabras se convirtieron en verdades y por consiguiente permite desvelar el papel de tales relaciones de poder en nuestro presente…” (Fortanet 2015, 79). Nietzsche, tratando de analizar el problema de la moral, analiza las fuerzas ocultas que laten tras ellos. Foucault, siguiendo su método, no pretende analizar los valores morales sino las relaciones de poder a través de las fuerzas sociales ocultas. Le genealogía le permite realizar una crítica (a la ciencia siquiátrica actual, que silencia el pasado) y una ontología (la fuerzas que constituyen el nacimiento de un concepto). La genealogía entiende el presente como un producto de los dispositivos de poder. En 1975 publica “Vigilar y castigar”: una historia de la prisión, de su nacimiento y de sus implicaciones.
Su trabajo en el Grupo de información de prisiones (GIP) le ha concienciado sobre los sin voz, los no representados, los sometidos al poder. Recorre en su obra los tipos de castigo implicados en los tipos de poder correspondientes. El castigo del poder soberano es el suplicio público. El poder disciplinario utiliza el confinamiento (la prisión) en instituciones: el panóptico, para normalizar los cuerpos. Obedece a un saber propio: las ciencias humanas: sociología, medicina, antropología. Frente a la idea marxista de dominación-dominado aduce que el poder se esconde donde nadie lo busca: la familia, la universidad, la justicia, etc. Es el micropoder. Defiende un concepto nominalista (localizado y concreto) del poder. Hay relaciones de poder en los hábitos familiares, la limpieza, la atención de la casa… en toda relación social que de forma a un orden respecto a cómo se hacen las cosas. Produce sujetos que se someten. Una nueva realidad que produce el presente: las relaciones de poder. Al poder soberano y disciplinario hay que añadir el pastoral (religioso) y el biopoder (sobre la vida, la población y su gestión). Pero donde hay poder hay resistencia. El poder implica ciudadanos libres que se resisten pues en otro caso es coacción. Foucault se coloca del lado de la resistencia.
Tras su análisis del poder disciplinario Foucaut repara en un poder más pegado al cuerpo y a la subjetividad. Si la disciplina forjaba sujetos a partir de normas y reglas externas que tras una resistencia se interiorizaban formando a pasar parte del uno mismo (es decir conformando el sujeto) ¿existe un tipo de poder que conforme el uno mismo sin pasar por la disciplina? Se le ocurren dos: la sexualidad (en la parte más íntima del sujeto) y el biopoder (como gestión de la vida misma). “Historia de la sexualidad. La voluntad de saber” 1976, se plantea como una investigación de las relaciones de poder en lo más íntimo del ser humano (donde anida la subjetividad). La sexualidad produce verdades íntimas y estas revierten en la formación de sujetos. Desde Freud se tendía a pensar que las relaciones entre poder y sexualidad eran de represión. No lo ve así Foucault: la sexualidad es productora y no pasiva. La sexualidad es un dispositivo productor de placer asentado en un saber (siquiatría, sexología), unas prácticas normalizadas (familia, procreación) y una verdad (la intimidad secreta del sexo). El poder no es algo ajeno al sí mismo del sujeto, algo que se le impone. Cuando el individuo se identifica (se define) con una modalidad sexual, eso es una manifestación de poder, que produce nuestras verdades. “Occidente no ha negado la sexualidad, sino que ha organizado <<a partir de ella todo un completo dispositivo en el que se juega la constitución de la individualidad, de la subjetividad>>” (Fortanet 2015, 112).
La noción de biopoder arranca en 1973 en unas conferencias en Brasil pero se desarrolla plenamente en el curso “Hay que defender la sociedad” que incluyó modificado en su “Historia de la sexualidad 1. La voluntad de poder” 1976. “El biopoder es el modo específico del poder que se da en el presente” (Fortanet 2015, 113). Surge -dando el relevo al poder disciplinario- en relación a algunos acontecimientos fundamentales de los siglos XVIII y XIX debido al cambio de relaciones entre el Estado capitalista, la biología y la medicina, por la necesidad de proteger al conjunto de la nación de los peligros de la enfermedad. La salud se convierte en asunto de Estado apoyado en un discurso médico centrado en la población. El uso de técnicas adecuadas -como la estadística- deriva, del tratamiento médico, a la gestión de la población. “Frente al antiguo “hacer morir y dejar vivir” -del poder soberano- el biopoder tiene por objetivo “hacer vivir y dejar morir” (Fortanet 2015, 115). El nuevo poder se implica en la gestión de la población, en el desarrollo vital de la colectividad humana (natalidad, mortalidad, asistencia a la vejez, medicalización infantil y femenina planificación familiar, seguridad laboral, salud pública), en definitiva una política de la vida humana en su conjunto.
El ejercicio extremo de este poder desembocará en la higiene de la raza y la eugenesia vinculada a la barbarie nazi y la preservación de la raza aria, pero no es este el modelo que Foucault estudiará sino el que se desarrolla en los estados democráticos, en los que el biopoder se decantará -de la medicina y la biología- a la economía como gestor de la vida, lo que desarrollará en los cursos “Seguridad, territorio y población” de 1977-78 y “Nacimiento de la biopolítica” de 1978-79, donde reflexionará sobre la economía, el liberalismo y la gestión de la vida. El interés por el biopoder le hará abandonar aparentemente su “Historia de la sexualidad”, no menos que, a la izquierda francesa y el activismo político militante, confesando una fascinación por el neoliberalismo, mal entendido por sus enemigos y que se resume en un profundo análisis del neoliberalismo del SXX. Para realizarlo, parte de tres interrogantes: 1) Cómo conciliar su pensamiento (basado en la experiencia personal: locura, prisión, sexualidad) con este giro que ponía el acento en lo colectivo (la vida), 2) cómo aunar las estrategias biopolíticas con la historia del Estado moderno, 3) cómo resistirse a un poder que rebasa al individuo en la gestión de la vida común.
Además de situar la economía en el centro de la reflexión del biopoder Foucault comienza a pensar el poder en términos de racionalidad de gobierno. Su análisis se separa de los análisis al uso: define el régimen económico neoliberal como 1) un modelo activo de gobierno (gubernamentalidad), 2) de carácter antinaturalista y productivo lo que quiere decir que, lejos de pretender hacerse pasar por el modo natural de hacer las cosas (como pretendía el liberalismo clásico del “laissez faire, laissez passer” y su política de no intervención), pretende producir la realidad del modo más conveniente para su lógica interna. Porque el liberalismo clásico se basaba en el mercado mientras el neoliberalismo contemporáneo se centra en la competencia. Pero como la competencia no se produce de forma natural el neoliberalismo debe emplearse en producirla, dando lugar a un Estado intervencionista. Todo se pone al servicio de la creación de la competencia. Si la privatización genera competencia entonces se ha de privatizar; si la redistribución de la riqueza se opone a la competencia, entonces hay que ir a la desigualdad, si en la economía clásica (Adam Smith) el Estado mitigaba los efectos nocivos de la competencia, en el neoliberalismo lo que debe mitigar son los efectos anticompetitivos de la sociedad. La economía neoliberal se constituye en el modelo de Estado y de gestión de la población mediante una red de prácticas de gobierno. La sociedad puede dejarse de pensar en términos de poder para hacerlo en términos de gubernamentalidad.
“Y el Estado contemporáneo no es sino un régimen de gubernamentalidad liberal, en el que la lógica económica conduce los modos económicos de gestión de la vida forjando un dispositivo de biopoder que se combina con otros antiguos poderes para gobernar a los individuos en cuanto individuos y en cuanto población, con unas características, además, que a Foucault le resultan fascinantes, hasta el punto que algunos intérpretes ha apuntado su cercanía en ciertos puntos, con la propuesta neoliberal” (Fortanet 2015, 122). Pero si demandó encontrar para la izquierda una racionalidad de gobierno, tan atractiva como la del neoliberalismo, también es cierto que ha arremetido contra la empresarización del individuo que reduce al sujeto a simple capital humano. Pero ¿qué significa la empresarización del individuo?.
Desde M68 se había criticado a la economía neoliberal como un intento de uniformizar al ser humano. Foucault disiente. Piensa que lejos de pretender la homogeneización social pretende la variedad infinita de las empresas, el exceso absoluto de la oferta, integrar la inmensa variedad del ser humano. “De hecho, la finalidad del gobierno neoliberal es precisamente integrar la vida entera del individuo: la pareja, la familia, el trabajo, el ocio, el descanso, el sexo y la muerte entran dentro de una mercantilización que convierte al sujeto en empresa.” (Fortanet 2015, 124). El individuo se convierte en sujeto-empresario, empresario de sí mismo. No somos más que capital humano que debe ser invertido para producir beneficios. “Es necesario calcular los riesgos, invertir en el momento justo y dedicar el tiempo entero de vida a luchar por esa empresa particular que es uno mismo” (Fontanet 2015, 124). Si un individuo triunfa es porque ha sido un buen empresario de sí mismo. Una suerte de empresario permanente y múltiple. Se unen así, el gobierno de la población y el de los individuos.
Una vez el individuo se ha convertido en empresario de sí, no hace falta gobernarlo: se gobierna a sí mismo con las reglas de gubernamentalidad neoliberal introyectadas. El esquema es tan sencillo, claro y efectivo que es comprensible la fascinación de Foucault pero la pregunta que se suscita: ¿es posible resistirse a este poder? La respuesta no está en el análisis del poder sino en el de la subjetividad. Otro campo al que Foucault dedicará el resto de su vida. Todo lo que hoy en día nos sobrecoge está ya aquí (¡en 1979!): la supercompetencia, la intervención del neoliberalismo en el Estado, las privatizaciones, la desigualdad, la empresarización del trabajador (falsos autónomos, economía colaborativa, emprendedores) y sobre todo la autogobernación que excluye cualquier tipo de coacción o vigilancia. La servidumbre voluntaria (disfrazada de autonomía) ya está aquí. Continuará.
El desgarrado. Abril 2020.