» 16-04-2020

Filósofos 26. Foucault, una interpretación 1.

Este texto se basa en “Foucault” de Joaquin Fortanet, RBA 2015 y “Foucault y Derrida”, Miguel Morey, Batiscafo SL, 2015. No es fácil (quizás imposible) hacerse una idea del pensamiento global de un filósofo. Probablemente sea un atrevimiento imperdonable el simple intentarlo. Pero ¡que le vamos a hacer! cuando entender (sea lo que sea eso, y sobre todo, en qué medida) es un placer, los hedonistas no podemos contenernos. Os propongo aquí una interpretación de Foucault desde dos parámetros. La dificultad de entender a un autor globalmente, incluso acudiendo a obras divulgativas importantes (también hay que entender al exégeta) y la imposibilidad de una interpretación exacta. El lenguaje es lo suficientemente perverso como para aceptar muchas interpretaciones. Por lo tanto esto que se os ofrece no es ni claro (por mucho que me esfuerce en ello) ni exacto (por mis propias deficiencias). ¡Así es la vida! ¡Siempre nos quedará el hedonismo!

 

Foucault es un sicólogo que filosofa. Todo lo que no es el hombre es circunstancial para él (es decir le sirve, en cuanto le sirve para entender al hombre). Y el foco de su atención es: él mismo. Si reparamos en que cuando empieza a reflexionar es homosexual, por tanto enfermo y delincuente (según la ley y la ciencia), lo que lo sitúa al borde del suicidio y de la locura, con enormes dificultades para construir su propia subjetividad, ya está dicho todo. En pocas palabras: su coherencia filosófica es sicológica. Pero su vena filosófica no se conforma con cualquier cosa y quiere analizar esas circunstancias primigenias desde métodos e ideas innovadoras, no por afán, sino porque cree que no han sido investigadas como deberían haberlo sido. Desde este punto de vista los temas de su trabajo serán: la locura (y como definirla), la enfermedad (y como tratarla), la delincuencia (y como se reprime), la sexualidad (y como interpretarla) y la subjetividad (y como construirla).

 

Para ello se necesitarán métodos de exploración que se resumen en tres: la arqueología, la genealogía y la ontología. Toda su exploración le llevará a encontrar ideas fuertes alrededor de las que podrá tejer su discurso: el saber y el lenguaje, el poder y el ser (en el que incluyo la sexualidad), entendido como construcción de la subjetividad. En toda su investigación se va abriendo el foco de modo que el poder absorbe el saber y el ser absorbe el poder. Pero también la genealogía incluye la arqueología y la ontología sobrepasa la genealogía. Esta búsqueda (o hallazgo) de la generalidad (¿universalidad?) es una constante en su obrar. Pero también es una historia de abandonos, que no son tales, porque son aperturas de foco, inclusiones. Esta presentación no es el tesoro de su pensamiento, pero es el mapa del tesoro. La forma de no perderse hasta llegar a él. Pasemos a ese mapa. El tesoro es imprescindible leerlo de primera mano.

 

¿Cómo se ordena una biblioteca? ¿Alfabética, cronológica, temáticamente…? Lo mismo pasa con el mundo cuando nos aproximamos a él para entenderlo: hay que escoger el orden que le aplicamos con tal de que realice el conocimiento. Es una clasificación previa que Ranciére llamó el reparto de lo sensible y no depende de la teoría cognitiva que apliquemos (qué), sino sobre qué clasificación del mundo lo hagamos (cómo). Borges realizó una clasificación disparatada que nos recuerda que las posibilidades de clasificación son infinitas. La estadística sabe que el resultado depende de cómo se estratifique la muestra. Y entonces ¿cómo encontrar un criterio? No es posible. Lo único que nos queda es clasificar los modos posibles de clasificación (metaclasificación) de una determinada época. Parecía un callejón sin salida. Pero reparó en que discursos sobre temas distintos, en la misma época, mostraban coincidencias notables (isomorfismos) lo que le llevó a colegir que reflejaban la estructura del orden social de esa época. Lo que es “normal” (está dentro de un orden) responde a una estructura profunda (y aquí aparece el estructuralismo), un orden. Esa es la respuesta de Foucault. Pero faltaba el fundamento en el que se basaba el orden de una época. Tampoco halló la explicación y de nuevo se pasó del qué, al dónde: el lenguaje. Algunas de sus primeras obras: “Raymond Roussell” y El nacimiento de la clínica” son interrogaciones sobre dos órdenes posibles del lenguaje: el literario y el científico.

 

Y pasemos a los métodos. La arqueología es un dominio de investigación que consiste en estudiar los documentos (restos) del pasado para entender el presente. Prestar oídos solo a las ruinas. Reniega pues de la posibilidad de entender la locura, la enfermedad, la sexualidad, en el pasado con los conocimientos de hoy (ni con las teorías del pasado). Hay que respetar la mirada, en el momento en que se produjo y encontrar las razones sociológicas (el orden) que la avalaron en su momento. En su destino en Upsala tiene la oportunidad de disponer de la Carolina Rediviva que es una biblioteca con unos fondos sobre historia de la enfermedad (y de la locura, cuando ésta empieza a ser considerada como tal) fabulosos. Ahí están los documentos. Solo hace falta estudiarlos y proyectarlos al presente. Los documentos dicen que la locura depende del momento histórico (sociológico) en que se produce. La locura hoy, no es lo mismo que lo que fue ayer.

 

“En una sociedad, los conocimientos, las ideas filosóficas, las opiniones de cada día, y también las instituciones, las prácticas comerciales y policiacas, las costumbres, todo remite a un cierto saber implícito propio a esta sociedad. Este saber es profundamente diferente de de los conocimientos que se encuentran en los libros científicos, las teorías filosóficas o las justificaciones religiosas, pero es el que hace posible la aparición en un momento dado de una teoría, una opinión o una práctica… es este saber lo que ha pretendido interrogar, como condiciones de posibilidad de los conocimientos, las instituciones y las prácticas!” (entrevista con R. Bellour. Citado por Miguel Morey 2015, 65). Aquí reside la clave de la arqueología: no se trata de explorar teorías o prácticas, sino el saber implícito (ideas, opiniones, instituciones…) de donde surgieron. Evita la antelación de la teoría sobre las prácticas, tratando en el mismo plano prácticas, instituciones y teorías.

 

De la fenomenología se desliza al estructuralismo cuando decide establecer una arqueología de las ciencias humanas (“Las palabras y las cosas” 1966). Si el lenguaje era el fundamento en el que se había de buscar el orden decidió hacer un análisis de los diferentes modos en que se ordenan los discursos culturales a lo largo de la historia. Dependiendo de como se presenten las relaciones entre las palabras (el lenguaje) y las cosas (el mundo) el orden de una época se definirá de una u otra manera. Las palabras, a partir del Renacimiento, rompen la relación de semejanza que tenían con las cosas y empiezan a representarlas, es decir a sustituirlas, a prescindir de las cosas. Esta época, que Foucault llama clasicismo, entroniza al hombre, no por méritos propios sino porque la figura de dios agoniza y porque la aparición de las ciencias humanas implicó convertirlo en un objeto científico. Cuando desaparezca el clasicismo dando paso a la modernidad, la finitud del hombre pasará a ser el nuevo orden. El hombre ha muerto a manos de la estructura. El hombre se borra como, en los límites del mar, un rostro de arena… dicen las últimas palabras del libro.  En 1969 publica “la arqueología del saber” en el que trata de concretar su epistemología. Supondrá la clausura de una época (dedicada al saber) y el inicio de otra en la que dominará: el poder. Pero eso será otro día.

 

Eld esgarrado. Abril 2020.




Published comments

    Add your comment


    I accept the terms and conditions of this web site