» 31-03-2021

Filósofos 29. Rancière. Dos claves de su pensamiento 1.

Leo “En qué tiempo vivimos” J. Rancière. Pensamiento a tiempo. 2018 (2011), y “Disenso”. FCE. 2019(2015) con prólogo de Steven Corcoran de quien extraigo una de las claves. En el primero Ranciére habla de su propio pensamiento y en el segundo Corcorán analiza el pensamiento en relación directa con la filosofía de Rancière, que este autor solo trató en el ensayo: “El uso de las distinciones” (255-270). Ambos escritos se complementan de modo que ofrecen una panorámica de como Ranciére enfoca su labor de pensador, lo que dada la originalidad y dificultad del pensamiento de este autor entiendo que facilitará su comprensión o su acceso.

 

“La mayor desgracia de un pensamiento es que nada se le resista” (Rancière 2018, 59). Hay varios tipos de resistencia: a) la de las objeciones. Las críticas que recibe mi trabajo son a la totalidad -dice Rancière- por lo que carecen de interés. b) la resistencia del objeto del que se habla. No existe un método general para aplicarlo a todo. El método para hablar de un objeto debe extraerse del objeto mismo. El objeto no está preconstruido sino que se define en el trabajo sobre él. Cambia en su relación con él. Los objetos (pueblo, política, revolución…) no tienen una definición general previa a partir de la que se juzgan las situaciones dadas (definición-juicio-situaciones). Al contrario son las situaciones las que presentan los contextos que permiten capturar el sentido (situaciones-contextos-sentido). “La resistencia del objeto es consustancial al trabajo mismo” (Rancière 2018, 60). Cualquier cosa que pienso es problemática y puede llegar a ser falsa. c) la resistencia del medio en el que los objetos se insertan (una idea que no funciona, una línea de actuación que no halla adhesión, una solución que no resuelve). No encuentro aquí resistencia pues pretendo explicarme el mundo pero no, dar pautas de acción. Remedando a Jocotot: “… no tengo nada que enseñaros” a lo que añado: “… son ellos los que deben saber lo que quieren y el sentido que mis palabras pueden tomar” (Rancière 2018, 60). Mis palabras no dan esperanza. Es una simple manera de hablar que no dice lo que hay que hacer, ni explica todo lo que va mal. Esta posición de no indicar la senda de acción ha sido entendida como irresponsable. Hasta aquí el texto. Ahora el comentario.

 

1. Aquí Rancière nos presenta su profunda discrepancia con la metafísica. Primeramente se declara socrático: de la discusión nace la luz, de la resistencia nace el conocimiento (que no la verdad, de la que desconfía). Pero no de la discusión de los sujetos objetores, que desprecia, sino de la discusión con los propios objetos de estudio. Y ahí plantea su método (alternativo a la causalidad lineal simple metafísica: la retroacción). Este método se puede comparar con el hipotético-deductivo de la metafísica (partir de una hipótesis-verificarla en la realidad- aceptarla) que tiene el defecto de ser ontológico, esencialista, finito, y con el método cibernético (el efector produce un efecto que retroactúa con el efector en un bucle infinito y cambiante). Para él, la hipótesis es una presuposición, que verificada en lo real, retorna a la realidad que resulta ser opuesta. En un mundo en el que la desigualdad es la norma (lo normal) presuponemos la igualdad. Entonces verificamos si esa igualdad es posible, es decir si nos abre un horizonte de emancipación y esa constatación es la que retorna al momento de la desigualdad y de la presuposición para dar sentido a la igualdad. Este bucle entre la desigualdad y la igualdad no tiene ni principio ni fin. No tiene sentido en la separación de ambos términos. Solo tiene sentido en el el propio bucle. Se deshace así del principio de incompletitud (Gödel) que prohibe que una verdad  (una proposición, una hipótesis) pueda ser demostrada desde el interior del sistema al que pertenece. No hay una premisa original de la que se deduce una conclusión. Solo existe un bucle dinámico en el que el origen y el final son indetectables. Fin de la causalidad, fin de la metafísica. La verdad (en el caso de que exista) sería el sistema de desigualdad/igualdad, su eterno oponerse y acordarse. Podríamos llamarle la dialéctica dinámica. Nada está preconstruido. Como diría Machado: se hace el camino al andar.

 

2. Como consecuencia de ese bucle dinámico todo lo que piensa puede estar equivocado puede ser falso. Toda el afán de la metafísica es establecer un punto de apoyo (fulcro) desde el que se pueda entender (y dominar) el mundo. Ese punto (el sistema cantidad-verdad-concepto-igualdad de la metafísica) se convierte para Rancière en un sistema de presuposición-verificación inestable. No es posible establecer ningún dogma. De un plumazo se carga la religión (especialmente dogmática) y la ciencia (como mínimo axiomática) y por supuesto la metafísica que sustenta a la ciencia. Pero los que escuchan están ávidos de normas, de dogmas, de verdades. Esperan de sus palabras la esperanza. No. El valor de sus palabras es la honestidad de reconocerse inútiles cognitivamente, el no decir lo que se tiene que hacer, el no decir: ¡te lo dije! Cada uno tiene que saber antes de escuchar y tiene el derecho de interpretar sus palabras. Si Eco utilizó la literatura para demostrar su teoría del lenguaje, Rancière debería fundar una religión para demostrar su teoría antimetafísica.

 

3. Y llegamos a la resistencia del medio (del mundo). Esa resistencia solo tendría sentido si Rancière pretendiera establecer una acción, una política, una ética. No es así. ¿En qué consiste entonces la palabra de Rancière? En la honestidad de presentarla como lo que es (o quizás como lo que no es): impotente para alcanzar ninguna verdad que no haya sido alcanzada antes por el interlocutor. La palabra de Rancière es una caricia (que no existiría sin el sistema perceptual del receptor), un espejo (de las propias ideas del auditor), quizás simplemente un afecto de solidaridad hacia un compañero de viaje, un enfrentar a los espectadores a su propia realidad a través de otras formulaciones. Lo que no es: es una guía, un dogma, una verdad. No estamos solos. Otros están en el mismo sufrimiento/gozo que nosotros. Solo tenemos que escucharnos.

 

La segunda clave, en un próximo blog.

 

El desgarrado. Marzo 2021.

 




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