» 27-02-2022

Guerra en Ucrania 1. Introducción.

Dice la teoría (Clausewitz) que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Más bien deberíamos decir que es el fracaso de la política. Por que la política se desarrolló para erradicar la fuerza bruta, la opresión, la unilateralidad, para defender los principios democráticos que solo deberían permitir que la guerra no exista y sobre todo, no pueda ser declarada por un político loco, ni consentida por un político interesado. De una vez por todas deberíamos entender (y practicar) que la guerra es el fin de la sociedad, porque es el fin de la paz: ese contrato que nos permite convivir pacíficamente.

 

Pero los políticos (esos presuntos representantes del pueblo soberano) no opinan así: la guerra es una estrategia más para alcanzar sus fines particulares: incendiar el patrotismo de un pueblo que se le aleja, una oportunidad de negocio, una manera de colmar sus delirios mesiánicos o el simple ejercicio del poder, contra más absoluto… mejor. Y desgraciadamente eso ocurre tanto para el político que declara la guerra, que de los que la consienten por las mismas, pero simétricas razones. Los políticos no tratan de convencer a los ciudadanos sino de manipularlos y todas sus acciones (excepto el robo) van dirigidas a obtener su apoyo y perpetuarse en el poder. Por eso se produce la guerra: porque los políticos lo quieren. O bien porque son unos inútiles, pero eso no se puede decir porque se ofenden.

 

Se puede argüir que el derecho internacional es totalmente distinto que el derecho nacional porque es un derecho entre pares y no -como en el nacional- la imposición de la voluntad del Estado sobre el individuo. Precisamente porque es entre pares se debería respetar su posición y dejar actuar la diplomacia y la política. Sabemos que eso solo es así en contadas ocasiones, en que las fuerzas están efectivamente parejas. En la inmensa mayoría de los casos el orden mundial es una jerarquía en la que cada uno ocupa su lugar y en la que el poderoso sojuzga al menos poderoso. En el SXX USA participó en 50 guerras en las que -en ningún caso- restauró la democracia o la justicia, pero en las que en todos los casos obtuvo pingües beneficios en su propia política interna en su economía. La guerra es la estrategia del matón, del abusón, del que entiende que la razón es destruir al “enemigo”.

 

Porque los políticos no van a la guerra ni mandan a sus hijos a ella. Solo en el caso de que el jefe del estado y el jefe del ejército coincidan, se puede dar esa trasnochada idea de los valores, el honor, el valor, etc. que sustentan la ideología del guerrero. Son los ciudadanos los que van a la guerra o los que la sufren. Desde el SXIX hasta ahora el número de muertos en las guerras ha ido aumentado en la población civil. Cuando las guerras eran entre militares, y ellos soportaban las bajas, la cosa era llevadera para la población civil, pero eso ha variado drásticamente porque ahora los militares no mueren y los civiles (incluidos los de leva obligatoria) caen como moscas. Y el poderío nuclear amenaza con que el exterminio sea total. La guerra es el negocio de los militares, lo que los da su razón de ser, pero también es el negocio de los políticos, directa e indirectamente.

 

El patriotismo es la capacidad de implicar la voluntad y la vida de los individuos en los intereses “comunes” de militares y políticos. La respuesta a una agresión, el peligro de la absorción o desaparición, de la tortura y la sojuzgación, la ruina económica, la desaparición de los valores de una civilización, de una raza o de una cultura son los argumentos favoritos y todos pasan por territorialidad. Por eso, hoy en día, los conflictos bélicos y parabélicos pasan por la identidad nacional. Y esta guerra insensata no es una excepción.

 

Ucrania era Rusia, hablaba ruso y participaba de la identidad rusa. En un momento dado se separaron y aunque eso no precipitó la formación de una identidad ucraniana, mantuvieron las relaciones de familia de los que mantienen una gran cercanía. Esta guerra fortalecerá (si no cimentará) esa identidad. No era lo que esperaba Putin que consideraba Ucrania el patio trasero de su casa. Esperaba que el sentimiento prorruso decantara la balanza en su favor. Reconocer las dos regiones independentistas así lo anunciaba. Pero no ha sido así. Rusia no está preparada para una guerra de ocupación prolongada y es evidente que los ucranianos han fortalecido su sentimiento de independencia. La respuesta de los políticos ha sido tibia, pero la respuesta popular ha sido intensa. Una vez más el pueblo adelanta a los políticos por la izquierda.

 

Porque los políticos de las naciones preeminentes se han conformado con imponer sanciones económicas, en muchos casos de dudosa efectividad. Está bien que la respuesta no haya sido militar, pero los intereses económicos se traslucen en esa tibieza. Los intereses están cruzados y hay que condenar sin asfixiar. El detonante político de la guerra ha sido la posibilidad de que Ucrania entre en la OTAN. Rusia considera (con razón) que tener un país de la OTAN al otro lado de la frontera era inaceptable. Los intereses de Occidente estaban en el lado opuesto y como no han sido capaces de dialogar, tenemos guerra. Una guerra de fanfarrones, a ver quien la tiene más grande, no puede llevar a nada bueno. Putin ha iniciado una guerra que no podrá continuar y ante las sanciones ha lanzado un órdago: usará la fuerza nuclear. Ahora la pelota está en el tejado de Biden (y asociados).

 

Solo habrá unos perjudicados: los ciudadanos. En primer lugar los ucranianos que emigran masivamente (300.000 hasta ahora), que sufrirán los desastres de la guerra y los muertos por fuego enemigo. Pero también los soldados rusos que también morirán en el frente por fuego amigo o enemigo. El resto de los ciudadanos europeos también sufrirán -y no solo moralmente- sino físicamente por las subidas de precios y las carencias de suministros. Rusia no solo es la gilipollez de Putin sino gas, petróleo, cereales, comercio internacional. La inflación que debía remitir a mediados de año se prolongará, no sabemos cuanto. La pregunta es ¿por qué tenemos que sufrir los errores de los políticos? ¿Nos podemos permitir el lujo de alejarnos de la gestión política? No solo engañan, roban, defraudan, etc. sino que además nos meten en guerras. ¡Vosotros mismos!

 

El desgarrado. Febrero 2022.

 




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