» 29-04-2021 |
En un mundo de hipercomunicación y de redes sociales no podemos pensar que la verdad resplandezca sin necesidad de arduas horas de marketing. Un buen mensaje, mal expresado es menos efectivo que un mensaje malo o inexistente bien orquestado. Y eso es lo que ha sucedido en la campaña 4-M de Madrid. No es nuevo. La derecha -sea por que acude a las urnas dopada o porque su técnica de comunicación es superior- siempre consigue comerle el mijo a la izquierda. Y esta vez no ha sido diferente, pero sí -si cabe- más humillante. ¿Cómo es posible que una pava que no sabe callarse (hablar, habla hasta por los codos) pero lo que dice no resiste ni el más mínimo análisis, que ha hecho una gestión desastrosa tanto de la epidemia como de la política en general, heredera de una saga de corruptos que solo esperan a Aguirre para lograr el póker, que ofende con todo lo que dice (pero no con lo que hace, porque no hace nada), como es posible decía que vaya a doblar sus escaños rozando la mayoría absoluta?
El análisis del electorado ya lo he hecho en otras ocasiones. El derecho de los idiotas a que les gobiernen idiotas, es inalienablemente democrático. Como lo es el de los pobres a que les gobiernen los pobres (aunque reconozco que esta situación dura poco) o como los jóvenes prefieren que les gobiernen los mucho más jóvenes (a veces hasta cincuenta años menos) para que les dejen en paz. Por lo tanto lo que voy a analizar es el diseño de la campaña. ¿Qué necesitaba Diaz o Monasterio (porque coinciden… misteriosamente): 1) no debatir, puesto que eso les deja en inferioridad política manifiesta. 2) no proponer un programa puesto que se les ve el plumero, o quedará irremediablemente incumplido. 3) No hablar de política (como recomendaba Franco) 4) Transformarlo todo en populismo, es decir, pregonar lo que el pueblo quiere oír. 5) Mentir, intoxicar y embaucar… que algo queda. 6) Utilizar un tono susurrante simil-sexual (con leves toques chulapones) y no ese griterío mitinero de Iglesias o el discurso profesoral-soporífero de Gabilondo. 7) señalar un enemigo claro y preciso en el que depositar todas las iras. 8) Identificarse con el electorado: ¡Yo por Madrid, mato! ¡Yo por los hosteleros, mato! ¡Yo por las vacaciones en la playa, mato!: Madrid es lo más importante del mundo, lo mejor, fetén, chachi, chulo… 9) Toma conceptos presuntamente importantes y conviértelos en triviales: libertad, igualdad, fraternidad. 10) y sobre todo, arremeter contra el enemigo con toda la artillería. Todo ello sin contar con el nepotismo: control de los jueces, poder de convocar elecciones en plena pandemia, y hacerlo entre semana (pero con colegios) para que los trabajadores no puedan ir a votar. Repugnante.
No siempre las estrategias de las dos derechonas coinciden: 1) a la hora de no debatir Diaz prefiere no ir, y Monasterio reventar el debate. Ambas lo han conseguido plenamente. 2) En cuanto al programa, aunque ninguna lo explicita, es una loa al pasado por parte de Diaz (parece que ya todo está hecho y no se necesita nada) y una aspiración de cambio (una situación idílico- fascista) para Monasterio que no esconde la nostalgia del franquismo. 3) Diaz no habla de nada parecido a la política (lo suyo es el parloteo) y Monasterio se ensaña con la sociología (un discurso de clase: de la clase dominante). 4) Populismo. Aquí se desbordan: Madrid capital del mundo, sin impuestos, con corridas de toros, cacerías, independiente de España (si no como líder de ella), con un aeropuerto gestionado por la comunidad y una dirección de extranjería dominada por la falange. 5) La técnica de las mentiras es exactamente igual: una mentira se olvida con otra. Con la nueva se olvidará la vieja. 6) El tono. Aquí gana Diaz cuya parodia en el Intermedio como Heidi, cuela sin problemas. Monasterio es más agresiva pero dentro de lo que una mujer conservadora y de iglesia debe respetar. Sumisa pero respondona. 7) La campaña de ambas se dirige contra el gobierno (Sánchez privilegiadamente) pero no se desdeña la izquierda bolivariana (Iglesias), y los independentistas-terroristas (vascos y catalanes). 8) Ambas son las adalides del movimiento de liberación madrileño y fascista. La Diaz se explaya más porque lo de los madrileños compromete menos. Hablar abiertamente de Franco todavía no es libre y hay que metaforizar: la disfunción del sistema democrático: Constitución, partidos políticos, libertades (y libertinajes) individuales, es su discurso apocalíptico del cambio. 9) Diaz ha convertido la libertad en “hacer lo que te de la gana” pero además, patrimonio de la derechona. Monasterio baraja los conceptos de extranjería, democracia, estado laico, educación religiosa, etc. que ya son suficientemente conocidos como para hacerles más propaganda. 10) En eso van empatadas. Su virulencia contra los compañeros-enemigos es venenosa.
Pero todo eso funciona. La izquierda está haciendo una campaña del siglo pasado. La elección de Gabilondo para oponerse a Diaz y Monasterio es una locura. Gabilondo dice la verdad y la verdad en política es un suicidio. Más Madrid necesita rodaje y trata de dar respuestas adecuadas (lo que la traba) cuando lo “sensato” es decir lo primero que se te ocurra que tiempo habrá de rectificar: todo menos dudar. La izquierda no aplica la suficiente virulencia cuando pillan a la derechona en un renuncio. ¿Qué pasa de la corrupción en Madrid, con la sanidad (entre la privatización y el pelotazo del Zendal), de la educación meapilista, de la desigualdad. Está claro que el electorado quiere que la dedicación de los políticos se evidencie. El electorado no quiere que le gestionen y le calienten la cabeza con problemas que no quiere oír: quiere que le quieran (y que le engañen) y Diaz les quiere, les engaña, los adula y les hace “libres”. La derechona no necesita ideología y la izquierda es esclava de ella. La asimetría se ha convertido en imposible. La izquierda no puede competir con la derecha y Diaz y Monasterio os lo han mostrado. ¿Oído barra?
El desgarrado. Abril 2021.