» 05-05-2021 |
Ya hemos apurado el cáliz, sin sorpresas, pero con la feroz realidad de que no ganan los que tienen las buenas ideas sino los que las transmiten con mayor eficacia. Quizás atribuirle ideas a la ganadora es un abuso de lenguaje. Pero en contraposición es enormemente eficaz en la comunicación. Dice Blázquez que gana quien mejor sabe comprender el estado de ánimo del electorado. Es cierto, pero debería añadir hasta donde se puede llegar en la manipulación para convencer al electorado de que hay una política que les comprende (el populismo). La clave de estas elecciones es esa. He escrito sobre cómo piensa el elector y si algo está claro, es que no tienen que ver con la política tal como la entienden los partidos. La lectura que ha hecho Ayuso del electorado ha sido impecable, ¿pero es eso política? ¿Las autoescuelas enseñan a conducir, o enseñan a aprobar el carné? Es evidente que Diaz sabe ganar elecciones ¿Sabrá gobernar (hacer política)? Lo cierto es que sus antecesores le han puesto el listón muy bajo. Es difícil hacerlo peor que Aguirre, González, y Cifuentes, todos ellos procesados o en el punto de mira de la justicia.
Las claves del éxito de Diaz llegan más lejos de lo que dicen ahora los analistas (analistas que siempre habían defendido que una gran participación favorece a la izquierda). Para comprenderlo hay que recurrir a los siguientes claves. 1) los electores -totalmente desapegados de los políticos, a los que no entienden- votan por intuición, simpatía, por aquel que los quiere, o por descarte, excepto unos cuantos abuelos que votan por ideología (solo a estos se dirigen las estrategias de los partidos). A los primeros hay que quererlos en vez de darles programas y a los segundos no les hace falta porque votan por afinidad ideológica. En resumen: los programas no sirven para ganar las elecciones 2) El voto por descarte implica que mejor que la bondad de lo propio (el programa) se debe destacar lo criminal del otro, lo que nos lleva a la crispación “ad infinitum” de la campaña. 3) El voto por simpatía se asienta sobre dar la mejor imagen física y política del candidato. Hay que ser guapo (o al menos parecerlo), desenfadado, simpático, querer a los niños y a los perros (no necesariamente por este orden), no meterse en jardines espinosos. 4) El voto por que te quieran, es el rechazo de los que no se han ocupado de ti en el pasado. En ausencia de programa el interés por los electores se convierte en determinante. Los casos de Arrimadas en Barcelona y Gabilondo en Madrid son significativos (“¡que no me quieres, pues me voy a la Mutua!”). 5) Banalizar los grandes conceptos de la teoría política es esencial: ¡hay que poner el concepto político de libertaz a lo que se entiende por libertad a nivel de calle!
Probablemente estamos ante un cambio radical en la estrategia política para ganar elecciones. Los medios han convertido la cita electoral en espectáculo: mediático e informativo. El seguimiento de la jornada (el voto de los candidatos, los alborotos o su ausencia, las colas, los datos de participación, las anécdotas) calienta el ambiente que explota en la gran gala electoral (como la de “la canción de Eurovisión”, las expulsiones de “Gran Hermano”, las finales de “La Voz” o de “Mask singer”. La relativa incertidumbre del resultado, la posibilidad de la sorpresa lo asemejan a los espectáculos deportivos. La cuestión es que la noche electoral, con sus babosos invitados apoyando descaradamente a sus partidos, es la mayor y la mejor invitación a participar: no importa por qué has votado, a quien has votado, y no si ganas o si pierdes y sobre todo si participas. El corte entre las antiguas estrategias racionales y las nuevas estrategias, lo produjo definitivamente Trump y digo definitivamente porque con anterioridas se habían presentado a las elecciones payasos (Giallo) o strippers (Cicciolina), del mismo modo que el chiquilicuatre se presentó en la canción de Eurovisión. Incluso Yeltsin o Berlusconi adornaban su perfil político con payasadas indudables.
Trump basó su imagen pública en: no ser político (los políticos estaban amortizados), ser rico (¿para que va a robar alguien que ya tiene dinero), ser empresario (el que sabe ganar dinero sabe gobernar), ser un triunfador en la vida, en el sexo y -subsidiariamente- en la política. Solo faltaba añadir un sistema de desactivar el sistema de crítica, empezando por los medios informativos. Lo de mentir era heredado: todo los políticos mienten. ¿Por qué fracasó? (con más votos que los que tuvieron muchos ganadores). Porque se pasó de frenada. Lo de azuzar a las masas a tomar el capitolio hizo reflexionar a muchos sobre lo arriesgado de no entregar la política a los profesionales. Pero también porque no puedes echarle siempre la culpa al culo. Finalmente la perfección (nunca equivocado, víctima de los demás, pelo platino, ojos azules, desparpajo, ironía, triunfo en la vida, mujer maravillosa, conquistas incontables…) acaban saturando al electorado (no a todo: solo a la mitad).
Diaz ha aprendido muchas cosas de Trump: la enorme exposición a la atención pública, el desprecio por la política (su ignorancia sobre política es estratosférica y, paradójicamente, esa es su fuerza), la ignorancia de los medios, la intoxicación de la opinión, el populismo, la demagogia, la mentira. Mucho de esto ya existía en la política -pensaréis- Pero lo nuevo es lo fundamental: el desprecio por la política, porque refleja el desprecio que sienten los electores (uno de los nuestros). Diaz no se calla ni bajo el agua. Ante cualquier situación prefiere decir una majadería que callarse. La gente no calibra la majadería pero percibe su seguridad. Unas gotas de victimismo tampoco van mal. La regla de oro de la política es que una majadería se tapa (y se olvida) con otra. No hace falta disculparse ni esconderse: hay que soltar otra. Como en el cine, si las majaderías (los fotogramas) se suceden con suficiente velocidad se convierte en otra cosa: lo estático se convierte en movimiento. Y el movimiento denota energía, actividad, dinamismo.
Hay dos referentes que es obligado citar: la neurociencia nos advierte que lo que el elector quiere fundamentalmente es que le quieran, que le hablen en su lenguaje, que parezca que cuenta. No quieren resultados (que tardarán en llegar y que serán difíciles de entender), sino que quieren cariño. Baudrillard dijo hace cincuenta años que la publicidad no debe vender las maravillas de su producto sino el cariño que ese producto nos tiene, cómo nos redime. No se vende un coche por su mecánica sino por el hombre feliz que resulta de su compra. Y la política (en campaña) no es otra cosa que publicidad. La segunda es la identificación del político con el elector al que da jabón continuamente, realizada a través de las más sofisticadas técnicas de manipulación (Rodriguez), de la simplificación de los conceptos transformados en casticismos (libertaz, madrileñismo, independencia) o repartiendo bocadillos de calamares. Si los independentistas consiguen esa identificación porque “es uno de los nuestros”, Diaz lo ha conseguido sin necesidad de ser independentista: siendo imperialista: “Madrid es España dentro de España”. Los madrileños que siempre habían pasado de independentismos (nadie es madrileño, todos son bienvenidos) ahora pueden ser imperialistas. Todo va mal pero me quieren y soy poderoso. ¿Qué puede fallar? De entrada el rechazo del resto de España.
Diaz no promete nada en cuanto programa, pero promete mucho en cuanto a ilusionar al personal. Cuando todas esas ilusiones se desmoronen la triste realidad se impondrá. No fue otro el caso de los nazis en Alemania: se les ofreció la superioridad de su raza y lo imparable de su poder. Luego se impuso la triste realidad. ¿A que les suena? Diaz tiene los años contados porque los programas se cumplen hasta donde se cumplen pero las ilusiones son imposibles de cumplir. El fascismo es así: análisis del desastre, nación, fuerza, espíritu, coraje. El trumpismo ha venido para quedarse y supone el fin de la política tal como la hemos entendido durante dos siglos. En USA lo han contenido oponiéndole una política de desarrollo como el partido demócrata no emprendía desde Truman. Diaz es Trump. ¿Será capaz el PSOE de oponerse como se han opuesto los demócratas? ¡Hummm!
El desgarrado. Mayo 2021.