» 24-06-2021 |
Dice Maroto en una entrevista en la Sexta: si votamos juntos la centro-derecha, ganaremos las elecciones, porque les llevamos, en las encuestas, cuarenta escaños a la izquierda. ¿Es el centro derecha la coalición de la derecha con la ultraderecha? Significativo. Pero no acaba ahí. Cuando la periodista le pregunta si el pacto en Madrid con la ultraderecha supondrá la revisión de la ley LGTBI, contesta: Este es un asunto rancio y falso. La periodista se rebota y niega tanto lo uno como lo otro.: es actual y es pertinente, dice. Maroto responde: si quiere que le conteste tiene que dejarme hablar. La periodista contesta: ¡usted mismo! La cosa se reconduce y acaban despidiéndose amablemente, pero no ha respondido. ¿Qué hemos aprendido? 1) la ultraderecha es para el PP el centro-derecha. 2) No me hable de cosas antiguas que el pasado no existe, 3) los periodistas tienen que hacer las preguntas actuales y pertinentes. Sobre las respuestas de los políticos solo afirma que si no puedo hablar de mi argumentario… pues ¡me voy a la mutua! (en este caso la 13), 4) para no responder solo hace falta soliviantarse.
No es raro que esté soliviantado. La Iglesia ha apostado por los indultos y no son los primeros. Los sindicatos, la patronal los obispos catalanes y ahora la Iglesia en pleno se adhieren a los indultos. Esa sociedad civil que convocó la farsa de Colón parece que no lo tiene claro. Las encuestas muestran que los ciudadanos se re-piensan esa posición largamente construida a base de intoxicación en contra del pueblo catalán. El PP se queda solo… es decir: abrazado a la ultraderecha. Aquello que Casado quiso evitar en la moción de censura se le vuelve en contra con el éxito de la ultraderechista Diaz Ayuso. Diaz, envalentonada, pide al rey que incumpla sus cometidos constitucionales. Es lo único que le faltaba en esa sedición independentista (sin separatismo, hasta ahora) que hace tiempo lidera. Empezó por cimentar la identidad madrileña en contra del melting pot al que siempre se había acogido; continuo con el enfrentamiento frontal al gobierno central; añadió el victimismo sin el que ningún independentismo es nada; defendió políticas identitarias extremas (a la madrileña) y finalmente induce al rey a la sedición. Es un independentismo de libro pero, como no es separatista, no es percibido. Algo hay que reconocerle: haber inventado el independentismo sin separatismo. Probablemente es el imperialismo, que caracteriza a algunos castellanos, y que lo que pretende es la independencia pero con el resto de España como vasallos o estados asociados. Madrid es España dentro de España.
Diaz es un grano en el culo del PP y sobre todo de Casado. Todos están de acuerdo en converger con la ultraderecha pero sin que se note. La ancestral hipocresía de la derecha nunca está dispuesta a reconocer sus verdaderas intenciones, pero todo tiene un límite. El “centro-derecha” se ha convertido en la ultraderecha. Los inútiles de C’s no han sido capaces de ocupar el espacio de centro que aquellos dejaron vacante (¡los muy imbéciles pretendieron vencer al PP en su propio feudo: la derecha!). Y si el centro no existe, la crispación se dispara. En el más puro estilo metafísico (pares de oposiciones opuestas y excluyentes: bien/mal, espiritual/material, derecha/izquierda) volvemos a las dos Españas que glosó Machado. Los políticos no cobran por incentivos. Lo mismo da que lo hagan bien o que lo hagan mal (que es lo habitual). Ni siquiera renunciaron a las dietas cuando la pandemia impidió los viajes, dietas que primero convirtieron en algo que solo se justificaba por su palabra, sin justificante documental alguno, y posteriormente en una cantidad fija, prescindiendo de los viajes que se hacían, lo que les obligó a viajar en clase turista para embolsarse la diferencia. ¡Así les fue imposible renunciar a lo que consideraban un complemento del sueldo!). Están ahí para forrase, y eso hacen.
Pero me desvío. Todo esto nos conduce a dos temas que ya he tocado otras veces: el contubernio entre periodistas y políticos que, como policías y ladrones se necesitan mutuamente para sobrevivir y la hipocresía moral de los políticos que mienten e intoxican flagrantemente para salvar el culo. El PP ha declarado que los indultos son ilegales: mentira. Por ninguna de las razones que aducen es posible encontrar la ilegalidad de los indultos (informa de tribunal, de la fiscalía, falta de arrepentimiento). Todo es mentira. Se trata de intoxicar para recoger unas firmas que avalen lo que no ha avalado ni el Parlamento (192 votos en contra de la propuesta del PP) ni la ley. Es difícil confiar en un político que no tiene ningún problema en mentir con tal de intoxicar y conseguir lo que la ley nos les ha otorgado. Deberíamos acabar con este estado de impunidad en la que viven los políticos a mayor gloria de su ambición y su desfachatez. Y con el contubernio con los periodistas.
El desgarrado. Junio 2021.