» 08-07-2021

La 14- 123 Legislatura. Las campañas político-mediáticas: el consumo de carne.

Los políticos no actúan -como sería lo propio en algo esencialmente activo como es la política- y suplen esa carencia hablando, teorizando y criticando sin parar. No solemos aceptar que los intelectuales sean activistas, pero nos comemos tranquilamente que los activistas (políticos) hagan de intelectuales. No hay que ser muy listo para entender porque lo hacen: actuar requiere una capacidad de liderazgo (convencer), de decisión (análisis y elección) y de eficacia (resultados) que no existe entre unos ganapanes que, si están en política es para forrarse. No es por casualidad que los políticos se auto-otorgaran el estatuto de ignorantes en la Constitución. Solo existe una profesión para la que no se exige ningún conocimiento ni preparación: la política. Por eso las campañas político-mediáticas son tan virulentas. Porque los políticos actúan… hablando. Quizás la política es la continuación de la guerra por otros medios (Clausewitz), pero los medios utilizados (incluso la palabra) siguen siendo los de la guerra: destruir al enemigo y aprovecharse del éxito.

 

Voy a analizar la reciente campaña mediática contra el consumo de carne promovida por Garzón (IU), ministro del Gobierno de coalición del PSOE con UP. Estas son las claves:

 

1) Topología. Lo primero que hay que analizar es el lugar en el que se ubica el objeto del ataque: derecha, izquierda, centro, ultras. Pero el espectro es suficientemente amplio como para que exista la izquierda de la derecha y la derecha de la izquierda. Hoy VOX es una facción independiente del PP pero durante años fue su extrema derecha. Sánchez lleva peleándose con la derecha de su partido desde sus inicios. Además las transversalidades: género, ecología, nacionalismos, altersexuales, animalistas, clericales, antisistema, etc. enmascaran esa simplicidad topológica de la derecha y la izquierda. Este análisis topológico determina la reacción: al amigo el culo y al enemigo, por el culo. Evidentemente los amigos son los sometidos a la disciplina férrea del partido, y los enemigos… el resto. Nada importa si son honrados o corruptos, personalistas o colectivistas, morales o amorales. Solo importa si se someten a una disciplina escasamente democrática… o no. En la polémica de la carne, Garzón es comunista para (parte de) los del PSOE, radical-comunista para el PP, ultra para VOX y sospechoso para Podemos.

 

2) Intoxicación. Las palabras deben ser “recepcionadas” por la oposición y eso quiere decir: desvirtuadas, abusadas, cambiadas, mentidas y manipuladas. Donde Garzón dice que hay que consumir menos se entiende que se prohibe el consumo; donde se habla de concienciar, se entiende imponer; donde se apela a la conciencia de la salud ciudadana se percibe la coerción de la libertad; donde se habla  defensa del planeta, se opone nimiedad, negación y extravagancia. Pero no basta con “entender” mal las cosas. Es imprescindible transmitir esa mala interpretación a los ciudadanos. Eso requiere una ingeniería verbal en la que primero se dice la mentira y después se matiza (en vox más baja) la verdad. En la polémica de la carne dice Casado: “Garzón dice que no comamos carne, o que comamos menos”. Los medios alineados se unen a la fiesta olvidando que intoxicar, en su caso, es  deontológicamente deleznable, abusivo, pervertido. “No es lo que dice (que reconocen que es cierto) sino cómo lo dice”. Se aduce falta de oportunidad (“no era el momento” “Es el pasado y nosotros miramos hacia el futuro”), intereses sesgados (“Había que distraer la atención ciudadana sobre…), ontología (“ellos son así”), descalificación (“No saben gobernar”), historia (“lo de siempre”), etc. Se trata de confundir la opinión pública, desinformarla, desorientarla.

 

3) Manipulación de datos. Hay datos para todo y son interpretables… sobe todo si se tienen pocos escrúpulos. Dicen que la estadística es una mentira científica. Como Tezanos nos ha demostrado, la estadística puede ser interpretada mediante “la cocina” hasta retorcerla y hacerla decir lo que el cliente pida. Dicen los ganaderos (¿todos, algunos, un sector…?) que el impacto sobre el medio ambiente es del 5% (la FAO lo eleva al 14%), que el agua que consumen (15.000 litro/res) es un 95% de lluvia (?), que lo del metano (los pedos de las vacas) está sobrevalorado (?), que la carne es necesaria para el organismo (pero una causa de accidentes cardiovasculares), que no se puede condenar a los ganaderos a la desaparición (Garzón habló de las grandes empresas ganaderas y no de la ganadería familiar y media), etc.

 

4) Las referencias. A los políticos les gusta hablar en nombre de todos los españoles (“La mayoría de los españoles…”). Jamás aclaran de donde han sacado los datos. “Los españoles queremos comer lo que nos da la gana” (?). “Seguro que Garzón, en casa, toma carne” (?). “Como todo el mundo sabe”. “Como es de sentido común”. “Como es natural (equivale a: como Dios manda). Evidentemente esas referencia son un medio para intoxicar haciendo un parangón entre el habla popular (generalmente asertativa) y lo que realmente sabemos porque está corroborado. Pero, esa confusión interesada entre lo popular y lo predicativo es una sarta de mentiras y solo pretende intoxicar. En España -un país de pícaros- la mentira está ampliamente tolerada (y a veces celebrada). Pero no debería ser así para los políticos, que si bien han substituido la acción por la palabrería no deberían, además, pervertir esa palabra.

 

Todos estos tics se resumen en una actitud que los resume: la confusión entre las bases de datos y la narración (Manovich). Los datos son elementos independientes, acausales, no secuenciales y no necesarios. La narración establece una trayectoria entre determinados datos que resulta por ello causal, dependiente, secuencial y necesaria. Los políticos se posicionan entre estos dos extremos: datos y narración.  La base de datos es una estructura (narración) abierta mientras la narración es una base datos reducida a una sola trayectoria, cerrada. Los políticos se mueven en un campo intermedio en el que los datos son narraciones y las narraciones son datos. Por supuesto no es casual. Si se sitúan en esa situación es porque la ambigüedad con apariencia de certeza es su medio. ¿Pero que sentido tiene quien ha cambiado la acción por la palabra y que además pretende que la palabra sea ambigua? La respuesta es embaucar, engañar, robar, intoxicar. Nunca levantaremos la cabeza mientras aguantemos que estos tipos dirijan nuestras vidas y metan las manos en nuestros bolsillos y cerebros… y que nos digan en que consiste nuestra libertad. Pícaros, eso es lo que son y España debería romper de una vez con los pícaros.

 

Deberíamos comer menos carne, por nosotros y por el planeta. Pero también deberíamos comer menos pescado para evitar la esquilmación de los mares, menos cereales para evitar los pesticidas, plaguicidas y transgénicos, etc. Debemos simplemente comer menos. Porque la obesidad también mata. Necesitamos un plan general sobre la alimentación que no se reduce a las carnes rojas. Un plan de moderación que nos permita estar delgados y sanos. El problema es el consumo desmesurado, simplemente porque tú lo vales (lo pagas). Comemos desmesuradamente porque la comida es un compensador de la frustración. Comemos para ser felices. Y ese problema viene de la estructura de nuestra sociedad capitalista (hoy por hoy, inevitable). La ultracompetición nos lleva a un estado de estrés  que necesita ser regulado y el sistema capitalista no va a hacerlo. El capitalismo es un sistema de parches: destruir y reconstruir (el parche). Es un sistema fallido. Necesitamos otro sistema que para nuestra desgracia está en el hacer femenino: el cuidado frente a la competencia.  Pero las mujeres no mandan nada (excepto en la alimentación de los niños). Mientras, la salud del planeta y de sus habitantes languidece. ¡Claro que comer menos carne es positivo pero no es solución! Es un parche. El parche que satisface a la derecha, parte de la izquierda y a muchos ciudadanos desalineados. Solución: no hay solución. Somos una especie fallida. ¡Qué pase la próxima!

 

El desgarrado. Julio 2021.

 




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