» 04-02-2022 |
El PP, en el más puro estilo fascista, ha decido instalarse en el golpe de estado permanente con tal de recuperar el poder. El navarrazo (comprar la voluntad de dos diputados, en secreto, para torcer la decisión del Parlamento exclusivamente para minar al gobierno) no es un caso aislado. El PP inició su carrera de comprar voluntades con el tamayazo, continuó con el murcianazo, y remata ahora con el navarrazo No es un caso aislado sino la voluntad de trengredir la ley con intención de retorcer la voluntad popular. Evidentemente nunca se podrá demostrar porque los dos diputados corruptos nunca lo reconocerán aunque los balbuceos ante las cámaras, mintiendo como cretenses, reivindicando una libertad de voto personal que solo existe en teoría porque los partidos no quieren ni oír hablar de ella, no deja de translucir su corrupción acendrada. Y así se produce el transfuguismo que, dentro de la libertad personal de voto, no sería posible. Y ahora viene el cruce de acusaciones cruzadas de antidemocratismo, porque un golpe de estado requiere que el culpable sea la víctima.
Este golpe de estado permanente se asienta además en el bloqueo de la renovación del CGPJ. Todos sabemos lo que hay detrás de este bloqueo: poder mantener una ventaja en el gobierno de los jueces que han perdido en las urnas y que no corresponde -por tanto- a la voluntad popular. El asalto del pleno del Ayuntamiento de Lorca va en la misma dirección: torcer la voluntad popular de manera artera, secreta y corrupta. La desligitimación de los partidos separatistas tildados de extralegales y con los que no se puede cooperar de forma activa o pasiva es más de esta misma actitud golpista. Quien determina si los partidos son legales o extralegales es el tribunal supremo y ya dictaminó que eran legales. Por eso el PP no recurre al TS para hacer eso que tanto le gusta: hacer política a través de los tribunales Ya no les basta con las mentiras, la intoxicación el populismo y la demagogia. Han pasado de las palabras a las obras y se han instalado en el golpe de estado permanente. Al fin y al cabo si Trump lo hace ¿por qué no lo va a hacer el PP que es partido del mismo corte ideológico que aquel: fascista.
Porque el aliento de la ultradrecha en el cogote ha empujado a los PPeros al fascismo puro y duro. Recordemos los rasgos que Habermas caracterizó como determinantes del fascismo: 1) Un análisis de la situación que exige pasar a la acción, 2) un nacionalismo sin fisuras que se convierte en patrioterismo. Recordemos que el imperialismo también es nacionalismo e incluso nazionalismo. Si Madrid es España dentro de España, eso es fascismo. 3) La justificación de la fuerza como soporte de las ideas. Y la fuerza no es solo violencia física sino también violentamiento de las leyes, los reglamentos, las interpretaciones, y las voluntades. 4) El utilitarismo pragmatista en el que la ideología pasa a segundo lugar. La razón de lo utilitario, del sentido común, de lo teleológico (el fin justifica los medios). Porque el pragmatismo es la expulsión de las ideologías como cláusula de cierre que garantizan en última instancia el estado de la razón ideológica. 5) y por último el coraje. El coraje es el “sapere agere” (atrévete a hacer) en vez del “sapere aude” (atrévete a pensar) kantiano de la ilustración racionalista. De alguna manera privilegia el impulso irracional sobre la calmada reflexión racional. Desde ese coraje se puede mentir, intoxicar, prescindir de argumentos racionales en favor de argumentarios utilitaristas, porque lo importante no es tener razón sino tener el impulso, la acción, la ejecución.
El PP cumple con las cinco premisas que definen al fascismo por lo que, sin duda, es un partido fascista. Recordemos que en la historia ha habido cuatro fascismos de libro: los nazis de Hitler, el nacional-catolicismo de Franco, los camisas negras de Mussolini y los kamikazes de HiroIto. Menos esta última, todas ellas dictaduras en países constitucionalistas de corte democrático, siempre que no consideremos que el imperialismo sea una dictadura. El auge de las ultraderechas “democráticas” es decir, integradas como partidos en el sistema constitucionalistas democráticos -por más que no crean en dicho sistema- es generalizado en el mundo. ¿Quién podría prever que un candidato vencido en las elecciones a la presidencia de USA arengaría a las masas para que tomaran el Capitolio (en un golpe de estado de libro) y quién iba a prever que las masas lo harían? Ya les ha prometido el indulto. Ni el menor atisbo de arrepentimiento. La sociedad entera se esta haciendo fascista. Pero no es lo mismo aceptar el sistema democrático que agazaparse para derrocarlo. Y sabemos que la ultraderecha ha optado por lo segundo. Por más que ellos lo negarán enfáticamente.
De todo este esperpento me quedo con la enorme alegría de los fascistas cuando la presidenta del Parlamento se equivoca y dice que el Gobierno ha perdido la votación. Los fascistas se alegran de que los trabajadores se queden con la ley laboral del PP en vez de mejorar -aunque sea mínimamente- con la nueva ley laboral reformada. Eso les retrata: lo importante era joder al gobierno aunque se caiga España. Siguen en su posición: ¡Que se caiga España que ya la levantaremos nosotros! Es una situación que daría mucha pena si no diera tanto asco. ¿Estamos ante el fin de la democracia representativa? Es evidente que los políticos no nos representan, no buscan lo mejor para los ciudadanos sino exclusivamente su propio interés, la sopa boba. Y ello desde la dirección (Casado oponiéndose a los empresarios y al bienestar de los españoles y retorciendo la voluntad de la cámara en su propio interés) hasta los diputados de a pié (los diputados de UPN rompiendo la disciplina de voto para emigrar al fascismo de sus amores: el PP, eso sí, sin renunciar a su escaño que nunca hubieran obtenido fuera de la disciplina de partido).
Estamos al cabo de la calle, la democracia de los partidos no da más de sí. Pero los partidos nunca aceptaran una modificación que les reste poder, como no aceptarán una modificación de la Constitución que les hicieron a la medida. Quizás la solución venga de la ultraderecha: solo ellos pueden dar un golpe de estado (solo ellos aceptan la violencia) y acabar con una democracia moribunda. Luego habrá que esperar a la restitución de la democracia, esperemos que con otras reglas de juego. ¿O se os ocurre otra solución? Quizás si votáramos todos y bien (como dice el fascista Vargas Llosa) la cosa cambiaría. Pero eso es imposible. La ciudadanía prefiere el fin de la democracia que molestarse en vigilar a los políticos. La estrategia del avestruz. ¡País!
El desgarrado. Febrero 2022.