» 13-10-2019 |
Veo “preguntas frecuentes” en TV3 y me encuentro con Errejón hablando un envidiable catalán. El contenido es como siempre de gran altura pero lo que me sorprende (a mí y a todos) es su gran dominio del idioma. En un momento dado la presentadora invita al político a que conteste, a una pregunta en castellano, en el mismo idioma, a lo que Errejón responde: “Prefiero contestar en catalán porque así hago prácticas”. Cómo no recordar al inefable Aznar que lo hablaba en la intimidad, tan en la intimidad que nunca pudimos oírle decir ni una palabra. Ni tan siquiera “el relaxing café con leche” que catapultó a la fama a su esposa y ex-alcaldesa de Madrid, casi tanto como la venta de más de mil pisos sociales a un fondo buitre. Hablamos de dos políticos completamente distintos; de postureos uno (aquellos pies sobre la mesa o aquel acento tejano, aquella risa histérica); de rigor el otro, la única esperanza ciudadana para conseguir un gobierno a través de pactos.
Oigo a Colau hablando mal de Errejón por presentarse. Admiro a Colau por su lealtad a Iglesias y por otras cosas, pero no por esto. No se puede culpar a nadie por hacer lo que cree que debe hacer. También Iglesias podría habérselo pensado antes de defenestrarlo provocando su estanpida. Que su decisión suponga daños colaterales para una izquierda que se basta y se sobra para autoperjudicarse, una izquierda con instinto de muerte permanente, no es suficiente para denostarlo. ¡Claro que son estrategias electoralistas! pero en un panorama político en el que la elegancia, el honor y la buena fe han desaparecido radicalmente, a quien presenta un discurso limpio y bien argumentado (y no bien argumentario, como el resto) se le podría tratar con más respeto. El PSOE también a tenido que cambiar su discurso sobre Errejón cuando ha leído los votos que le arranca. Primero lo halagó para perjudicar a Iglesias. Ahora tiene que perjudicar también a Errejón. Más allá de las estrategias electorales, Iglesias y Errejón deberían complementarse, pues están muy cerca y tienen enemigos declarados mucho más fáciles de identificar y de combatir.
Me gusta Errejón -lo he dicho otras veces- por lo que dice, y por como lo dice. Creo que es el auténtico heredero de los indignados, encarnando el espíritu de la transversalidad y de la política moderna. Iglesias ha escogido el comunismo. Es respetable pero es antiguo, y es un espacio que ya ocupa Garzón. De hecho Colau (como muchas mareas) está más cerca de Errejón que de Iglesias, amén de representar otro talante menos autoritario. No me cabe duda que Colau acabará juntándose con él. Los caminos de la izquierda son muchos y variados porque la izquierda es ideológica y la ideología es infinita, pero esa variedad debe acompasarse con una voluntad férrea de llegar a acuerdos. Por eso creo que -fuera de los periodos electorales (que en España son últimamente todos)- debería verse un respeto que pudiera confluir en los acuerdos y pactos que la izquierda necesita, dejando de constituirse en lo que ha sido en los últimos tiempos: su peor enemigo.
La derecha internacional no tiene ideología pero tiene un plan y es acabar con la clase media y exclavizar a la clase trabajadora. El contubernio entre empresas y políticos que Thatcher y Reagan protagonizaron en los ’80 inauguró el ultraliberalismo como un pragmatismo a ultranza en el que los sindicatos desaparecieran y los trabajadores quedaran al albur de las políticas de recortes, desmantelamiento del estado del bienestar, de esclavización de los trabajadores y desaparición de la clase media. Las crisis se han convertido en un mecanismo de resituación de los trabajadores en posiciones anteriores a la revolución socialista. Acabar con los políticos y con los sindicatos (por absorción o por derribo) ha sido el gran golpe de efecto. Desmantelar el estado del bienestar sin restituir los impuestos a las posiciones anteriores a su emergencia es simplemente tomar a los trabajadores y a la clase media como los chivos expiatorios del “progreso”. Todo ello sin entrar en el déficit democrático.
Estamos en una situación de explotación máxima en la que en EUA ya los ricos (las cuatrocientas familias más ricas) pagan un punto y medio menos que el 50% más pobre en sus impuestos de todo tipo (Saez y Zuckman. “The triumph of injustice”). La regeneración política es una broma que solo ocurre en el lenguaje pero nunca en la realidad. Problemas serios como la aspiración independentista de Catalunya son tratados bajo el único aspecto del rendimiento electoralista. Un 30% de la sociedad está bajo el umbral de pobreza. Los bancos han cometido no menos de 10 grandes irregularidades que han sido documentadas por los tribunales europeos de entre las que brilla con luz propia el rescate bancario. Los poderes fácticos (eléctricas, gasistas, petroleras, bancos, Iglesia, etc) se alían con el poder para explotar a los ciudadanos. Ante el espectáculo de la desigualdad como meta y la pobreza como resultado, tenemos que cambiar la sociedad en que vivimos de modo que se avance en la igualdad, en la justicia y en la libertad. Todo eso solo se puede hacer desde la izquierda y todas las manos son necesarias. Ahora toca ver si la izquierda lo que quiere es su reino de Taifas, la desunión a ultranza y los caciquismos o se decanta por servir a los ciudadanos.
Tal como están las cosas no nos estamos jugando el bienestar sino la supervivencia y la vida (3.000 personas se suicidan cada año en España, sin que se mueva un dedo pra remediarlo). Si eso no es suficiente para unir a la izquierda habrá que pensar en otras soluciones, indiscutiblemente extra electorales. ¡Siempre nos quedará “escaño en blanco”!
El desgarrado. Octubre 2019.