» 13-11-2020 |
Hace unos blogs destaqué que las actitudes de Isabel Diaz de Madrid reclamaban la independencia de su autonomía en los mismos términos que lo hacían vascos y catalanes. Lo hice de la mano de Juliana que también destacó la peculiaridad en una autonomía que odia los nacionalismos de forma inveterada (quizás porque representa el centralismo a ultranza frente a cualquier periferia). Pues bien, parece que esa vía no estaba agotada para la Cid Campeadora madrileña que se ha lanzado a nuevas afirmaciones en el mismo sentido. La cosa es tan llamativa (denostar los nacionalismos periféricos mientras se ensalzan los centralistas) que la Sexta emite en el telediario del mediodía la encuesta que hizo “la sexta columna” (que se emite hoy) a algunos ciudadanos preguntando si ciertas frases correspondían a Puigdemont o a Diaz.
“La opresión del Gobierno hacia la autonomía frente a la libertad” y “el intento de liquidación de la autonomía por parte del Gobierno”. Esas son las dos preguntas que reproducían sendas afirmaciones de la Diaz de Madrid. Evidentemente todos los encuestados picaron y atribuyeron las afirmaciones a Puigdemont. La Diaz juega fuerte con semejantes afirmaciones, aunque lo que quizás no calibra es que, éstas, cualquiera, las atribuiría a un independentista huido de la justicia oficial. Y aquí tengo que cambiar de escenario.
Hace veinte años, cuando Catalunya trataba de marcar su hecho diferencial con la inmersión lingüística (es decir, el soslayo del castellano) un compañero madrileño me hacía partícipe de su congoja por lo que consideraba una marginación y un desprecio. En un viaje a Catalunya por cuestiones culturales relacionadas con nuestra profesión, se encontró que el idioma oficial era el catalán lo que lo dejo fuera de juego. Probablemente reclamó que le hablaran en el idioma del imperio, pero no le hicieron caso. Tengo que decir que en mis sesenta años de vivir en Catalunya nunca me ha pasado una cosa así. Los cat
alanes son enormemente sensibles a los que no entendemos su idioma, pero así me lo contaron y así lo cuento.
Estas mismas reflexiones son las que le hice a mi compañero añadidas a diversas consideraciones de que nadie puede ser obligado a pertenecer a una nacionalidad a golpe de pito. Incluso, añadí que no veía diferencia entre el nacionalismo catalán y el imperialismo madrileño (por inconsciente que fuera). No llegamos a acuerdo alguno porque -presumo- mi compañero fue incapaz de darse cuenta de que todo son nacionalismos (como en el sexo: tanto los que dan como los que toman). Probablemente mi experiencia como vasco en Catalunya ya me había vacunado. Para mi compañero (y sin embargo disidente) el paradigma era el madrileñismo imperialista y le resultaba imposible entender el nacionalismo periférico: el castellano era el dato y lo demás eran variaciones ajenas a la ortodoxia. La cosa no es baladí desde el momento que Ciudadanos empezó su andadura política precisamente en el punto del idioma, aunque como cualquier partido sin ideología (fascista) haya pasado por múltiples altibajos posteriormente.
Todos somos nacionalistas, todos pensamos que nuestra tierra, nuestra cultura (incluida la gastronomía), nuestras tradiciones, nuestra historia es lo mejor. Pero somos una nación de naciones y eso requiere algo más que mirarnos el obligo. Requiere respeto: por otros idiomas, por otras costumbres, por otra tradición, por otras creencias. Isabel y Fernando hicieron algo insólito en Europa: una alianza de pares (reales), y eso implicaba respeto. De ese principio podríamos habernos convertido en la nación más plural de Europa (la expulsión de los judíos no ayudó). Pero no. Lo nuestro es la confrontación. Un país con cuatro idiomas oficiales y cientos de culturas debería haber sido un país (
como USA o Australia) plural, interracial, diverso, tolerante. No solo es que el tiempo (meteorológico) en España sea el tiempo de Madrid o que el equipo de futbol de España sea el Real Madrid. Las carreteras, el AVE (o que se lo pregunten al corredor mediterráneo), la administración, todo es centralista en este país. ¿Cómo no iba a ser centralista el idioma? Y así lo viven los imperialistas, como si otros idiomas fueran una afrenta.
Pero la gran hipocresía es que Madrid quiera lo mismo que vascos y catalanes (la independencia) pero sin nombrarlo, sin que parezca nacionalismo, sin, en definitiva, “romper España”. ¿Hay alguna diferencia entre el hecho diferencial vasco o catalán y la España dentro de España de Diaz? Yo no la veo. Lo que no quiere decir que no me percate de la maniobra. L que hacen los independentistas es absolutamente distinto de lo que hace Madrid simple y llanamente porque no son realidades sino estrategias políticas: se trata de minar las posiciones contrarias por intereses partidistas y electoralistas. De lo que se trata es del culo: salvarlo y poltronizarlo. Todo lo demás es retórica. Lo que probablemente no sabe Diaz de Madrid, es que está haciendo el trabajo a Casado, que no tendrá ningún reparo en despedirla como despidió a Álvarez en cuanto no la necesite. ¡Claro que Álvarez era inteligente! Me temo que Diaz no conseguirá la independencia “de facto” madrileña pero lo que es evidente es que no habrá ganado suficientes puntos para repetir cargo, ni carisma popular como para ser querida por el electorado. Casado no se casa con nadie, ni Diaz de Madrid es el Cid… a no ser porque la única oportunidad que tiene de reinar es después de muerta.
El desgarrado, Noviembre 2020.