» 15-11-2020 |
Podría parecer que la razón es una, pues ¿qué sentido tendría una razón múltiple? La razón busca seguridad, necesariedad. Las cosas o son verdad o son mentira. Como mucho puede haber un espacio intermedio de indecisión pero nada más. Así lo dice la lógica formal que no deja de ser una de las bases eternas de la razón. Pues eso que para la ciencia es inexpugnable para la política es de otra manera. La política entiende que existen cinco razones: La razón legal (lo que dice la ley); la razón política (difícil de entender e imposible de aplicar); la razón científica (lo que dice la ciencia); la razón a nivel de calle (el sentido común) y la razón sectaria (la de cada facción, la razón emocional). ¿Por qué tantas razones cuando la esencia de la razón consiste en que solo haya una? No es difícil de entender. Se trata de que en cada situación haya una razón que avale la posición del político.
Hoy me toca hablar de la razón sectaria. El PP cacarea que el Gobierno no puede pactar con los nacionalistas. Pero los nacionalistas son partidos constitucionales y que, además, la derechona no ha hecho nada para desconstitucionalizar. Naturalmente, como todos, tienen un pasado: Bildu tiene un pasado etarra, el PP tiene un pasado franquista, Vox tiene un pasado ultraderechista (Blas Piñar, Girón de Velasco, la falange, etc), y los catalanistas… no tienen un pasado execrable excepto por el hecho diferencial o los 11 segundos de república unilateral… A no ser que el republicanismo sea un delito. No hay ninguna razón objetiva para que el PP exija que un gobierno constitucional no pacte con un partido constitucional (es decir: elegido por los españoles y aceptado por la justicia). Por so tenemos que hablar de razón sectaria. Porque no hay razón alguna para denunciar esos pactos. Tan duro es para las víctimas del terrorismo contemplar a Bildu como para los republicanos contemplar al PP con su pasado de muertos diseminados por las cunetas. El PP os dirá que ellos no tienen nada que ver con la corrupción del PP en el pasado (que deberíamos remontar hasta Franco y su millón de muertos) como Bildu puede exponer que ellos se han cambiado a la lucha democrática y abandonado la lucha armada (cosa que les agradecemos). ¿Qué diferencia hay entre un olvido y otro? La diferencia es que el sectarismo sigue vivo en el PP. El sectarismo es una razón para el PP.
Evidentemente la posición no es única a favor de una de estas razones. En cada caso (haciendo gala de la topología política) se escoge la razón que más conviene. La razón legal se debate (oscila) entre la presunción de inocencia y la acatación de las sentencias hasta la evidencia no probada y la discusión de las sentencias poco favorables o la simple negación del contenido de la sentencia en la sacrosanta función intoxicadora de la política. La razón política vacila entra la negación (no hay razón para dimitir) y la exigencia (¡Váyase Sr. González!), la recusación política inoperante y el reclamo al clamor popular imperativo. La razón científica también es un comodín. Nada implica la aceptación de la opinión política (en el caso de que fuera única). De hecho se usa más salvar el culo (“hemos seguido las indicaciones de los científicos”) que para buscar soluciones. El sentido común es una cláusula de cierre cuando no se dispone de razón alguna que esgrimir. Como tanto le gustaba decir a Rajoy: “Esz que esz de zsentido común”. La razón sectaria es la razón del deseo o de la emoción, esa que siempre la razón intelectual desecha, pero también la “razón” dogmática, populista, criminal e implacable. De hecho es la razón preferida por los políticos para inducir al voto (lo otro implicaría el voto informado y el análisis de la situación lo que ningún político quiere).
La posmodernidad ha inducido una cierta idea de que la verdad no es única. Es así, pero la verdad que critica es la verdad metafísica, esa mezcla de lógica, cuantificación, conceptos e igualdad. Cómo encajar en las razones políticas estas razones metafísicas no es fácil. La lógica sería el sentido común si no se hubiera popularizado hasta convertirla en la (sin)razón del hombre de la calle; la cuantificación sería la razón científica si su dependencia de la metafísica no fuera tan determinante; la razón legal podría coincidir con el concepto si este no confundiera tantas veces la realidad con el lenguaje, o con la igualdad si la dominación no la hubiera convertido en manipulación. Sin olvidar que la igualdad expulsa de su razón cualquier desigualdad como no existente. Quizás hemos tenido suerte, porque en su ausencia constitucional de formación académica normativa los políticos resulta imposible que entiendan la metafísica o tan siquiera la razón. En cualquier caso el estatuto de ignorante se lo dieron ellos mismos así que ¡ellos sabrán!
La cuestión es que pueden echar mano de múltiples razones para salvar el culo o justificar lo injustificable. Quizás esa era la razón última de su estatuto de ignorantes: ¡Hacerse los tontos! (“Yo no sabía nada. Yo no me enteraba de nada”). Ahora toca hacer irrazonables los pactos políticos con partidos legales por sus pasados tenebrosos. ¡Cómo si el pasado franquista del PP no fuera más tenebroso que cualquiera! Y no me refiero a la guerra (que siempre es tenebrosa aunque en este caso fuera iniciada por el bando fascista), me refiero a la represión postbélica en la que se dio el paseo a y se “juzgó” y fusiló en juicios sumarísimos (es decir, sin garantías) a 200.000 republicanos. La conmutatividad que va de tuyas a mías (y viceversa), no es de aplicación en estos casos. ¡Ni siquiera la razón científica vale!
El desgarrado. Noviembre 2020.