» 12-01-2021 |
De pronto los políticos empiezan a hablar de que sus opositores mienten. Es un giro significativo. Durante años han apostado por la posverdad, entendida esa posverdad como algo que se opone frontalmente a la mentira (pero también a la verdad). A ver si me explico. En vez de un sistema binario se establece un sistema ternario: la verdad, la mentira y la síntesis de ambas: la posverdad. La verdad ha estado en la nube durante años (los de la democracia. Con la dominación absoluta no era necesaria). En esa línea aparecen personajes instalados en la síntesis (posverdad) pero sin desdeñar las mentiras de bulto como: Trump. A esa síntesis le podríamos llamar intoxicación es decir la mentira vendida como verdad ¿Ha llegado la intoxicación al cabo de la calle con la reciente afirmación de los políticos? Evidentemente no. Es un cambio de estrategia. Nuestros partidos políticos -que no hablan con sus electores ni una palabra entre elecciones- han “entendido” (?) lo que sus electores les piden (¿) que restauren la verdad como garantía política. No disponemos del polígrafo pero dudamos.
Dice Rancière que existen dos democracias: la teórica (la de la soberanía popular) y la práctica (la otra, la que sufrimos, en la que obviamente la soberanía popular ha desaparecido en beneficio de la soberanía de una oligarquía aristocrática). De ahí viene el concepto de realpolitik. Para no soliviantarnos los políticos lo mantienen en secreto y nos mienten por nuestro bien. De ahí viene esa pasión que tienen los políticos por mentir: si la democracia ya es una mentira, cualquier otra mentira es “pecata minuta”. Oír llamar a las feninistas: feminazis, y a las decisiones del gobierno dictatoriales, viniendo de machistas y de prodictadores, tiene cojones. ¿Qué sentido tiene que os expliquemos que estamos aquí para forrarnos? En este sentido los políticos son posmodernos, deconstructivos (“avant la lettre” por supuesto. Ellos no lo saben), puesto que han superado los pares de oposiciones metafísicos en beneficio del sistema trifásico (no confundir con el carajillo cortado) en los que además de los términos opuestos existe la síntesis de ambos. Esta síntesis de mentira-verdad parecía que satisfacía todas los anhelos de los políticos pero la reciente denuncia de la mentira de los otros lo desmiente.
No podemos creer que hayan renunciado a la posverdad (la síntesis), ni por supuesto a la mentira, por lo que tenemos que sospechar que, en una nueva pirueta, al sistema tripartito han añadido una nueva variable: la ley del embudo: las leyes de la política no son iguales para nosotros y para los otros. Esta era una hipótesis (la de la universalidad de las leyes) que la ciencia ha mantenido siempre con permiso de la cuántica, que a ratos por cierto, parece política. Los extremos del embudo se sitúan topológicamente, en el gobierno y en la oposición. Da vergüenza ajena escuchar como como ambos niegan o defienden las acciones del otro dependiendo de el lado en el que les toca vivir. Sube la luz. Cuando lo hizo el “otro” gobierno era un escándalo. Ahora, cambiadas las tornas, la subida y la denuncia han cambiado de sitio. ¿La más mínima vergüenza por achacar al otro lo que tú hiciste con aplomo? Para nada. El PP denuncia la gestión de la tormenta como si se nos hubiera olvidado la que lió el Zoido y su gordo secretario (el del postureo) en la última tormenta en la que consiguieron cerrar la autopista y dejar tirados a miles de ciudadanos. Después de dos semanas anunciando la tormenta del siglo la Diaz (inefable Diaz) dice que no se lo esperaba. Si no se cree a los medios de comunicación (que machacaron sobre el tema a más y mejor), que privatice la meteorología. Debe ser una de las pocas cosas que todavía no habéis privatizado.
Las variantes de la mentira empiezan a ser tan numerosas que la verdad languidece. Luego se quejan de que hay irresponsables que no se creen nada (¡radicales!). El que siembra vientos recoge tempestades (¡A que está bien traído!). Había otra versión que hemos desechado: el que siembra ventosidades recoge mierda. Estáis al borde (con perdón) de que los ciudadanos no os hagan ni puto caso, o que como a Trump solo te haga caso la tribu de Toro Sentado. Habéis tensado mucho la cuerda y amenaza con romperse. Si en USA, que presume ser la primera (en importancia) democracia del mundo, se encuentran con un golpe de estado (fallido, pero golpe de estado al fin) ¿qué no nos encontraremos en España que ni siquiera salimos en en la lista de democracias? (a lo sumo, becarios). Estamos llegando al cabo de la calle. ¿Y después? No es la primera vez. Ya ha habido otros fascismos. ¿O no?
El desgarrado. Enero 2021.