» 28-01-2021 |
La pandemia avanza, pero la intoxicación política no le va a la zaga. Todos los gatos tienen tos y las declaraciones se suceden en ese juego siniestro y repugnante que practican nuestros ediles anteponiendo la vida de los ciudadanos a su poltronismo electoral. Si la monarquía absoluta consiguió aquel terrible eslogan de “Después de mi el diluvio” (En España se decía: “el que venga atrás que arree”) nuestra democracia pragmática (la que hace tiempo que suprimió al pueblo soberano de sus premisas) ha acuñado uno mucho peor: “Después de mi el holocausto”. Los judíos pensaránn que la palabra les pertenece pero no es así. El diccionario define el holocausto como: “Gran matanza de personas, especialmente la que tiene como fin exterminar un grupo social por motivos de raza, religión o política”. Se el error que cometo al poner en manos de la ultraderecha las palabras holocausto y Gobierno en la misma frase, dada su inveterada tendencia a acusar a la izquierda de sus propios y característicos horrores (como eso de feminazis de infausta memoria). El grupo social son los ciudadanos (el grupo de grupos) y la motivación es política. Lo del exterminio no necesita comentario. En España han muerto según los datos más de 80.000 ciudadanos de forma directa o indirecta (INE). ¿Qué hacen los políticos mientras los ciudadanos mueren a espuertas?
Lo primero es expurgarse: todos le echan la culpa a los demás, singularmente al Gobierno central como si la competencia en sanidad no estuviera transferida. Pero no menos a los partidos políticos que se les oponen. La consigna es intoxicar (“Dar una información manipulada o falsa para crear un estado de opinión propicio para un fin determinado” dice el diccionario). Se trata de hablar de manera que parezca que el culpable de lo que pasa (en general los propios errores) parezca que es culpa de otro. Decir que Iceta es un negacionista de las autonomías (el Presidente andaluz) es intoxicar; decir que el culpable de las muertes en Madrid es el Gobierno (Diaz) es intoxicar; Decir que todos los muertos por la Covid es culpa del gobierno (VOX) es intoxicar; decir que el Zendal era la mejor apuesta contra el virus (Diaz) es intoxicar; decir que el ministro de sanidad (declarado insistentemente incapaz y cuya única buena decisión sería dimitir) cuando se va, abandona su puesto porque le importan las vidas de los ciudadanos menos que su hipotético destino autonómico, es intoxicar; decir que has hecho un master mostrando las portadas (o ni eso) de tus trabajos en una universidad famosa por regalarlos (Casado, Cifuentes) es intoxicar; decir que un político constitucionalmente aceptado, distanciado del terrorismo activo (VOX, PP, C’s) es terrorista, es intoxicar; decir que una moción de censura es un golpe de estado (PP, VOX, C’s) es intoxicar; decir que todo lo que no te gusta es un 155 (independentistas, presidentes autonómicos en general), es intoxicar; etc, etc, etc.
Tomar decisiones electoralistas que van desde no prohibir lo que debería prohibirse (las reuniones en Navidad, fumar, trabajar, comer y beber en grupo, transhumar, hacinar los ciudadanos en los medios de transporte, permitir reuniones sociales), para controlar la pandemia; negar que lo que no se puede proporcionar es útil para ese control (Mascarillas, equipos de protección, los efectos de los recortes y de las privatizaciones); o permitir a grupos de presión que sigan operando como hasta la llegada de la pandemia, como los vuelos sin distancia de seguridad; utilizar a los expertos como criados y que digan lo que les conviene; ocultar las decisiones nefastas o simplemente sumergirse en la opacidad; aprovechar la pandemia para deteriorar al enemigo político y ganar votos. La defensa de estas decisiones pasa por la intoxicación pues nadie quiere reconocer que la ha cagado (defenderla y no enmendarla) o quiere sacar ventaja de la debilidad del otro. Diaz en Madrid, a la voz de “más cornadas da el hambre” se ha opuesto a cualquier medida que supusiera recortar la economía, más que a otra comunidad (el hecho diferencial madrileño), no sin antes cuantificar el monto de muertos que estaba dispuesto a asumir (ella solita ha conseguido más de 12.000), manipular las cifras de afectados dilatando su cómputo a cuando ya el objetivo no estuviera puesto en el dato, o condenar a los mayores a la privación de asistencia médica.
Prevaricar (tomar una decisión a sabiendas de que es injusta) ha sido la solución para una serie de altos mandos (militares, religiosos y políticos) que han decidido vacunarse fuera de su turno. El miedo es libre pero la prevaricación es un delito. Hay que tener en cuenta que no están todos los que son, muchos son más arteros y no los pescan. Intoxicar debería entrar en la prevaricación porque se miente con la intención de sacar ventaja.
Matar al mensajero. Desde Extremadura se conmina a los periodistas a que no pongan palos en las ruedas (?) y apoyen a los políticos a fin de no desanimar a los ciudadanos y en definitiva ayudar. Se refiere presuntamente a las reiteradas denuncias de trincavacunas entre -fundamentalmente- los políticos del bipartidismo. Por lo visto que los tertulianos actúen como si estuvieran en nómina de los partidos no tiene mayor importancia pero que se desvelen noticias de prevaricación o corrupción es contraproducente o indecente. La Sra. Clavé dice en ARV de la Sexta que toda la culpa del “desastre pandémico es del Gobierno porque las autonomías son completamente inocentes. Y ya puesta añade que la posible abstención de VOX (a los que tilda de ultras y de fascistas) al decreto de aceptación de los fondos europeos es inequívocamente un apoyo. Si la abstención es apoyo es de suponer que el apoyo (votar sí) debe ser algo más ¿poner el culo? Y volviendo a Extremadura: se trata de intoxicar como si los medios tuvieran una obligación mayor con los partidos y los ciudadanos, que simplemente informar.
Victimismo. Todas la autonomías en general se han echado en manos del victimismo. Se trata de intoxicar la opinión pública haciéndoles creer que el Gobierno central trata de manera diferente a las autonomías de acuerdo a su color político o invadiendo sus competencias. El adalid de esta tendencia es Diaz que no deja pasar día sin zaherir al Gobierno acusándolo de todo lo acusable. Ni siquiera desdeña actitudes totalitarias como hoy mismo que ha rematado su contestación a Gabilondo (PSOE) con un “A callar, a callar, a callar” Como decía la canción: “y llegó el Comandante y mandó a callar”. Acusar de partidismo al Gobierno central sin aportar pruebas es intoxicar y más allá del debate mentir, y difamar debería moderarse y perseguirse.
Ocurrencias. Cada autonomía ha decido que tenía las mejores medidas para atajar el virus. Con ello se ha logrado un monumental lío del que se culpa al Gobierno. Por una parte se aplican medidas particulares y distintas uncluso excediendo sus competencias, se pide al Gobierno que legisle lo que las comunidades le negaron en la primera ola, Se le exige uncluso que se salte la ley en recortes de libertades fundamentales cuya aprobación requiere el concurso del Congreso y donde en la primera ola el Gobierno se las vio y se las deseo para conseguir apoyos. Algunas han gestionado individualmente sus suministros sanitarios y Madrid se ha construido un hospital sin sanitarios (para que fuera más barato) que debe funcionar rapiñando sanitarios a otros hospitales, mediante traslados forzosos y amenazas. Todo ello es intoxicar.
En fin. Esta enumeración podría continuar unos meses pero prefiero no humillar. Todos nuestros problemas vienen de los políticos: antes por recortes, privatizaciones y desprecio por la investigación; durante: por incapacidad, ocurrencias, prevaricación, imprevisión, mala fe, y sobre todo, electoralismo canalla. Y no me cabe ninguna duda que después de estos siniestros personajes seguirán amargándonos la existencia vociferándose y acusándose de todo lo habido y por haber. Porque de esta peste no nos libramos ni con zotal. Si para algunos “más cornadas da el hambre” para la gran mayoría “la intoxicación política no se cura con vacunas y es por lo menos tan dañina como la pandemia”. Y por lo que parece eterna.
El desgarrado. Enero 2021.