» 11-01-2024 |
En la primera votación que se efectúa en esta legislatura ya se ha planteado la tónica de lo que va a ser el juego político de los próximos cuatro años (o, probablemente, menos). En el caso de Junts el rencor es por el trato recibido. Según la teoría del callo, éste se produce por la reiterada acción de presión del agente. A mayor roce, mayor callo y cuando el roce cesa la zona afectada no regresa inmediatamente a su posición original sino que el callo debe deshacerse paulatinamente. Es decir que la acción del agente se retroalimenta en los resultados. Por muy discutibles que sea la razón que alega Junts, la cuestión es que ellos se sienten puteados por la respuesta de España a una declaración de independencia que fue más un gesto que una realidad. Y ahora es el rencor el que les impulsa. No solo quieren ventajas sino que, si además son sangrantes, tanto mejor. Aún así el hecho de que la estrategia independentista se haya transformado en una estrategia de pactos y ventajas no deja de ser el abandono de la vía unilateral y el acceso a la vía parlamentaria… aunque los patrioteros lo nieguen.
En el caso de Podemos el rencor viene de sus propios errores pero se dirige contra Sumar que es la formación que les está arrinconando. No hay que olvidar que si sus diputados están en el Parlamento es gracias a su alianza electoral con Sumar, sin cuya ayuda no hubieran entrado (lo que explica que repitan alianza de cara a las próximas elecciones gallegas). Pero la mala partera le hecha la culpa al culo y Podemos culpa a Sumar de su próxima desaparición y se ceba en el decreto que llevaba la firma de Diaz. No les ha importado ni alinearse con los ultras ni privar a los parados de una mejora social innegable, siendo el argumento de la insuficiencia estúpidamente ineficaz (como lo es siempre que se usa). Se dice que lo excelente es enemigo de lo bueno, haciendo referencia a que aspirar a la perfección (por su paulatina dificultad) pone en peligro la consecución de lo simplemente bueno. Esta legislatura verá la desaparición de Podemos tras desangrarse en su poca productiva lucha rencorosa contra Sumar. Me pregunto cuantos votantes han perdido con este gesto, aunque es posible que ya solo queden en la formación, los fanáticos.
Las transversalidades, esas líneas políticas que se producen en el eje ortogonal al histórico eje derecha/izquierda, como ecologistas, nacionalistas, feministas, etc. se une ahora la del cordón sanitario: los antifascista. Si Núñez Feijóo no gobierna no es porque no haya querido ceder ante las exigencias nacionalistas (como afirma jactanciosamente) sino porque le han hecho un cordón sanitario los nacionalistas por sus veleidades (concretadas en co-gobiernos) ultraderechistas. Y no podemos olvidar que Podemos (formación de origen transversal según el eje políticos/ciudadanos) empezó a deshacerse cuando giró hacia el comunismo coaligándose con IU. Las transversalidades -sin prisa pero sin pausa- muestran su cada vez mayor influencia en la marcha política. La desaparición de C’s y la próxima de Podemos, parecía anunciar que el bipartidismo se recuperaba, pero no es así. Cada nueva transversalidad resta votos al bipartidismo de modo que no se puede gobernar sin ellas. Lo que está ocurriendo no es más que una muestra de lo que nos depara el futuro. Quedan muchas minorías y tendencias que pueden cobrar importancia en un momento dado y la fragmentación de la cámara ha llegado para quedarse.
Pero lo que hacen los transversales no nos puede despistar de lo que hacen los grandes. El PP, vota en contra de las medidas sociales más elementales. Su argumento tradicional para oponerse a ellas era que las arcas del Estado no lo aguantaban. Esa coartada ya no vale. Tras diversas medidas de auxilio social en la anterior legislatura, la economía responde satisfactoriamente. Ni la subida del salario mínimo, las pensiones, las ayudas a parados de larga duración, mayores, o jóvenes, han desviado a la economía de su tendencia ascendente. El PP instalado en el “no a todo” -versión política de la militar “al enemigo ni agua”- citado recientemente por la princesa del PP, se esfuerza en mantener una política cuyo único fin es desalojar al PSOE del poder y al que no ha podido volver ni siquiera ganando las elecciones. Y lo peor es que si la trasversalidad antifascista mantiene su cordón sanitario, el PP no volverá nunca a gobernar. No otro sentido tienen los mimos que el PP hace a los nacionalistas de derechas como si la política tradicional derecha/izquierda siguiera dominando el panorama. El PP tiene algo personal contra el PSOE. ¿Será el rencor del perdedor?
El caso del PSOE es que está en caída libre. La política del rencor escapa a cualquier consideración de racionalidad política. Junts está inmerso en dos guerras: contra España y contra ERC y las dos suponen exigir continuamente ventajas, hasta el punto que no se prevé donde puede acabar la escalada. Los pactos ventajistas son un agujero sin fondo que no tiene límite. Hasta dónde está dispuesto a ceder el PSOE (y el PP que está en el mismo caso pero fuera del gobierno) no lo sabemos pero lo sospechamos. El PP -como una carcoma- hurga insaciablemente en la herida. El problema es que contra más tarde el PSOE en zanjar las ventajas, más habrá aumentado su descrédito, lo que lo sitúa en una pinza infernal. Al poder de las transversalidades hay que añadir el de las minorías. Estamos ante una política inédita a la que, dudo, que los partidos del bipartidismo sean capaces de responder. Y en su impotencia, se dedican a crispar, intoxicar y mercadear. ¡País!
El desgarrado. Enero 2024.