» 16-03-2024

La condición humana 2-1. Etología 1. Poder.

La consecuencia más nefasta de creernos el cúlmen de la evolución (Arsuaga y Martinez “La especie elegida”) es que consideramos que todas nuestras características son únicas y por tanto no pueden ser analizadas comparativamente con los animales. No es así, y es lo que nos hace ver Frans De Waal en “El mono que llevamos dentro”, Tusquets 2020(2005). Gran parte de los rasgos de nuestra gloriosa especie están ya prefigurados en nuestros parientes más próximos y por tanto impresas en nuestros genes. Conocernos implica desentrañar esos patrones de conducta cuya evidencia en chimpancés y bonobos nos parece meridianamente clara, pero que somos incapaces de extrapolarnos a nosotros mismos como especie. Nuestra diferencia genética con nuestros con-géneres es exigua (quizás un 1%) y en consonancia, nuestra idiosincracia diferencial debe ser también reducida. El libro analiza el comportamiento, comparado con nuestra especie, de los grandes monos (especialmente chimpancés y bonobos), en determinados campos: poder, sexo, violencia, benevolencia, bipolaridad. La tesis es que no somos buenos o malos (moral) sino que somos buenos y malos (bipolaridad). Por qué tomamos una u otra decisión, es lo que nos debería preocupar.

 

Antes de entrar en materia es imprescindible destacar la condición, que parece previa a nuestra (y su) manera de ser, pero que es fundamental: nuestra calidad común de ser sociales. Somos -como nuestros primos- eminentemente sociales- hasta el punto que sin la condición social somos incapaces de sobrevivir. La socialidad es una opción que siempre convence a la evolución porque el todo es más que la suma de las partes. Cuando decidió entre pluricelular y unicelular, tomo una decisión que siempre ha repetido, hasta el punto que las especies que no son sociales, lo son por inversión del camino “normal” de la evolución. Hasta los parásitos son una forma de asociación y de ella habrá que hablar, pues es una forma que toma habitualmente la socialidad en nuestra especie. La sociedad es un sistema de ayuda mutua (reciprocidad) que permite afrontar condiciones, de otra manera inasumibles. El problema de la sociedad siempre es el mismo: el pegamento. No solo las ventajas han de ser superiores a los deberes sino que requieren sobrepasar el rechazo que el individuo tiene al gregarizarse, a perder su individualidad. Porque su individualidad fue lo que le produjo su instinto de supervivencia: la agresión para obtener comida, sexo y territorio. Toda sociedad es una tensión entre individuo y grupo que requiere de mecanismos de lubricación. Se debe mantener intacta la agresión extraespecífica controlando (desactivando) la intraespecífica… al modo de la epigenética.

 

La teoría de la evolución es una competición entre individuos, en absoluto entre grupos, pero de la que es beneficiario el grupo (Arsuaga y Martinez 2023, 410) . Es difícil entender la generosidad, el altruismo, la solidaridad, la empatía desde el egoismo supervivencial. Es difícil que los mecanismos que favorecen la supervivencia de la especie figuren entre los objetivos de los individuos. Alternativamente al mecanismo de desactivación (generalmente hormonal pero también conductual, como la ritualización) se debe asimismo producir un mecanismo de restitución cuando el conflicto ya se ha producido (generalmente conductual: genético o volitivo). Estudiar una sociedad supone estudiar los mecanismos de evitación, suavización y restauración (de la situación anterior) de conflictos. Nuestro pensamiento analítico trata de entender la sociedad como la suma de un conjunto de individuos. No es el camino, por cuanto la simple suma de individuos no produce sociedad, sino masa. Hay que contemplar las relaciones. La acumulación de individuos produce unas relaciones, unos vínculos, que hacen que la sociedad sea algo más que la suma de individuos. Y ese problema también lo tiene la evolución que si bien “sabe” que la asociación es beneficiosa (y por eso la procura a través de la selección natural de individuos) debe lidiar con los problemas que suscita. La única asociación natural es el parentesco -cuando se produce, pues no es una relación social necesaria- y de él, la relación materno-filial como la más intensa.

 

Que la progenie de un grupo pertenezca a un solo macho (gorilas) o a un conjunto de machos emparentados (chimpancés) no solo garantiza la pureza del linaje sino también fortalece al grupo parental. Los bonobos ya no son tan estrictos y las hembras se aparean con machos de otros grupos, pero los bonobos han solucionado el problema de la cohesión del grupo, mediante el recurso al sexo como medio de convivencia, pero también por el vínculo madre -hijos que se extiende en el tiempo (matriarcado). Tanto estos simios como nuestra especie, practican el intercambio de hembras, es decir: las hembras cambian de grupo en cuanto alcanzan la fertilidad. En nuestra especie no todos los machos están emparentados por cuanto se ha fortalecido enormemente la familia como el núcleo parental fundamental, y ello porque los machos crean uniones estables al encargarse de la alimentación y la defensa del núcleo familiar. La cohesión del grupo se robustece mediante la ampliación del parentesco a la ideología (Harari. “Sapiens: de animales a dioses”), lo que permite grupos enormes capaces de enfrentarse a tareas titánicas. Cuatro modelos de sociedad para cuatro especies de simios. Del sexo hablaremos más adelante, pero he querido adelantar unas pinceladas como ilustración del tema social.

 

1. Poder. La fuerza del colectivo es mayor que la fuerza del individuo. La asociación (cooperación), es pues la mejor estrategia de supervivencia, además de la huida y la lucha individuales, pero necesita orden (reglas de organización: convivencia) hacia el interior y mando (voluntad unificada de acción) hacia el exterior. La interacción de una y otra produce la jerarquía (orden de mando). Tanto una como otra se establecen en el tiempo por la selección natural: los que adoptan buenas reglas y buenas jerarquías perviven y los que que no lo logran, desaparecen. La sociedad se establece por la supervivencia… y la sostiene. La consolidación de los genes que determinan la conducta social  es una cuestión de selección natural. El poder es el medio de asegurar la pervivencia individual: el alimento, la progenie, el territorio, es por tanto, seguridad en la supervivencia. Cada uno quiere obtener la seguridad para sí mismo, y se crea el conflicto. En los juegos de suma cero (recursos limitados), la seguridad de uno se produce en detrimento de los demás. La forma de que el conflicto no acabe con el colectivo es el orden (organización) y el mando (la voluntad unificada), a los que hay que añadir un sistema de resolución de conflictos una vez ocurridos: el arbitraje. En las sociedades humanas: el poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial. La voluntad de poder no tiene nada de misterioso; es la aspiración a la posición de máxima seguridad y por tanto de máxima pervivencia.

 

Sin embargo en nuestra especie la simple mención del poder es sospechosa, es tabú. Los políticos son reacios reconocer su afán de poder. Incluso es común encontrar el desprecio por el poder entren los jóvenes y los idealistas. Contemplar como los simios lo ejercen es acercarse al poder como algo profundamente arraigado, incluso natural. "la literatura biológica demostró su inutilidad para comprender las maniobras sociales, debido a su aversión al lenguaje de las motivaciones. Los biólogos no hablan de intenciones ni de emociones” (De Waal, 2020, 63). Fue preciso aproximarse al terreno de la política para entenderlos. El esquema descrito es exactamente igual para las sociedades antropoides y para las humanas. Existen distintos tipos de orden, de mando y de arbitraje, pero siempre con la misma estructura y los mismos fines. Incluso el balance de poderes   (tendencialmente independientes) es igual. La comparación (implícita) ya la ha realizado De Waal por lo que os remito a su texto. 

 

Chimpancés: que el poder es el liderazgo y que solo se puede acceder a él en equipo es evidente para el chimpancé. “mantenerse en la cúspide es un acto de equilibrio entre afirmar la propia dominancia, tener contentos a los aliados y evitar que la masa se revele. Si esto suena familiar es porque la política humana funciona exactamente igual” (De Waal, 2020, 52). Los colaboradores son pagados con privilegios en el acceso a la comida o a las hembras. Ellos no acceden al liderato pero si al poder. “El poder es el primer motor del chimpancé macho. Es una obsesión constante que proporciona grandes beneficios cuando se obtiene y una intensa amargura cuando se pierde” (De Waal, 2020, 55). "Para hombre o bestia, la muerte es el precio último de intentar llegar a la cúspide” (De Waal, 2020, 55). “Aparte del riesgo de lesiones o muerte, ejercer el poder es estresante” (De Waal, 2020, 56). 

 

"El afán de poderes es ubicuo en el reino animal… se traduce en alimento para las hembras y apareamientos para los machos” (De Waal, 2020, 56), aunque también los machos compiten por el alimento y las hembras por los apareamientos. “Todo evolución gira entorno al éxito reproductivo… Un macho puede incrementar su progenie si logra aparearse con muchas hembras y mantener lejos a los rivales. Para los machos "La clarificación de la jerarquía es una prioridad absoluta” (De Waal, 2020, 59). "el rango queda fijado por quien vence a quien, no solo a título individual, sino colectivo. (De Waal, 2020, 64). En los humanos los indicadores de rango son múltiples.  A simple vista es posible situarlos. El ajuste de la voz, los edificios, la forma de vestir, la imposición de la sumisión, el postureo. Para los chimpancés la comunicación no verbal es esencial. Pero la jerarquía cumple también una función de dar estabilidad al orden social. " Cuanto más clara está la jerarquía, menos necesita reforzarse… todo el mundo está mejor"(De Waal, 2020, 69). "así pues, los rituales de rango entre los chimpancés no tienen que ver solo con el poder, también con la armonía… la planificación de la jerarquía esencial para una colaboración efectiva"(De Waal, 2020, 69). "… La cohesión dentro del grupo se incrementó junto con el refuerzo de normas sociales y el respeto al liderazgo"… la estructura jerárquica misma, una vez establecida, elimina la necesidad de más conflicto… no podrían funcionar sin un orden reconocido” (De Waal, 2020, 71).

 

Hembras chimpancés: “Para la hembra… aparearse con múltiples machos no le reporta en general ningún beneficio”. "La mayoría de ellas no viven en pareja por lo que elegir al compañero sexual más vigoroso y sano es todo cuanto necesitan” (De Waal, 2020, 57). "Puesto que los varones no tienen una preferencia especial por las mujeres poderosas el rango elevado no beneficia a las mujeres en el dominio sexual” (De Waal, 2020, 58). Ni la profusión de apareamientos ni el rango interesan a la hembra, es decir: no les interesa el liderato. Aún así, la jerarquía también impregna las relaciones entre hembras, pero sin tensión ni hostilidad, simplemente una hembra domina a la otra. "Las hembras ascienden porque todo el mundo las reconoce como líderes… es en gran medida una cuestión de personalidad y edad” (De Waal, 2020, 63). "Las hembras de chimpancé también se unen para atacar a los machos, en especial a los que abusan demasiado… la solidaridad es crucial” y “… se sumaba la autoridad” (De Waal, 2020, 71). “El poder femenino es menos obvio entre los chimpancés en libertad. Las hembras tienden a deambular solas… esta existencia diseminada impide a la hembra formar alianzas”. En cautividad "la proximidad reduce la diferencia entre géneros… la relativa igualdad de géneros en el zoo puede ser artificial pero no por ello deja de ser muy instructiva. Evidencia un potencial para la solidaridad femenina que pocos habrían predicho a partir de las observaciones de campo” (De Waal, 2020, 72). 

 

Hembras bonobos: Este potencial se manifiesta especialmente entre los bonobos. "Los bonobos forman grupos más numerosos que los chimpancés y como resultado las hembras son mucho más sociables. Una larga historia de vinculación femenina, expresada en forma de acicalamiento mutuo y sexo, ha hecho más que erosionar la supremacía masculina; de hecho ha invertido las tornas. El resultado es un orden fundamentalmente distinto, pero al mismo tiempo se percibe una continuidad, pues las hembras de bonobo han perfeccionado la solidaridad femenina latente en todos los grandes monos africanos” (De Waal, 2020, 72). "La dominación femenina colectiva en las comunidades de bonobos es bien conocida en los zoológicos, y los etólogos de campo tuvieron que haber comenzado a sospecharla unos años atrás… no es inusual que las hembras ahuyenten a los machos para apropiarse de los grandes frutos, que luego se reparten como buenas amigas… las hembras siempre dominan colectivamente a los machos” (De Waal, 2020, 72). Inicialmente pareció “que los bonobos tenían una estructura familiar semejante a la nuestra: Se observaba que los machos adultos tenían lazos estables con hembras particulares… luego supimos que en realidad se trataba de madres e hijos… de hecho, la jerarquía masculina es un asunto materno… los bonobos machos compiten por su posición en las faldas de sus madres” (De Waal, 2020, 74). 

 

"Las tensiones no están ausentes (entre los bonobos), ni mucho menos. Los machos son altamente competitivos y las hembras pueden serlo en la misma medida. El rango parece reportar grandes beneficios. Los machos de alto rango son más tolerados por las hembras a la hora de compartir la comida y tienen más parejas sexuales” (De Waal, 2020, 75). “Tanto en los antropoides como en el género humano, la jerarquía femenina es menos disputada y, en consecuencia, requieren menos imposición… tradicionalmente, las mujeres ejercen su mayor influencia en la familia, donde no necesitan pelear, alardear ni escalar para llegar a la cima: solo tienen que cumplir años… la veteranía parece contar de manera decisiva para la posición de una mujer en relación con las otras. Lo mismo se aplica a chimpancés y bonobos… las hembras dejan su comunidad natal en la pubertad para integrarse en otra. Las hembras de bonobo, con sus lazos más estrechos, buscan el ‘patrocinio’ de una hembra residente, acicalándola y manteniendo relaciones homosexuales con ella… la edad es sin duda, un componente principal del orden jerárquico” (De Waal, 2020, 76). 

 

Chimpancés: ”puesto que la dominación masculina se basa en la actitud combativa y el apoyo de los amigos, el impacto de la edad en las jerarquías masculinas es muy diferente. Para un macho hacerse más viejo nunca es una ventaja… en un régimen de dominio masculino, como el del chimpancé, los puestos más altos de la jerarquía quedan vacantes regularmente, mientras que un régimen de dominio femenino, como el del bonobo, el cambio social es menos frecuente y más gradual” (De Waal, 2020, 77). Existe otra razón por la que entre los bonobos hay menos maniobras políticas, y es que sus coaliciones dependen del parentesco… todo depende de la posición de su madre en relación con las otras hembras, el bonobo macho también debe tener paciencia… tienen menos oportunidades de conformar su propio futuro que el chimpancé macho, libre de entrar en un juego de alianzas con otros machos… gracias a esta situación mucho más flexible los chimpancés machos se han convertido en estrategas oportunistas, dotados por naturaleza de un temperamento apropiadamente agresivo y un físico intimidatorio… La vida en una sociedad matrifocal ha creado un tipo diferente de macho" (De Waal, 2020,77). 

 

Las instituciones de poder. 1. Teoría de coaliciones. Las alianzas son esenciales para alcanzar posiciones de poder y entre los chimpancés se desarrollan siguiendo pautas establecidas, empezando por la más elemental: dos contra uno. En primer lugar frente a la alianza hay que conocerla, vigilarla de cerca y si es posible desbaratarla. Recíprocamente la alianza debe ser fuerte y estable por lo que la reconciliación inmediata frente a las desavenencias es fundamental. La unidad debe ser publicitada, hay que hacer ostentación de ella, lo que incluye la minimización de la derrota (no es derrota porque no ha habído lucha) y la lectura de la derrota como victoria. Pero la victoria no siempre es dulce: la desaparición de una fuerza contrincante no implica el afianzamiento de la que permanece. Todas estas precisiones sobe la coalición se resumen en una: la fuerza es debilidad (y viceversa). Solo se obtienen apoyos (que fortalecen) a cambio de concesiones (que debilitan). La coalición debe tener el mínimo tamaño indispensable para ganar. La alianza con poderosos arriesga la propia existencia. Entre dos fuerzas poderosa y equilibradas un fuerza pequeña puede ser decisiva, es decir poderosa.

 

2. Igualdad. La constitución de las jerarquías puede no ser la mejor opción. Lo que los antropólogos llaman el igualitarismo genuino puede observarse en múltiples sociedades. La igualdad y el compartir puede ser una opción. El igualitarismo no es un acuerdo pasivo e idílico. Los igualitarios no niegan la voluntad de poder sino que la modulan mediante mecanismos niveladores: ridiculización, murmuración, desobediencia, violencia, ostracismo o abandono. Los igualitarios saben que es difícil sobrevivir sin liderazgo y por ello “permiten” la institución de un jefe (Bataille), al que el grupo entero vigila y castiga en caso de abuso de autoridad. Entre dos facciones enfrentadas (machos/hembras, ganadores/perdedores, poderosos/desvalidos) los chimpancés pueden alinearse con cualquiera de ellas (al contrario que los monos no antropomorfos que se alinean con el ganador). 

 

3. Instituciones de modulación del poder o regulación de los igualitarios. Esta línea de control del colectivo a los líderes abusones se puede equiparar a una Constitución. Pero también puede tomar la forma de un arbitraje imparcial (judicatura). Se trata de atajar la discordia, más que favorecer a una de las partes. Pero la comunidad no acepta a cualquiera como arbitro, ni tiene porque recaer en el líder. Los chimpancés se debaten entre las jerarquías rígidas (la lucha por el rango) y la tendencia igualitarista (el apaciguamiento de la masa). Bien le podríamos llamar democracia. Todo esto supone una distinción entre el poder físico y el poder efectivo que se plasma en el establecimiento de un orden versátil. El apoyo de las hembras (representadas por su líder) puede derrocar coaliciones. Otra institución de poder en los chimpancés es el de los consejeros aúlicos, viejos machos antaño poderosos, que han renunciado al liderato y que ejercen de influenciadores. No siempre el líder recibe el máximo reconocimiento o respeto. Es así como el grupo “vota” a mediadores populares. 

 

4. Conciliación. Las relaciones jerárquicas son dialécticas. La sonrisa humana deriva de un práctica de sometimiento, pero no exenta del recordatorio de que se está suficientemente armado como para que sea entendida como voluntaria. Aceptamos nuestro rango jerárquico pero sin renunciar un lenguaje corporal que lo desmiente. Nos encanta burlarnos de nuestros superiores, recalcar que nuestro sometimiento es voluntario. Siempre es mejor gobernar con el respaldo de la base que imponer el poder, y la búsqueda de ese respaldo modula la jerarquía. ¿en el principio fue el caos (el todos contra todos hobbesiano, o el igualitarismo genuino permisivo) o fue el orden de la dominación jerárquica? La naturaleza nos ofrece ejemplos de líderes pacíficos y tolerantes y de déspotas tiránicos. Los bonobos son de los primeros. Utilizan los mecanismos niveladores de los chimpancés pero han invertido la jerarquía de género, en beneficio de todos. Sin embargo su sistema de poder -al encerrarse en el parentesco- es menos fluido que el de los chimpancés cuya libertad de alianzas es capaz de desmantelar el sistema. ¿libertad e igualdad son inversamente proporcionales? De lo que podemos estar seguros es que no hemos inventado la sociedad, la política, la igualdad, la libertad, las instituciones, la separación de poderes (y esos poderes: legislativo, ejecutivo y judicial), la Constitución, la democracia ni nada de lo que consideramos logros humanos.  En el principio era el mono…

 

El desgarrado. Marzo 2024.

 




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