» 20-03-2024 |
En la entrega anterior desgranamos situaciones (de la mano de Arsuaga y Martinez: “La especie elegida”) en las que la evolución se veía afectada (se detenía: humanos, o se invertía: parásitos). De Waal en “El mono que llevamos dentro” se añade al análisis con nuevos argumentos. Antes de repasarlos conviene que demos a la evolución (y a la selección natural) la importancia que tiene. Ante la complejidad del mundo, el tiempo pareció una variable que podía ser omitida. Da ahí surge la ontología y el ser: el estudio del mundo desde un punto de vista estático, en rodajas de tiempo cero, exclusivamente en el espacio. En un momento posterior dichas rodajas se podían unir (sumar) para reconstruir un mundo espacio-temporal. El devenir fue así domesticado pero también devaluado. Para el mundo mítico el tiempo (futuro, el que de verdad interesa) se condensó en el destino, que estaba en manos de los dioses. En el esquema de la metafísica -en el SV a.c.- no fue considerado sino como la suma de rodajas espaciales de tiempo cero. La ciencia trató al tiempo como invariante: el hecho de que transcurra adelante o atrás no afecta a su formulación físico-matemática. Fue un alivio porque si no fuera así el tiempo tendría dos dimensiones y el espacio-tiempo, cinco.
Podemos aventurar que así como el pensamiento en el espacio se desarrolla según las reglas conocidas de la cantidad (matemáticas), la verdad (lógica), el concepto (lenguaje) y la igualdad (ética-política, pero también operacional) de la ontología (el ser), el pensamiento del tiempo se desarrolla de acuerdo a unas reglas propias: las reglas del devenir, del movimiento y del cambio. En el caso de la evolución conocemos bien el mecanismo de la selección natural: el tiempo induce diferencias que solo permanecen si mantienen su estructura (la continuidad de la especie en biología, y la continuidad de la complejidad energético-estructural en física). Si consigue reproducirse en biología y si consigue mantener su estructura más compleja que su entorno (y del que extrae su energía) consideramos que ha triunfado. Como la física sabe, la energía y el tiempo tienen una relación crucial. La complejificación de las estructuras por “parasitaje” de la energía de su entorno es el equivalente -en el mundo de la física- a la vida en el mundo de la biología. Visto así el umbral de la vida sería mucho menos misterioso de lo que parece.
Para De Waal, la evolución se produce a través de la supervivencia de variantes que se reproducen más que otras (que se mantienen más que otras). Pero estas variantes no solo se observan en la vida sino también en determinadas acciones físicas o reacciones químicas. El éxito de estas acciones y reacciones es la estabilidad que impide la reversión. Y por tanto el aumento de la complejidad.¿Empezó nuestro universo con una acción así: la división de la nada en materia y antimateria que de alguna manera se estabilizó? ¿Podemos entender esto como forma de pensamiento (tan elemental como se quiera)? Cosas que se relacionan y forman nuevas cosas. Es evidente que nuestra forma de pensamiento metafísico está excesivamente sesgada hacia el ser, la inmovilidad y el espacio. Cuando Aristóteles identificó el devenir con el cambio (cuando hay cambios que no ocurren en el tiempo) o Newton-Leibniz crearon el cálculo diferencial, que añadía la evolución en el tiempo al ser inerte ¿no fue una forma artificial (e incluso tramposa) de devolver a la materia la evolución que la ontología le había quitado? Nos sentimos cómodos en el espacio (por lo menos hasta que las dimensiones empezaron a multiplicarse). No es lo mismo con el tiempo cuya realidad siempre está un poco más allá que nuestras esperanzas. Pero volvamos a la evolución.
El planteamiento es el mismo que el de Arsuaga y Martinez: “¿… es verdad que el género humano sigue evolucionando?” ¿Se ha acabado la evolución? ¿La nuestra, la de los monos, la de todos? La respuesta de De Waal en la página 238 y siguientes es la siguiente.
1. La evolución es macabra: necesita la mortalidad para funcionar (la desaparición de los individuos no adaptados… antes de procrear, para que no transmitan su impulso negativo). La reducción de la mortalidad, debida a la mejor nutrición y a la medicina, distorsiona los resultados. Cuando un depredador caza, la víctima no es el mejor ejemplar de la manada sino el individuo débil (por no ser capaz de alimentarse) o enfermo (sin acceso a las medicinas). Si la evolución presiona para que los bebés tengan cada vez la cabeza más grande, la estrechez del canal del parto acabará con estos individuos a no ser que los salve la cesárea. La inmunidad se selecciona por la muerte de los individuos. Los que no enferman (rechazo) o no mueren (resistencia) se salvan. Pero con vacunas cambiamos el curso natural de las cosas. Y la evolución natural.
2. La cultura aumenta el conocimiento exponencialmente dado que lo almacena (cada individuo no necesita repetir los descubrimientos que ya se han hecho y se han guardado). El cambio cultural, minimiza el cambio biológico. Nos hemos convertido en expertos en cambiar el entorno para adaptarlo a nuestras necesidades sin esperar a que la biología nos cambie a nosotros.
3. La presión que ejercemos sobre el medio: destrucción del hábitat, incendios, caza furtiva, tráfico de carne, disminuye la diversidad de los seres vivos y el equilibrio ecológico se resiente. La vida en libertad y en interacción con los demás les permite que la evolución actúe y encuentre el camino que haya de encontrar. Sabemos cuan delicado es modificar el equilibrio ecológico y es lo que provocamos con la extinción de especies. Las especies afines son una historia viva de nuestra propia evolución.
4. La neotenia es otro rasgo que compartimos con los bonobos… y con el axolotl. Somos un feto de primate que ha alcanzado la madurez sexual. Aquí la evolución “recupera” fases de nuestro desarrollo (embriológico o juvenil) para aprovecharse de las características que se pierden con la edad. Como consecuencia somos curiosos, inventivos y juguetones aparte de otras características físicas como nuestra piel desnudad, craneo redondo, cara plana, tolerancia persistente a la lactosa (que en general se pierde a los 4 años), etc. ¿Es una detención del desarrollo como parón de la evolución?
El desgarrado. Marzo 2024.