» 05-05-2024 |
Me voy a referir aquí a cómo preparamos al mundo para ser sometido a nuestra razón, a nuestro pensamiento, a nuestra lógica. Lo que en pintura llamaríamos la imprimación cuyo fin no es el efecto de pintado sino permitir la operación de pintar. En nuestro caso no es todavía pensamiento del mundo sino aquello que permite la operación de pensar. Esa aproximación al conocimiento del mundo se establece en etapas. En primer lugar necesitamos cierto conocimiento previo del mundo suficiente para aplicarle nuestra facultad de pensar. Una intuición del mundo pues. Antes del pensamiento el conocimiento debe ser de otro tipo que lo que conocemos por razón. Este conocimiento previo se efectúa mediante tres premisas. A este conocimiento previo al conocimiento racional (u otros) les llamamos comúnmente axiomas y son comunes tanto en la ciencia como en la filosofía.
Voy pues a reflexionar sobre los axiomas, es decir esos objetos que están fuera de la reflexión, son anteriores a ella. Un tema que ha sido siempre relegado por ser paradojal, recursivo (lo definido entra en la definición). Es como si su estructura de indemostrables los hubiera excluido del logos, de la razón. Participan de un conocimiento que bien podríamos llamar creacionista pues están ahí, sin que a nadie le preocupe de donde han salido. Y la primera pregunta es ¿Es la axiomatización una de esas operaciones previas al pensamiento? Es obvio que sí pero ¿lo es estructuralmente o circunstancialmente? de nuevo otra cuestión que podría formar parte de lo previo al pensamiento. Y demos la respuesta que demos la cuestión se planteará de nuevo: estamos en un proceso recursivo. ¿Es la recursión (su condena) el acto supremo previo del pensamiento? ¿Negar su existencia (o su influencia) es un axioma? Son demasiadas preguntas y el problema no es que no tengan respuesta sino que abren nuevos interrogantes en una “miss en abysme”. Volveremos sobre ello.
Decimos que los axiomas son indemostrables simple y llanamente porque son anteriores al pensamiento, no a su existencia sino a su aplicación, es decir no en el espacio sino en el tiempo. Y hago la salvedad porque podríamos plantearnos la situación en el espacio y preguntarnos ¿que había antes del pensamiento, explicativamente hablando? como nos preguntamos ¿que había antes del Big Bang? Esta partición del mundo en espacio (ser) y tiempo (devenir), tan intuitiva ella, sabemos hoy -tras la teoría de la relatividad- que es falsa: el espacio y el tiempo forman parte de un continuo espaciotemporal. Porque estas particiones del mundo son la segunda de nuestras acciones previas que realizamos al mundo antes del pensamiento. Particiones del mundo hay muchas y todas enunciadas en nombre de la simplicidad. Es más fácil pensar el espacio y el tiempo por separado que como continuo, si no ahora (que también), desde luego sí cuando nuestros antecesores se plantearon el problema de conocerlo. El hombre es analítico (que no la mujer), divisor de los problemas en partes más pequeñas y más sencillas y como tal se enfrenta al mundo desde el análisis.
En tercer lugar existe un problema de coherencia. ¿Que objetos del mundo son equiparables, se pueden poner en la misma afirmación de lenguaje, en el mismo silogismo? Es una cuestión de relación llámese ésta igualdad, similitud, parecido, etc. No se pueden sumar peras y manzanas; no se pueden relacionar (operar mediante la suma) objetos inhomogéneos. Cuando Descartes enunció la primera afirmación del desarrollo del pensamiento, del origen de su filosofía, ¿era realmente original, pertenecía al principio? ¿Pensar y existir son homogéneos? o era un abuso de lenguaje: pensar es conocer y pertenece a la epistemología (según una de esas particiones admitidas durante siglos), y existir es ser, pertenece a la ontología ¿Son comparables? Probablemente pensar es precisamente tratar como homogéneos objetos que no lo son. Pero ¿no es la homogeneidad el resultado de la partición de lo sensible (Rancière). Tratarlo separadamente es una estrategia cuyo beneficiario es el conocimiento mediante la simplificación por partición.
Y vamos con las premisas. La primera premisa de como se enfrenta el ser humano al mundo es la de su separación: son dos cosas axiomáticamente distintas y separadas. Es este un principio de la metafísica y de casi todos los modos existentes de enfrentarse al mundo. El mundo podría contener al ser humano (como de hecho ocurre) pero a la hora de pensarlo, de conocerlo la división es conveniente, pues de otra manera dicho pensamiento sería imposible. Es una división operativa. Quede claro que es un axioma: no tenemos medios para saber si hay distinción posible entre el mundo y el ser. La segunda premisa es que el ser humano es capaz de comprender el mundo. Tampoco tenemos evidencia de que sea así, de hecho si somos parte del mundo es difícil pensar que una parte pueda comprender el todo. Por eso es tan conveniente que mantengamos la ambigüedad entre la separación entre ser y mundo: para abrirnos el camina a comprenderlo, puesto que -al menos operativamente- no formamos parte de él. La tercera premisa es que dada su complejidad la aproximación de su conocimiento se debe hacer por etapas (tiempo), por partes (espacio). Ello comporta dos estrategias: en primer lugar debemos simplificarlo (lo simple es más fácil de entender que lo complejo). Esta simplificación atañe a las cosas y a las relaciones (procesos). Implica un conocimiento parcial pero no podemos aproximarnos a un conocimiento total sino mediante pasos sucesivos.
Esta simplificación se realiza -operativamente- de dos modos. La primera es la división de lo sensible (el mundo) en diversos enfoques o facetas con fines parciales, lo que da lugar a las disciplinas o puntos de vista. El segundo es la simplificación de lo observado mediante técnicas como la división en partes (análisis), la observación global -como si no tuvieran partes- (síntesis), la abstracción (considerar solo determinadas cualidades como la verdad, la cantidad, el concepto…), la reunión en clases homogéneas, la determinación de representantes paradigmáticos o ejemplares. Esta simplificación se realiza por (descripción, enumeración), la representación (unos observables son equivalentes a otros cuyo lugar ocupan) o la irrepresentación (la exclusión de la posibilidad de contemplarlos). Ni que decir tiene que estas líneas de simplificación son previas a cualquier evaluación acerca de la verdad o utilidad del observado por lo que las condicionan.
Llamamos lo real a ese mundo del que nos hemos separado para tomar perspectiva pero al que seguimos perteneciendo por coherencia. La división de lo sensible que podemos hacer de lo real (de acuerdo con determinados fines) es: 1) lo real tal como es percibido (lo sensible, la apariencia), 2) lo real tal como debería ser de acuerdo con la categoría de la bondad/maldad (lo ético, lo moral), 3) lo real tal como debería ser para la razón (lo ideal, lo racional), 4) tal como nuestra mente lo entiende (lo inteligible), y 5) lo real natural, lo que reproduce lo que es real en la naturaleza, y sigue sus reglas. No coincide con lo real percibido en cuanto hemos establecido que existen unas leyes de la naturaleza que pueden ser mucho más inrincadas que lo que aparentan. Pero entonces estaríamos ante lo real ideal. Solo si no existen otras leyes de la naturaleza que las racionales… La diferencia entre la esencia y la apariencia la situamos la primera en lo ideal y la segunda en lo sensible. La diferencia entre lo racional y lo empírico también lo situamos así. Aunque las piezas no encajan sin violencia.
A partir de aquí empieza el logos, la reflexión, la ciencia. Los métodos de operación son incontables. Podríamos llamarles las lógicas: biológica, analógica, mitológica, axiológica, lógica formal, paralógica, lógica cibernética, etc. Cada posible disciplina tiene la oportunidad de añadir el sufijo -lógica y convertirse en saber. La formación de clases homogéneas es la ordenación o clasificación que se encuentra en el origen de cualquier tipo de pensamiento. Y surgen los métodos de equiparar objetos en clases: la abstracción, el paradigma, la cibernética, el pensamiento femenino, la fe… Y se forman los sistemas de pensamiento como el mito, la metafísica, el instinto, la cibernética… En fin, esa formidable estructura que es el pensamiento pero que no podemos olvidar que se cimienta en los axiomas, esas afirmaciones sobre el mundo que no pertenecen al logos. Si no fuera por la tecnología podríamos pensar que todo solo es una ilusión. Todo esto necesita alguna sistematíca. Volveremos sobre ello.
El desgarrado. Mayo 2024.