» 03-03-2024

La condición humana 4. Evolución.

 

Empezaremos por la evolución pues marca de cierta manera tanto a la entrega 2: paleontología, como a la entrega 3: etología: el comportamiento comparado de primates y seres humanos. La evolución de Darwin y Wallace -publicada por el primero a mediados del SXIX , establece que la vida es un continuo de complejificación que empieza en un primer elemento considerado vivo y acaba en los seres humanos, culmen y remate de la trayectoria. Todas las especies vienen de un ancestro común que durante 2.000 millones de años se estabilizó en la fase bacteria y en otros 2.000 millones de años alcanzó la fase de ser humano. Definir vida no es fácil. Simplificándolo en unos cuantos rasgos podíamos decir que vida es un individuo (separado por tanto nítidamente del entorno y de otros individuos) funcionalmente autónomo aunque energéticamente dependiente del entorno. 

 

La evolución contradice aparentemente la segunda ley de la termodinámica que dice que la energía (que ni se crea ni se destruye) se degrada (se desordena) funcionalmente, puesto que, desde su origen, su camino ha sido de complejificación (mayor orden). La explicación nos la proporciona el concepto de parasitismo: la vida parasita energía del entorno, al que degrada localmente. El parasitismo físico es como una evolución negativa pues conduce a la simplificación del parásito que utiliza la parte funcional del huésped como propia. El virus es un buen ejemplo: con una envuelta que lo identifica respecto al medio, una información genética, que le permite reproducirse, y un huésped que le proporciona el aparato de captación de energía e información, le basta. Tal como lo he definido el virus es vida pero no pertenece al tronco de la evolución sino a una rama en la dirección de la simplificación. El parásito no solo parasita energía (como todo ser vivo) sino que también parasita el aparato funcional de captación. 

 

En cuanto ciencia, la evolución pertenece a una clase especial de las ciencias en las que la flecha del tiempo es determinante.  La ciencia metafísica-ontológica decidió (como simplificación necesaria) estudiar el ser por encima del devenir. La ciencia estudia lo real en rodajas de tiempo cero. Por lo tanto la física es la misma para el tiempo que corre del pasado al futuro que viceversa. El tiempo es un invariante. Esto tan contraintuitivo (que el vaso roto en el suelo, se reconstruya y salte a la mesa) es un principio de la ciencia física, que tiene otros invariantes. Junto a la evolución, la termodinámica -al defender la entropía: el aumento del desorden con el transcurrir del tiempo (la degradación de la energía)- también  otorga al paso del tiempo un carácter estructurante. La termodinámica (Boltzman) es una ciencia estadística pues estudia el comportamiento de la materia no por el comportamiento individual de cada partícula (como establece la mecánica clásica) sino por el comportamiento global de volúmenes amplios de partículas. La termodinámica (y por tanto la evolución) introducen la probabilidad en el comportamiento físico de la materia y la energía, que como sabemos gracias a Einstein, son intercambiables. Consecuentemente la probabilidad no nos habla del comportamiento de individuos sino de colectivos. Para una ciencia (y una filosofía) cuya obsesión es predecir el futuro, esa ambigüedad es inadmisible. 

 

Como comentamos en el plan, el aumento creciente de la investigación produce cada vez más conocimiento por unidad de tiempo, lo que en términos relativos es equivalente a que -a conocimiento constante- el tiempo se acorta. Si ese acortamiento no para de aumentar, en el límite la evolución desaparecerá, se detendrá. O por lo menos, será imperceptible. Pero hay otras razones para que pensemos que la evolución se detenga. Si consideramos la evolución como la perpetuación de diferencias emergidas por azar o necesidad y seleccionadas por la adaptación/supervivencia del más apto, la supresión de las diferencias supondría la supresión de la evolución. Pero ese es el objetivo de la manipulación genética: unificar los genes en la posición de máxima bondad. Por otra parte si corregimos la selección natural (mediante la medicina) también detendremos la evolución. Si los que la selección haría desaparecer la medicina los recupera, la selección no se produce. La evolución de la ciencia (en velocidad, en manipulación genética, en anulación de la selección) acabará con las evolución de las especies. 

 

Hay más argumentos para pensar que la selección natural ha llegado a su fin. Arsuaga y Martinez en “La especie elegida” Booket 2019 (1998). Empiezan afirmando que: “Que nuestra especie esté sometida a la selecciónn natural, como todas las demás, es algo fuera de toda duda” y a partir de ahí empiezan los peros. 1. La “selección normalizadora, que elimina individuos extremos, no modifica la especie. Para que esta evolucione en una dirección concreta hace falta mucho tiempo y que los individuos con determinadas características se reproduzcan más que los demás, cosa que en apariencia no se está produciendo, al menos a gran escala”. 2. “… la tecnología nos permite adaptarnos rápidamente a vivir en toda clase de ambientes, incluyendo la luna, sin cambiar nuestra morfología. La adaptación por la selección natural es mucho más lenta (y más limitada)… nuestro cerebro ya no tiene que crecer para acumular más información y procesarla”. 3. “Por otro lado nuestra especie es ya muy numerosa, con lo que presenta una gran inercia genética o resistencia a los cambios” 4. “Desde que descubrimos la selección artificial… hemos podido modificarnos a nosotros mismos… empezamos a tener la posibilidad real de modificar nuestros propios genes de forma mucho más rápida y radical que con la selección natural” (Arsuaga y Martinez, 2019, 390-391).

 

Tratan también el tema de la selección de grupo “… estamos familiarizados con la idea de que la comunicación y la información son la clave del progreso… la habilidad lingüística no le aprovecha de nada a un humano solitario… y que estas características solo tienen sentido en el interior del grupo al que necesariamente pertenece… un grupo con lenguaje lo es más que un grupo que no lo tiene… la cosa se complica a la hora de formular un modelo realista de selección de grupos… podemos acotar el problema considerando la existencia de un gen para el comportamiento cooperativo Y un gen para el lenguaje.”… valga la simplificación (Arsuaga y Martinez, 2019, 410-413). Y también tocan el tema de la chatarra evolutiva: uno de los argumentos más profundos empleados por Darwin para probar la existencia del hecho evolutivo fue el de la existencia de "chapuzas" en los seres vivos… lo que no esperaríamos encontrar desde luego, son órganos que aparezcan como una modificación, más o menos afortunada, de otros que cumplen una función distinta en organismos diferentes… la selección natural no planifica el cambio evolutivo, simplemente elige entre lo que hay” (Arsuaga y Martinez, 2019, 415). Y también el tema del sentido de la evolución y la teoría del caos: “en resumen, ni la historia evolutiva de los mamíferos, ni la de los hominóideos, refleja un patrón de aparición y progresivo dominio sobre las demás criaturas gracias a sus superiores características, especialmente su inteligencia… la evolución de las especies hace que la biosfera sea un macro sistema inestable, muy alejado del equilibrio, que no ha permanecido estático jamás, y cuya composición (las especies y por ende sus diversas interacciones) ha cambiado a lo largo del tiempo” (Arsuaga y Martinez, 2019, 424–429).

 

Darwin solo contempló -como mecanismos de la evolución- la mutación y la selección. Desconocía el mecanismo genético de la reproducción (Mendel). El neodarwinismo amplió aquel campo introduciendo los nuevos conocimientos que se  fueron produciendo; recombinación genética bacteriana, cooperación marguliana, epigenética. Por otra parte la mutación genética ha perdido fuelle, aunque para Darwin, mutación incluía todos los avances que hoy conocemos. La epigenética ha supuesto una revolución pues -de alguna manera- restituye el adaptacionismo de Lamarck: el entorno afecta la evolución. Tal como se propone los genes pueden ser eventualmente desactivados por cuestiones ambientales. Añade un principio de oportunidad o conveniencia a la operatividad de determinados genes, bajo la influencia del entorno. Es probable que la cooperación marguliana -que dio origen a la célula.- fuera un mecanismo epigenético. Pero si la activación/desactivación de los genes es un mecanismo mayormente reversible, entonces la epigenética no es un mecanismo evolutivo. 

 

Podemos considerar la selección natural como un principio axiomático del conocimiento/comportamiento del universo. La evolución se ha interpretado muchas veces como si la naturaleza fuera una inteligencia superior (¿divina?) que rige nuestro mundo de forma intencionada. Probablemente la culpa es del lenguaje, pues es más cómodo presentarlo así, que remitiendo cada vez, cada modificación, al mecanismo de la selección. Nuestro principio de causalidad simple nos empuja a ello. Si el comportamiento sexual de los primates favorece la preservación de la especie, parece que de alguna manera esos primates actúan así por conveniencia. Si el efecto es beneficioso, parece que ha sido por ello, que se ha forzado la causa. No es así, pero no estaría de más que aceptemos el principio de evolución o de selección, como un principio fundamental del comportamiento del universo: si un comportamiento no favorece la supervivencia de una especie, la supervivencia se verá favorecida por cuanto los individuos que lo presenten, no alcanzarán a sobrevivir.  Como queda dicho, la medicina y la ingeniería genética infringen este principio al aplicar una eugenésica negativa (la selección de los menos dotados). La medicina ha confundido el prolongar la calidad de vida con el simple hecho de prolongar la vida (la existencia). La vida no solo es durar. La vida es plenitud, disfrutar o cuando menos, no sufrir. En cualquier caso el límite lo decide cada cual y la depresión tiene mucho que decir en la fijación del mismo.

 

En tiempos en que el suicidio y la depresión se han convertido en cotidianos (más de 3.000 suicidios al año en España, 2,1 millones de depresivos de los que 230.000 son graves), deberíamos replantearnos las prioridades, pues para 1.145 muertos en accidentes de tráfico, las campañas publicitarias y las medidas legislativas y de criminalización de los conductores, parecen desproporcionadas. Claro que los accidentes en carretera salpican directamente la responsabilidad de los políticos (estado de las vías, señalización, control…) mientras los suicidios parecen ser ajenos a su gestión (?). Cada muerto es extremadamente grave, pero tampoco se debe caer en el agravio comparativo o en el utilitarismo culo-político. Existe una eutanasia activa (privar de la vida) y otra pasiva (suspender los medios de vida). La segunda se practica cada día, en cada residencia de mayores de España. La primera no solo requiere la acción directa. También se puede logra mediante directivas y decretos. 

 

El desgarrado. Marzo 2024.

 




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