» 07-06-2024 |
Sobre este tema he escrito mucho, en general: “Libro relato”, “El relato”, “Vídeo & Co”, “¿Racionales?”, “La lógica parda”, y en particular: “Señoras y señores 80. Metaética 7. Afectos 7. Epigénesis. De Rosnay” 202,“El relato 36. El relato científico. Inferencia inductiva”2024.. “Ciencia y filosofía 3. Abducción y relato. Libro relato 36” 2024. “El relato 35. El retorno del relato” 2023. “El relato 34. La causalidad y el relato tendencial” 2023.“El relato 33. Ciencia-ficción. El acuerdo entre Kant, Hegel y Einstein. Un mundo de cuento” 2023. “El relato 32. La voz interior. Ethan Kross” 2022. “El relato 31. La intriga en la narración. Hitchcock” 2021. Transcribo unos párrafos de lo últimos blogs citados en los que se habla del relato en su historia, del relato y la ciencia, y de el relato como epistemología. No veo necesidad de repetir lo que dije.
“He caracterizado al relato como método de conocimiento del mundo mítico, en el que la verosimilitud (característica del relato según Aristóteles) alcanzaba el valor de cuasi verdad. A diferencia del mundo clásico en el que la metafísica se erige en sistema de conocimiento racional asentado sobre la triada: abstracción-universalización-ley como método de conocimiento, la lógica como mecanismo de alcanzar la verdad absoluta por el razonamiento deductivo y el entronizamiento de la causalidad como relación universal determinante, el mundo mítico podría caracterizarse como descripción (relato)-revelación-ley como forma de conocimiento, la analógica (topológica), como mecanismo de alcanzar la verdad y el destino como relación determinante. El relato asume en la mítica la cualidad de forma de conocimiento (causal, secuencial, necesario, verosímil) aunando características que en la metafísica clásica se desperdigarán en diversos soportes y funciones.
También he afirmado reiteradamente que el relato -en el tránsito del mundo mítico al clásico- se convirtió, como forma de subsistencia, en arte, aunque conservara un halo de realidad inconstatable: cine, literatura, plástica, etc. Ha llegado el momento en que dé un paso más y caracterice al relato como forma de conocimiento, también en el mundo clásico. Para ello me valgo del libro de Hans Reichenbach “La filosofía científica”. FCE. 1953 (1951). Reichenbach desdeña la búsqueda de la verdad absoluta como imposible, tanto para el racionalismo como para el empirismo, y sitúa en su lugar a la verdad fraccionaria (a la que no llama así) es decir a la probabilidad. La verdad absoluta (como cualquier otro absoluto excepto las constantes físicas) no existe, lo que implica que nuestra certeza en el conocimiento solo puede ser relativa, posibilista, probabilística. Esta afirmación arranca de la afirmación de Hume de que las verdad científica es imposible puesto que la inferencia inductiva (no enumerativa, es decir en los casos en que no conocemos todos los elementos) no conduce a la verdad absoluta y por tanto descarta al empirismo como fuente de verdad.
Esta situación de desamparo se produce tras que el propio Hume hubiera descalificado al conocimiento sintético a priori kantiano, como capaz de alcanzar la verdad absoluta. El conocimiento sintético (que “suma” conocimiento) a priori (no empírico es decir: racional) era el candidato de Kant para para solucionar las carencias lógicas de la inducción, en vías al conocimiento científico. Este descarte había situado a la inferencia inductiva -conocimiento sintético a posteriori (empírico) como único camino hacia el conocimiento científico, pero para ello debía ser capaz de lograr la universalidad que requería la verdad absoluta, que es lo que negó Hume. No existe la seguridad “lógica” de que amanezca mañana por más que haya amanecido cada mañana desde hace milenios. Y al entrecomillar “lógica” quiero decir que podría ser posible otro tipo de fundamento necesario (insoslayable) como parecía ser la inferencia inductiva. Si ni la lógica (la deducción) ni la inducción pueden alcanzar la verdad, el conocimiento científico es imposible… y sin embargo ahí está cosechando éxitos.
Solo restaba renunciar al conocimiento absoluto (o dicho de otra manera: con una probabilidad del 100%) y es eso lo que hizo Reichenbach. La teoría de la medida nos había advertido de que la medida exacta es imposible (siempre conlleva un error de observación) por lo que -de alguna manera- ya se había descartado el acceso a la verdad absoluta (como fenómeno, pues como noúmeno, seguía siendo teóricamente posible). Pero el empirismo no estaba para zarandajas como el noúmeno. Además, es evidente que no necesitamos -en general- el número pi con cien decimales para determinar la longitud de una rueda de bicicleta o un arco arquitectónico, es decir, la importancia del error de la inexactitud depende del fin práctico para el que hagamos la medida. Por otra parte la estadística (a través de la teoría de los grandes números y el método Montecarlo) había establecido que el error probabilístico podía disminuirse hasta el límite que se quisiera. Si se disminuía por debajo del error de medida es “como si” la verdad absoluta existiera como noúmeno. En resumen como si existiera. Si bien a nivel lógico la inducción era incierta, a nivel epistemológico (teoría del conocimiento) era asumible. Definitivamente Dios sí jugaba a los dados o por lo menos… es como si jugara.
Por tanto -y volviendo al relato- si la ciencia puede vivir (y conseguir éxitos innegables) con una inferencia posibilista (probabilista) podemos afirmar que el relato es una forma científica de conocimiento siempre que reduzcamos el grado de inverosimilitud a límites razonables. El relato no es una forma de conocimiento lógica, pero es una forma de conocimiento epistemológica puesto que se puede asegurar su idoneidad limitando su grado de inexactitud a niveles razonables. El uso del relato a nivel forense o político, su abuso en la publicidad comercial y la propaganda, su capacidad de verdad en el arte (arte plástico, literatura, teatro, cine, TV), el desarrollo de la posverdad, el uso cotidiano de la conjetura probable y de la duda razonable, la fe en la suerte, todo esto abalaba la bondad del relato. Ahora sabemos que la ciencia también”.
“Como sabemos la inducción no es posible porque la causalidad no es necesaria en lógica, es decir no se puede asegurar que una determinada sucesión de acontecimientos se produce siempre. Pero la causalidad está ahí y podemos estar razonablemente ciertos (centro de unos límites indefinidos) de que mañana amanecerá otra vez (la proposición “mañana saldrá el sol” es razonablemente cierta) . Podríamos decir que existe una probabilidad estadística difusa, subjetiva, en nuestro registro o condicionada, a la veracidad de los registros históricos. Como sabemos, también, Reichembach cuantificó estas probabilidades mediante “pesos” o frecuencias estadísticas de modo que la relación entre la teoría y la verificación experimental fueran posibles. Lo cual no nos asegura que no exista una probabilidad estructural en las leyes que gobiernan el mundo (que como Kant diría: nos es inaccesible en cuanto noúmeno). Aunque habría una diferencia significativa entre la probabilidad transaccional (en el paso de la teoría a la verificación práctica) y la probabilidad estructural, voy a soslayarla por cuanto, de ser así, no estaría al alcance de la ciencia.
Puede darse el caso de que nuestra experiencia o conocimiento de esa probabilidad no sea susceptible de cuantificarse por un “peso” o una frecuencia, sino que sólo seamos capaces de cuantificarla (si así se puede llamar). adverbialmente (lingüísticamente). Es ese el caso del relato. La verdad fraccionaria (graduada entre entre 0% y el 100%), o simplemente adverbialmente entre mucho y poco) es la verosimilitud, que sería al suceso que tiene apariencia fenoménica de verdad o que podría, probablemente, ser verdad. Antes de aparecer la filosofía (la racionalización de los sucesos del mundo) y la ciencia (la racionalización y verificación experimental de esos sucesos) el ser humano se desenvolvía en el relato, no tenía forma de asegurar la certeza de los sucesos. A esta época de la evolución (más que histórica) se la llamó, mítica. En la era mítica la verdad (necesariamente fraccionaria) reside en el relato. El relato es la ciencia y la filosofía de los antiguos. Los relatos son originalmente orales (retóricos) y solo mucho más tarde pasaron a la escritura. La Biblia es un relato transcrito de la tradición oral, como lo es la Iliada o la Odisea, ya dentro de la historia. Hubo dos transiciones, la primera de los relatos orales a los escritos SXXIX AC) y la segunda de los relatos escritos míticos a los relatos escritos racionales (SV AC),
Una vez aparecida la racionalidad en Grecia, los relatos escritos anteriores empiezan a ser irracionales, incomprensibles para la razón. Son los relatos míticos, que vistos desde la racionalidad son relatos de ficción. Entendiendo la ficción como una estructura de racionalidad (Rancière). Su valor de verdad declina ante la filosofía (la razón) pero su estructura aristotélica (secuencialidad, causalidad, verosimilitud necesariedad) permanece. Como pasó con otros formas míticas, tras la aparición de la razón, ésta las convirtió en arte. La magia era una forma de conocimiento basada en la relación con seres divinos o diabólicos del más allá (del mundo trascendental). La magia también fue arrinconada por la razón (aunque muy posteriormente a la llegada de la filosofía)… aunque fue racionalizada. Desde entonces la magia es hierofánica (manifestación de lo sagrado en las religiones) o espectáculo, denunciando la relación, que en el mundo de la razón, unen magia y arte. Podemos comparar la aparición de la razón en el mundo mítico, con la aparición del oxígeno en la evolución de la vida (hace 2.000 millones de años), una hecatombe de proporciones siderales, aunque, suficientemente dilatada en el tiempo, como para poder ser asimilada por la evolución.
Por otra parte la razón necesitaba de mecanismos de universalización para convertir el nuevo mundo en comprensible, es decir sometido a relaciones necesarias. Singularmente (es decir para la metafísica) este mecanismo fue la abstracción, que permitía simplificar el mundo percibido hasta reducirlo a características comunes a grandes colectivos de objetos. La abstracción fue precedida por la clasificación (milenios antes) que ordenaba el mundo en clases de objetos similares. Conceptos de abstracción, como la cantidad, permitían crear clase de objetos que solo tenían entre sí la coincidencia en la cantidad. Como de todos los objetos del mundo se puede distinguir una cantidad, la cantidad es un mecanismo de abstracción universal. Otra manera de establecer clases universales es la taxonomía (natural o artificial). La especie humana (homo sapiens sapiens) forma una clase universal en la que algunas características pueden variar (ciertos colores, ciertas magnitudes de altura o de peso, diversas lenguas, etc,) pero que es fácilmente establecible… si descartamos algunas anomalías como el Yeti o el hombre lobo.
Pero había otras maneras de obtener clases universales de objetos por ejemplo… el ejemplo. El ejemplo es un caso particular que toma valor de universal (sin serlo) por similitud y no por igualdad. Del mismo tipo es el paradigma instado por Agambem. Pues bien, el ejemplo (o paradigma) es el mecanismo intrínseco del relato para universalizarse. El relato es la descripción de una serie de sucesos ejemplares que son directamente aplicables al gobierno de la vida real, es decir son una forma de pensamiento o conocimiento. Otra forma de abstracción universalizante, es el concepto (asimilable a la definición). No estaríamos en el nivel taxonómico de la especie sino, del orden o el género. Aquí el procedimiento de asignar “pesos” de Reichenbach es perfectamente admisible. Pues podemos definir, estableciendo una serie de características peculiares y dándoles un peso estadístico, forma de definición ya contemplada por Aristóteles y que tiene cabida en el pensamiento cibernético, en forma de bases de datos. Desmond Morris utilizó el sistema de definición por listado en “La mujer desnuda”.
Entre el conocimiento y la ignorancia no existe el abismo que nos propone la verdad absoluta (verdadero o falso) sino que existen multitud de grados (no siempre cuantificables). El relato fue (y sigue siendo) una forma de aproximación a la realidad al convertir la ficción en una estructura de realidad. La literatura y el cine son un ejemplo. La ejemplaridad o paradigmática -al incidir en la definición de universales- también tercia en la posibilidad de aproximarnos a la realidad. La ciencia adolece de los mismos problemas que los sistemas apropximados de conocimiento. La cantidad iguala cosas cualitativamente distintas, los conceptos se desdibujan por los extremos. La igualdad tiene infinitos grados (tautología, identidad, igualdad, similitud, simetría, semejanza, parecido, caricatura, aire, etc.) y lo mismo ocurre con la verdad (verdad absoluta, fraccionaria, verosimilitud, cuasiverdad, falso positivo, nada, etc.). Unos pocos caos está definidos por la igualdad o la verdad absoluta y en los otros, podemos hablar de probabilidad, tendencia, sesgo, uniformidad, homogeneidad. Ese es el espacio del relato. .No todo el conocimiento ha de ser estricto. A veces un poco de conocimiento, es mucho.
El relato no es una forma de conocimiento porque no es necesario, sus proposiciones no se cumplen en cualquier tiempo y lugar. Pero sirven como pauta o como ejemplo, aplicable al gobierno de la vida. El caso del cine es paradigmático: los espectadores están dispuestos a creerse una película de principio a fin. Y ¿cómo encontrar sentido al hecho de leer una novela? El método científico ha establecido que todo lo que no es necesario (se cumple en cualquier situación) no es científico y por tanto, no accede a la verdad científica. Pero el método científico tiene sus lagunas como: el proceso de verificación de la teoría por el experimento (Oldroid), la dificultad de la universalización, etc. La probabilidad (la verdad fraccionaria) y la estadística, tienen recursos para reducir su falta de verdad absoluta mediante la aplicación de la teoría del error (mininimizar el error a magnitudes tan pequeñas como se quiera). La ley de los grandes números o la lógica probabilística van en el mismo sentido. Existe pues un punto de encuentro entre la verdad científica (disminuida) y el relato (aumentado)- Ahora que nos dirigimos a “Tiempos líquidos” (Bauman), de deconstrucción (Derrida) y de pensamiento débil (Vattimo) en los que las verdades absolutas se tambalean, estamos en el momento del relato como forma de pensamiento. En una forma menor de verdad fraccionaria, pero verdad al fin”
El desgarrado. Junio 2024.