» 09-06-2024 |
Animales racionales 14-3. La pintura (el arte) abstracto.
Consideramos, en general, que el movimiento abstracto en pintura y escultura consistió en la des-figuración, es decir en la desaparición de la mimesis, la figura o el naturalismo. Sería una manera de entender negativamente la abstracción. Aunque es verdad que el arte ha evolucionado muchas veces por oposición radical a las corrientes hegemónicas en cada época. Y probablemente fue así. Sin embargo, bajo ese movimiento que acabó con la conexión directa con el público (al escamotearle el tema), pueden encontrarse otros argumentos con mayor fuerza que el espíritu de la contradicción.
La historia de la pintura occidental se construye paulatinamente a lo largo de los siglos. La pretendida mimesis escondió siempre extraordinarias dosis de desfiguración siempre al servicio de objetivos claros y definidos, aunque es verdad que nunca se perdió del todo el lazo con la realidad percibida. Prescindiendo de toda la pintura anterior al S: V griego y no por la tan enarbolada falta de pericia sino para partir de un momento en que la figuración alcanzaba sus máximos logros, nos centraremos en la pintura cristiana (bizantina, románica, gótica) que tuvo como objetivo la gloria de dios y para ello se valió de toda una serie de desfiguraciones que nada tienen que ver con la falta de pericia y que abandonaron la perfecta figuración que habían alcanzado los griegos.
En primer lugar se desdeña la apariencia en favor de la esencia. Las cosas y las personas deben representarse como son y no como parece que son. No debemos representar lo que vemos sino lo que sabemos. Con este planteamiento desaparece la profundidad de campo que diluye las figuras a medida que se alejan del primer plano (los detalles abruman el cuadro). El aura de los santos se hace visible porque sabemos que existe. En segundo lugar el cuadro se ciñe a una férrea jerarquía que hace que el tamaño relativo de cada figura corresponda a su alcurnia. Nada puede ser más grande que Cristo. Este planteamiento hace imposible la perspectiva que empequeñece las figuras a medida que se alejan del primer plano. En las santas cenas se aprecia que Cristo, en el fondo de la imagen, es mayor que los apóstoles que figuran en planos anteriores. Esto mismo ocurre en la llamada perspectiva bizantina.
Sin mas detalles la pintura alcanza primero la distinción fondo-figura con Giotto, la perspectiva con Alberti y Durero, el esfumato con Da Vinci, la composición con Miguel Ángel, el claroscuro con Caravaggio, la simulación efectista con Velazquez y Rembrandt, etc. (1) Todas estas aportaciones no pretendían una mimesis más exquisita, sino vehicular intenciones y sentimientos que, de pasada, construyeron el arte pictórico occidental, que nunca perdió el impulso esencialista de los paleocristianos. Paralelamente la pintura oriental se desarrolla en una dirección más procesualista (y menos esencialista, por tanto) en que la mimesis es escasamente importante frente al gesto (el trazo) y donde la distinción fondo-figura es inexistente. En resumen: antes de la desfiguración radical de la abstracción la pintura occidental ya había ensayado multitud de vías para abstraer la representación de lo representado, aunque nunca dio el paso definitivo (la irreconocibilidad) que darían Kandinsky y Delonay.
Entendemos, aquí, la abstracción como un proceso que dura siglos y que termina en la desfiguración total, pero que no se remite exclusivamente a ella. Una vez desaparecida la mimesis (el tema, el motivo) quedan las formas y los colores a los que se les puede aplicar sin restricciones todos los logros de la pintura occidental, en particular la composición, la teoría del color, el claroscuro, la distinción fondo-figura, etc. Es decir podemos conservar todas las herramientas que estuvieron un día al servicio de las intenciones o las sensaciones de los artistas y reconducirlas a su uso en una situación de desfiguración.
De alguna manera podemos entender que la poesía es también un tipo de abstracción que se separa de la historia (de la narración) común a la literatura, pero que utiliza las mismas herramientas formales que ésta, ciñéndose a las sensaciones y las intenciones. Lo que se abstrae es el hilo argumental, el tema (ya no se cuenta una historia). La poesía gana, de esa manera, intensidad y emoción. Y cuando cuenta una historia es una historia banal, mínima, sin planteamiento, nudo y desenlace. Una historia como la de las moscas de Machado.
Y si ampliamos este concepto de abstracción de la literatura a la poesía, también podemos hacerlo del cine al videoarte. El sello distintivo del cine es el movimiento de imágenes (plásticas y acústicas). La abstracción en el cine no implica la desfiguración de las imágenes (como no ocurría en la pintura respecto a las formas y los colores, si no respecto al tema o motivo), si no, en estricta correspondencia con ésta, con el tema o argumento. La desfiguración en el cine no afecta a las imágenes sino que afecta a la historia narrada (que es el esqueleto figurativo del cine). En una palabra lo que se desfigura en el cine para lograr su abstracción es la historia narrada. Y de esa manera el vídeoarte es el cine abstracto.
Intuitivamente parecía que la abstracción en el cine implicaba la desfiguración (imágenes no reconocibles) pero no es así. La abstracción en el cine es la pérdida del tema, del argumento de la historia literaria que se desarrolla en planteamiento, nudo y desenlace. Por fin el cine se independiza de la literatura (y del teatro), por fin el cine es libre. Y esa forma libre (abstracta) del cine es el vídeoarte. Pero no es el futuro del cine. El cine tiene todavía un largo recorrido como fábrica de sueños. Es una manifestación paralela como el arte abstracto lo fue para el arte figurativo (mimético). Tampoco debemos pensar que es una forma menor de cine por cuanto es, por el contrario, la forma más evolucionada del cine, la que más lejos ha llegado. Se disipan, ahora, las dudas que el cine ha planteado siempre en cuanto a arte. El cine no había llegado a su pleno desarrollo, no se había separado de sus artes precursoras (la literatura y el teatro). El cine entra con la abstracción en la plenitud de su esencia artística. El cine deviene arte pleno cuando se convierte en vídeoarte.
Este enfoque resuelve el problema de la epistemología del vídeoarte. Su filiación queda patente por su origen en el cine y su encuentro con la abstracción. Supone, además, la culminación del cine en arte pleno, desligado, por ahora, de los ligámenes imperativos de la economía y el mercado. Por lo menos en la forma brutal en que el cine depende del capital para su producción. Y por otra parte abunda en la idea de que el vídoarte es independiente de la narración literaria o teatral. ¡Gracias cine! ¡Bienvenido vídeoarte!
(1) No pretendo ni que este listado sea exhaustivo ni que la correspondencia con los personajes sea estricta, simplemente pretendo ser narrativo.
El desgarrado. Junio 2024 (Noviembre 2023).