» 26-05-2024

La lógica parda 16-2. Pragmatismo, utiltarismo, convencionalismo, instrumentalismo. Poincaré y Duhem.

Acabo esta presentación de científicos y teorías con los representantes más destacados (aunque toda clasificación sea siempre espinosa) del convencionalismo y el instrumentalismo: Poincaré y Duhem. Aunque no son pragmatistas los traigo aquí porque cierran el positivismo a caballo del SXIX y el SXX y sus teorías acerca de la verdad científica cierran el ciclo iniciado por aquellos. 

 

Para Poincaré “los principios generales de la ciencia son creaciones libres de la mente humana que nada dicen acerca de los hechos observados” (Oldroyd 1993, 288). Influenciado por las nuevas geometrías no-euclídeas de Riemann y Lovachewsky llegó a la conclusión de que los axiomas de la geometría no eran verdades sintéticas a priori (productores de verdad y racionales: Kant), no eran necesariamente ciertos. Por otra parte los axiomas geométricos no eran verdades experimentales o empíricas. Poincaré propuso que los axiomas geométricos eran convenciones o definiciones. Aparte de su utilidad para describir la realidad del mundo no pueden considerarse ciertos o falsos. Existe una cierta libertad de elección de axiomas geométricas que Kant no admitió. Pero, esto que parecía evidente para las matemáticas, Poincaré  lo amplió a toda la ciencia. Las leyes de la mecánica de Newton no eran ciertas por ser empíricas sino que habían llegado a ser ciertas por convención: ningún científico hubiera sido capaz de aceptar evidencias contrarias a esas leyes  y cualquier discrepancia sería explicada sin cuestionar la generalidad de las leyes.

 

Lo que las leyes hacen es empaquetar una gran cantidad de información empírica. La postura convencionalista establece que las teorías científicas sirven como ayudas útiles a esta empaquetamiento de fenómenos o datos, pero carecen de cualquier función explícita explicativa real ni por supuesto explican el mundo real. No sostenía que la ciencia estuviera completamente construida a base de convenciones. Fue Edouard Le Roy quien tomó esta posición nominalista: la ciencia está formada solo de convenciones; la ciencia, por tanto, no puede enseñarnos nada acerca de la verdad. Poincaré, sin compartir esta posición, sí la aceptó en relación con los principales principios teóricos de la ciencia. Éstos nunca se rechazarían a causa de su confrontación con resultados experimentales, si no puramente debido a que se descubrieran leyes más útiles o convenientes. De esta manera dos teorías bastante contradictorias pueden emplearse sin dificultad: las teorías ondulatoria y corpuscular de la luz. Pero esta postura no bastaba: la ciencia era básicamente capaz de poner de manifiesto la relaciones reales y verdaderas entre las cosas, postura que lo alineaba con el positivismo de Mach. Las teorías no explicaban los fenómenos, eran tan solo herramientas que permitían que se conectaran entre sí fenómenos y se establecieran predicciones, pero no describían necesariamente la realidad.

 

¿Cómo se armonizaba esto con la afirmación de qué los principios de la ciencia eran creaciones libres de la mente humana? Todo lo que lo científicos crean es, de hecho, el lenguaje en el que se enuncia la ciencia, pero los hechos son los hechos, y si se da el caso de que satisfacen una predicción, no es un efecto de nuestra actividad libre. Separaba así los hechos de los principios. Aunque Poincaré no trató de aportar nada nuevo acerca de la lógica del proceso de formación de hipótesis (como Peirce,) se postuló sobre el proceso psicológico implicado en el acto creativo de la formación de hipótesis. Consideraba el trabajo del matemático y del científico creativo como un proceso en el que se hacían elecciones entre diferentes combinaciones posibles de ideas, de las que era responsable un ego subliminal. De estas combinaciones algunas eran armoniosas, bellas y útiles y pasaban al yo consciente. La elección entre principios enfrentados se haría en función de consideraciones del tipo de conveniencia, simplicidad y utilidad (o elegancia). Todo este psicologismo acerca del descubrimiento conecta mal con el positivismo, sin embargo es relativamente próximo al relativismo y al instrumentalismo.

 

Duhem tampoco era un positivista puro. Concibió la teoría científica en forma bastante parecida a como lo harían los empirista lógicos posteriores. Pensó que no se producían grandes fracturas en el conocimiento científico que no pudieran ser halladas en el pasado. Era por tanto un gradualista o evolucionista. No veía revoluciones o grandes divisiones intelectuales en la historia de la ciencia. Sostenía que: "Una teoría física no ofrece una explicación de la realidad. Es un sistema de proposiciones matemáticas, deducidas parte de un pequeño número de principios, cuyo objetivo es representar de la forma más simple, completa y exacta posible una serie de leyes experimentales” (Oldroyd 1993, 296). La ciencia no era capaz de revelar las profundidades de la existencia que solo era accesible a la metafísica (era católico practicante: los últimos niveles de la realidad se exploran mejor a través de la religión). Para él, la imagen de una teoría científica era la siguiente: 1. Definición y medida de las magnitudes físicas; 2. selección de hipótesis; 3. Desarrollo matemático de la teoría; y 4. Comparación de la teoría mediante experimentos. Esta última etapa era la única susceptible de servir como criterio para establecer la verdad de una teoría.

 

Una teoría era un instrumento de economía intelectual: permitía a los científicos abarcar una gran masa de hechos empíricos. Debía considerarse un instrumento para clasificar hechos, Como una especie de útil taxonómico. Como tal no debía ser considerada como verdadera o falsa sino simplemente como conveniente o inconveniente. Pero esto no describe exactamente la posición de Duhem. A pesar de su positivismo y de su lenguaje instrumentalista, trataba de encontrar una teoría realista del conocimiento, no podía evitar el sentimiento de que la teoría era algo más que un mero instrumento o convencionalismo cuando existe una coherencia brillante, y cuando se demostraba que era posible el uso de teorías científicas para establecer predicciones empíricas útiles y que, por lo tanto, se aportaba algo verdadero acerca del mundo real. Los datos de observación corresponden a relaciones reales entre cosas. 

 

Su descripción de la teoría física es menos ambivalente: está formada por símbolos matemáticos (que sirven para representar las diversas cantidades y calidades del mundo físico), y postulados generales que sirven como principios. A partir de estas bases se establece una estructura matemática, libre de cualquier contradicción lógica y sin ninguna restricción particular. Cuando la cadena de deducciones lógicas ha progresado lo suficiente es posible establecer una serie de conclusiones susceptibles de ser comprobadas experimentalmente. Así, si las conclusiones estaban de acuerdo con la comprobación experimental, podría afirmarse que la teoría era aceptable, en el sentido de que era una teoría que podía clasificar hechos de modo satisfactorio. Si la teoría era cierta o no, según el sistema de Duhem, era un aspecto secundario.

 

Pero aquí se suscita una dificultad ¿Cómo puede unirse las comprobaciones y observaciones experimentales con las conclusiones de las teorías representadas matemáticamente? Existe una disparidad entre el hecho práctico, realmente observado, y el hecho teórico: la fórmula simbólica abstracta establecida por el físico. La correspondencia entre símbolo y hecho es posible pero no es una completa paridad. Es este principio la vaca sagrada del positivismo lógico: la diferenciación entre lenguaje observacional y lenguaje teórico, y lo que se ha dado en llamar la “concepción heredada” de la estructura de teorías científicas. “El físico jamás puede someter una hipótesis aislada a la comprobación experimental, sino que debe hacerlo con un grupo de hipótesis; cuando el experimento está en desacuerdo con sus predicciones, por lo menos puede deducir que un grupo de estas hipótesis es inaceptable y que por ello ha de ser modificado; pero el experimentador no puede identificar cuál debe ser cambiada” (Oldroyd 1993, 304).  

 

Si lo dicho sobre la falsación de hipótesis es correcto no sería posible que existiera realmente un experimento crucial en ciencia. Pero Duhem no entendía la ciencia como un reloj sino más bien como un todo orgánico en el que las hipótesis están interrelacionadas y lógicamente son inseparables. Por otra parte las teorías no suelen falsarse: si un sistema de hipótesis se muestra defectuoso, normalmente se modifica mediante la introducción de varios ajustes o limitaciones (hipótesis ad hoc) en lugar de permitir la caída de todo el edificio intelectual. Los principios matemáticos operan en una especie del mundo ideal de modo que, al aislarlos, carecen de significado empírico. Una ley física expresada en sus términos matemáticos nunca podría llegar a ser comprobada experimentalmente. Los valores aproximados de los experimentalistas jamás alcanzarían la exactitud de las representaciones matemáticas de las leyes físicas. Nunca sería posible decidir si las leyes, tal como se expresan matemáticamente, son estrictamente ciertas o falsas. "Una ley física no es, hablando con propiedad, ni cierta ni falsa, sino solo aproximada”. 

 

Y hasta aquí la presentación de los personajes y sus teorías.

 

El desgarrado. Mayo 2024.




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