» 30-04-2021

La muerte de la metafísica 9-14. La trascendencia.

Uno de los múltiples pares de oposiciones que la metafísica estableció como dogma es la de lo material-espiritual (o ideal). Como sabemos los pares de oposiciones han sido siempre excluyentes lo que ha permitido (en un abuso de lenguaje) que el principio del tercio excluso se aplicara incluso cuando los dos polos no eran exquisitamente excluyentes… pero se tomaban como tales. Voy a tratar de re-ordenar este dogma de lo material/espiritual (ideal) y para ello voy a echar mano del concepto de trascendencia. Entiendo por trascendencia la simple evolución en el tiempo, manteniendo la estructura básica. Trascender en este caso es perdurar en el tiempo. Con ello la inmanencia también debe ser reconsiderada. La inmanencia es un corte en el tiempo, una diacronía, la negación (aunque no sea definitiva) del devenir, del proceso, de la evolución temporal. Privilegiadamente esta inmanencia es para la metafísica el Ser, la esencia inmutable. El Ser es una simplificación del devenir (un momento determinado). La ontología es una de las apuestas fuertes de la metafísica desde que Platón apostó por la esencia inmutable. Todo esto nos lleva a establecer un esquema de la vida distinto del que impulsa la metafísica. Ahí vamos.

 

La razón se enfrentó a un sistema de vida que funcionaba a la perfección… pero que no era lo suficientemente rápido ante la contracción del tiempo que propicia la evolución de las especies: el instinto. El instinto nos propone (porque todavía habita entre nosotros) una respuesta estereotipada para una estimulación precisa. Nada más divertido que contemplar a un animal que no sabe como reaccionar ante un estímulo inesperado. Cambiar a una respuesta abierta (libre) liderada por un sistema de pensamiento que era capaz de dar una respuesta distinta a situaciones distintas no parece lo más inteligente (con perdón). El instinto se activaba por unas emociones, mayormente universales (innatas). De alguna manera las emociones eran “la razón” del instinto. Por ello las emociones tuvieron que coexistir con la incipiente razón y dada la “chatarrería” de la evolución, ésta aprovechó todo lo que ya existía para apoyar a la incipiente razón. Quizás la desaparición de tantas especies de “homo” no fue fruto de una exterminación, sino de errores  inevitables en una transición que vista desde hoy, nos parece imposible. La libertad es un efecto secundario de la razón. No es un derecho, ni es una realidad: es una aspiración, una tendencia, una quimera. Por eso es la palabra favorita de los políticos: es llamativa, y saben que nunca la tendrán que cumplir.

 

Pero el modelo de la razón se estableció en el instinto (la nostalgia del instinto) que era la necesariedad. La respuesta del instinto al estímulo, era siempre necesaria, automática. Y eso precisamente pretendió la razón: encontrar esa necesariedad que le diera la misma seguridad que le daba el instinto. Pronto se vio que las respuestas simples (Panteísmo, animismo, omnipotencia de las ideas, autoridad personal, lógica del lugar, dominación, esencia o idea, lógica formal, cantidad, concepto, igualdad) no valían y se pasó a las respuestas complejas: los sistemas: la religión o mitológica (la verdad revelada o de seres de raza superior), la mítica (la verdad topológica, jerárquica, el orden como razón: la partición de lo sensible). Todos estos sistemas ya eran razonables porque habían abandonado (moderadamente) el instinto. Los griegos de hace 25 siglos dieron el paso crucial: la metafísica. La metafísica es un sistema porque recoge múltiples estrategias parciales pero singularmente cuatro abstracciones universalizantes extraordinarias: la cantidad, la lógica formal, el concepto y la igualdad. A ello se añadió la ontología (ante la imposibilidad de contemplar el devenir hubo que conformarse con el Ser), los pares de oposiciones excluyentes (el principio del tercio excluso), el principio de identidad y el principio de no contradicción. La causalidad simple redondeó la propuesta. ¿Forma ese sistema un todo necesario? No. No lo supimos hasta el SXX pero Gödel nos demostró con su teorema de incompletitud que no se puede obtener la necesariad en un sistema aislado (sin aportaciones del exterior). No se puede demostrar su propia verdad desde el interior del sistema. Definitivamente Dios existía… o los sistemas autosuficientes son imposibles. Pero la metafísica funcionaba razonablemente bien. Sus cuatro saberes parciales operaban como saberes y como operadores. Eran el sustantivo y el verbo a la vez. Y su resultado más espectacular la tecnología ha sido impactante (sobre todo para el planeta).

 

Ya tenemos establecida la razón: un sistema de pensamiento alternativo al instinto y capaz de obtener resultados apreciables. Ya podemos hacernos las grandes preguntas: ¿cómo surgen el mundo, la vida y la consciencia? El mundo es un trajín de energía. Sabemos lo del Big Bang, pero no sabemos de donde salió la energía. Claro que somos esclavos de la idea de un inicio (como nosotros mismos) pero esa idea no es necesaria. La energía y las partículas elementales son eternas… salvo interacciones, interacciones que conservan la energía. Pero en nuestro mundo intermedio entre lo micro y lo macro, la energía no se destruye pero se degrada, se vuelve inútil (¿Para nosotros, para cualquiera?). La equivalencia entre masa y energía (Einstein) nos hace pensar que la masa es energía empaquetada, solidificada, lista para ser usada.  Solo en la materia oscura (25%) hay energía suficiente para crear otros mundos y siempre nos quedará la energía oscura (70%). Que no sepamos usarla no quiere decir que no exista.

 

La vida es un parásito de la energía del entorno, una condensación de energía: la toma del exterior y la estabiliza en una estructura cuya misión principal es seguir así (energética y estable), conservar su estructura. La vida, a parte de evolucionar en la dirección contraria de la entropía (complejificándose), ha adquirido la cualidad de ser efímera. En un mundo cambiante el estatismo es la muerte. Es preciso recombinar genes para que las posibilidades de enfrentar el entorno logren -para algunos- la supervivencia. Las bacterias recombinan su material genético tal cual, los animales más evolucionados lo hacen mediante la reproducción sexual. La evolución se adapta mediante la mutación y la selección e incluso cambia drásticamente el ritmo en la evolución por saltos de Jay Gould, la cooperación marguliana crea también estructuras mejor adaptadas (la célula, sin ir más lejos). La epigenética desactiva temporalmente genes innecesarios sin necesidad de destruirlos. Todos estos mecanismos llevan implícita la muerte de un organismo obsoleto en favor de otro mejor adaptado. La vida implica la muerte: son dos caras de la misma moneda. La vida se rige por el principio de placer que a su vez está al servicio del principio de identidad corporal: conservar la estructura, sobrevivir. Cada organismo ha desarrollado una serie de recompensas que dirigen al organismo a ese fin: dopamina, endorfinas, oxitocina, éxito, salvación, ganancia, procreación, en definitiva supervivencia, pero a través del placer.

 

El tercer gran hito de la historia del mundo es la autoconciencia: la conciencia que se entiende a sí misma. Probablemente es un efecto del antropocentrismo tradicional del hombre que todo lo cifra en su propia existencia (principio antrópico), pero hay algo tautológico en un pensamiento, que piensa en sí mismo.  Es como medir una regla con ella misma. La palabra reflexión resulta aquí transparente (menos para los body builders que piensan que es hacer dos flexiones). Lo interesante de este pretendido gran hito de la evolución del universo es que la mente es un objeto inmaterial producido por un sustrato material y eso proporciona tema para toda clase de especulaciones, privilegiadamente la oposición material/espiritual de la metafísica. Y llegamos a la trascendencia. La memoria, la cognición, la decisión, la información, todo sale de esa mente condensada en un cerebro material, físico, orgánico. Si más no no, la cosa es peculiar.

 

Y vamos a la trascendencia. La trascendencia es la conservación de la estructura en el tiempo mediante mecanismos de recompensa fundamentalmente hormonales pero también individuales, sociales y globales. 1) La trascendencia individual se centra en durar 1.1) preservar: 1.1.1) conservar la identidad corporal lo que se consigue por la huida (salvar) o 1.1.2) la lucha (ganar), todo ello desencadenado por la emoción primaria del miedo que desencadena: la respuesta endocrina: la adrenalina que dispone al organismo para utilizar un aporte suplementario de energía; la respuesta esquelético-muscular, conductual para activar la lucha o la huida. Y 1.2) reponer: comer, beber, satisfacer los apetitos de reposición. Todas estas funciones las provee el cerebro reptiliano, el más antiguo.

 

2) La trascendencia social se centra en la especie y no en el individuo. Es la trascendencia del linaje (y de la propiedad privada, que el capitalismo no es tonto). Es la procreación causante de la muerte del individuo y de la vida de la especie. Evidentemente las recompensas de este apartado deben ser especialmente potentes puesto que tienen que luchar contra la resistencia (egoísmo) individual. La procreación se establece a través de una secuencia compleja: 2.1) el amor romántico, que empieza en el enamoramiento (encuentro y cortejo) de unos seis meses , sigue en el amor pasión  (consolidación, vínculo y crianza) unos cuatro años, y termina (si hay suerte) en el cariño (compromiso y entrega). Pero ese vínculo no es el único que se puede establecer socialmente. 2.2) El modelo es el vínculo madre-hijo/a, el vínculo maternal, el más potente y el que determina la vida social. Pero hay más, también se puede establecer un 2.3) vínculo fraternal que se presenta como: 2.3.1) vínculo familiar (más allá de la madre y la pareja), 2.3.2) vínculo clánico, tribal, grupal, en el que -tal como explica Harari- la ideología (las convicciones compartidas) sustituye al lazo de sangre. Y el 2.3.3) vínculo social general (frente a desconocidos) asentado en la solidaridad, el altruismo y la igualdad.

 

Todas estas pautas son sociales y se asientan en el cerebro mamífero, visceral o sistema límbico, Excepto la atracción sexual que corresponde al sistema reptiliano lo que es de gran importancia puesto que el individuo (singularmente el hombre) se debate entre la recompensa reptiliana (egoísta, antigua, violenta) y la recompensa social-visceral (social, más moderna, amable). Esa tensión crea las manadas. Las hormonas del sistema endocrino son múltiples pues la recompensa debe ser muy amplia para “convencer” a los individuos que salgan de su egoísmo reptiliano: dopamina, endorfinas, oxitociana, vasopresina, serotonina, cortísol, testosterona. El mecanismo del amor romántico y maternal es tan sofisticado que merece la pena que lo investiguéis.

 

3) Pero hay más: la trascendencia global. Para perdurar en el tiempo los individuos y las sociedades necesitan conservar el contexto, el mundo, el entorno. Sin mundo no hay futuro. Pero tampoco hay mecanismos biológicos para procurar algo que la evolución nunca previó. Para aplicarlo se hecha mano del vínculo social general (solidaridad, altruismo, igualdad, ética, generosidad). No están los tiempos para estos despilafarros de recursos pero la realidad es que estos mecanismos -nacidos a la sombra del amor maternal y romántico se están expandiendo (a lo que no es ajeno el cine) para salvar el planeta que es lo mismo que salvarnos nosotros. Podríamos decir que este argumento es racional pues trasciende los impulsos inconscientes de los cerebros más antiguos. Incluso la oposición salvar/ganar del cerebro reptiliano se convierte en salvar el planeta y ganar su destrucción por el desarrollo, en las dos posiciones de evitar la violencia o aplicarla. La posición femenina y la posición masculina.

 

Si miráis con atención se han nombrado casi todas las cosas que definen nuestra vida: libertad, igualdad, fraternidad, amor, trascendencia, religión, mito, razón, sistema endocrino, conductual, somático, políticos, vida, inteligencia, sociedad… Esto que habéis leído, es filosofía: una manera de entender el mundo… basada en la ciencia pero no a su servicio. Pero hay otras. Como decía Eluard (un poeta): hay otros mundos, pero están en este.

 

El desgarrado. Abril 2021.




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