» 14-08-2020

La resaca del coranavirus 15. La enfermedad autoinmune.

Hay algo que se dice del coranavirus pero en voz baja: la respuesta inflamatoria autoinmune es la causa de las muertes. En última instancia es el propio organismo el que nos mata. Es duro. Sabíamos que las células  tienen unos lisosomas que son una cápsula de la muerte: si la membrana se rompe o disuelve la célula muere (la vida es el control de la muerte). Tenemos una idea de la muerte que condiciona nuestra idea de la vida. Las historias del sacrificio del individuo por la sociedad desde Guzman el Bueno (o Moscardó) hasta Cascorro, son lecciones de ejemplaridad. Quizás porque el sistema militar necesita esa anulación de la individualidad en favor del colectivo (significado en la obediencia ciega). Por otra parte tan individualmente representados por los pilotos suicidas japoneses o los jihaidistas islámicos. También la revolución -en el otro extremo del militarismo- acepta ese sacrificio vital desde los huelguistas de hambre a los bonzos pirómanos. Las guerras de formación del SXVIII consistían en sacrificar a una infantería cuyo único cometido era demostrar cual de los dos  ejércitos estaba dispuesto a sacrificar más soldados antes de claudicar. Lo que estaba en juego era la capacidad de sacrificio no la capacidad de victoria.

 

Me pregunto si no será nuestro estilo de vida quien nos ha conducido a esta situación coranavírica. El auge de las enfermedades autoinmunes es cada vez mayor (o quizás simplemente, más conocido) desde la soriasis y la artritis reumatoide, hasta la Hepatitis-1 o el Lupus, las defensas se confunden cada vez más a la hora de identificar al enemigo. Quizás simplemente los enemigos son cada vez más parecidos a los amigos. Quizás vivimos más peligrosamente. Sumergidos en venenos como el mercurio, el DDT (y otros abonos, plaguicidas y transgénicos), los aceites saturados, los alimentos procesados. Respirando aire contaminado, perpetuamente estresados, expuestos a los rayos ultravioleta.  Es evidente que estamos acabando con el planeta (si se me permite la arrogancia) pero sobre todo lo estamos cambiando. Ya no vivimos en el mismo ambiente en el que se desarrolló la vida hace milenios. ¿Es de extrañar que nuestras defensas se confundan?

 

El sistema de reproducción genética también tiene mecanismos para librarse de las copias erróneas. Incluso la epigenética dispone de mecanismos para desactivar los genes no convenientes en respuesta al ambiente. Nuestro organismo cuenta con el error pero ¿cuanta cantidad de error es capaz de asimilar? ¿Hemos alcanzado nuestro máximo? Indicios hay de que es así, pero los intereses materiales, el progreso, el dinero parecen mucho más importantes que la salud, la igualdad y el cuidado. Cuando Trump dice ¡América first! está diciendo ¡después de mí el diluvio! En aquel caso el diluvio fue la revolución francesa. Hoy el diluvio es el coranavirus. No estoy hablando de justicia poética. Estoy hablando de una catástrofe biológica que puede acabar con la especie humana (o por lo menos, con los más prescindibles). Durante el confinamiento los animales han invadido las ciudades. Solo estaban esperando a que nos escondiéramos para recuperar lo que les pertenece. No lo olvidemos: solo están esperando a que el cáncer de la tierra desaparezca para que su hábitat vuelva a ser habitable.

 

Se nos había dicho que el progreso era inevitable, que la desigualdad es ley de vida, que la tierra es capaz de recuperarse de todo. No era cierto. Un simple virus (¡con perdón!) ha demostrado que el progreso se puede frenar en seco, que todos somos iguales (o casi) ante la pandemia y que la tierra no lo aguanta todo (aunque eso, muchos ya lo sabían). Las heridas de la tierra son nuestras enfermedades: las alergias generalizadas el asma omnipresente, las enfermedades autoinmunes, el cáncer, el sida, el coranavirus. Las cicatrices de la tierra son evidentes en nuestros cuerpos. Pensar que nuestra inconsciencia solo afectaba al planeta era estúpido. Nos afecta a todos y de manera brutal. La consigna ahora es hacer desaparecer la sanidad pública. Sin sanidad no hay constancia de las enfermedades. Hay que matar al mensajero. USA ya está en ello. El PP también. Ya lo dijo Trump (y Bolsanaro) si no hiciéramos tantos test los números de infectados descenderían. La estrategia del avestruz. Eso y las ocurrencias de una medicina de payasos como inyectarse lejía.

 

O nos concienciamos de que esto es una tarea común y nos salvamos todos (planeta y humanos o quizás solo se salvan ellos… tras que nosotros hayamos desaparecido), o no habrá nada que hacer y para ello, lo primero es sacar del gobierno a los predicadores, los ignorantes, los estúpidos y los mesiánicos. No es tan difícil: buenos gestores, honrados y entregados. ¿O sí es tan difícil? Recemos hermanos porque como en Sodoma y Gomorra será imposible encontrar diez hombres justos. Porque la única posibilidad que tenemos es que intervenga dios. Nos acercamos al Juicio Final. ¡Con lo que me acojona la resurrección de los muertos!

 

El desgarrado. Agosto 2020.




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