» 13-10-2020

La resaca del coranavirus 21. ¿El fin de la razón?

Los que me seguís sabéis que soy muy escéptico con la razón metafísica, esa razón unitaria (el pensamiento único por otros medios), monolítica (inquebrantable) y hegemónica (al margen de alternativas). La razón está en horas bajas. No solo no tiene significante sino que tampoco tiene significado. Ha perdido el prestigio y la capacidad de significación, de contenido. En el fondo estamos en el final de la metafísica, pero 25 siglos de sistema no se desbaratan en cuatro días. Lo que se necesita ahora es una labor de denuncia de todas esas situaciones en las que la “razón” ya no tiene sentido. Muerta, está muerta, pero hace falta realizar la ceremonia simbólica de su  sepelio. Pensaréis que soy i-rracional, pero la oposición a la razón no solo es la sin-razón. También es la razón alternativa.

 

Pero ¿qué es la razón? La razón no es un concepto positivo sino un residuo. Todo lo que no es irracional es razón. Todo lo que no es descartable como irrazonable, es razonable. Es decir: todo lo que no se ha demostrado como inviable razonablemente es aceptable. Es la esclavitud de la razón que no puede desechar lo que su propio método no es capaz de demostrar. Eso deja a salvo todo lo que la razón no es capaz de declarar irrazonable. Así la razón se convierte en un cajón de sastre en el que se acumulan todos los residuos que no ha sido capaz de desautorizar. La revelación, el mito, la intuición, la deducción, la inducción, la analogía, el método hipotético-deductivo, la falsación, etc. todo cabe en la razón. Pensaréis que la revelación no cabe, pero la razón nunca ha demostrado que Dios no hable a los hombres para insuflarles sabiduría.

 

Creemos en diversas formas de razón que ni siquiera tienen que ver entre ellas. En la intuición, en la inspiración, en la serendipia (la causalidad afortunada), en el azar… No hace falta recurrir a esas marginadas de la razón como la superstición, la astrología, la homeopatía, el creacionismo o la providencia divina, el más allá o el reino de los cielos, para caer en la sinrazón. Lo tenemos más fácil. Incluso la desrrazón, la teoría de la conspiración: un oscuro designio que se dirige a la destrucción de todo mediante las vacunas, el contubernio generalizado, el comunismo o el librepensamiento, sin descartar las sociedades secretas, la masonería, los templarios, o el Club de Roma.

 

Razón es todo lo que urde la mente humana y -como dijo Goya- el sueño de la razón crea monstruos. Porque no siempre la razón está en vigilia. La razón, cuando imagina es capaz de todo: unicornios, centauros, quimeras, brujas… Nuestro mejor dispositivo para entender el mundo es también nuestro gran enemigo. Solo los seres humanos temen lo que no existe, lo que imaginan. Desde la infancia nos aterra la oscuridad, lo desconocido, lo imaginado.  Lo que para los animales es ventaja, para nosotros es desgracia. Lo hemos convertido en pasatiempo: disfrutamos del tiempo pasado instalados en un miedo seguro, excitando nuestra adrenalina sabiéndonos seguros. Amamos el riesgo que no deja de ser miedo vencido, controlado… aunque a muchos les cueste la vida. Todas estas variaciones de la razón existen por la metafísica que inventó el misterio de la esencia tras la apariencia, el mal como pareja del bien, la verdad como formalismo, el concepto como imperfecta división de lo sensible, la igualdad como imposible ecuación y doctrina social, el número como arquetipo de la divinidad.

 

El coranavirus también ha puesto en jaque a esa razón que no solo se opuso a la sinrazón y al desconocimiento sino que también pobló el mundo de fantasmas. Progreso, desarrollo a ultranza, análisis como destrucción, utilitarismo del mundo (extractividad, dominación, desprecio). El virus nos ha demostrado que el mundo tal como lo entendíamos no existe. Un puto virus puede parar el progreso y el desarrollo, puede poner el acento en otros puntos. Durante siglos la solidaridad, el altruismo, se consideraron como irracionalidades. El egoísmo y el yoísmo (el principio de identidad aristotélico) pasaron de ser biológicos a modelos sociales. Tomamos del modelo animal lo que nos convino (mutación y selección) lucha por la supervivencia, contienda, guerra. Nos olvidamos de la cooperación (Margulys), la epigenética (la desactivación de los genes que no convienen en un momento dado), de la recombinación genética no sexual. Mirábamos el mundo por un agujero (en el caso de que no fuera un caleidoscopio).

 

Ese mundo se ha acabado. Porque se ha acabado una razón que ha sido perpetuamente tergiversada. Porque antes de la razón (el análisis de la realidad) está la división de lo sensible y de eso hemos abusado: ordenando lo sensible previamente a la aplicación de la razón para que el resultado estuviera predeterminado. Hemos hecho trampa y el virus nos ha pillado. Como tan bien saben hacer los políticos, son más fáciles de manipular los datos que las razones. De esa manera la razón democrática, la soberanía del pueblo, la separación de poderes, la igualdad se pueden mantener mientras se manipula, se intoxica, se divide lo sensible de modo que los datos predeterminen el resultado. Ved a los gobiernos de Madrid: no niegan la democracia, la soberanía del pueblo, la separación de poderes: n¡egan la igualdad de los madrileños con el resto de los españoles perpetrada por el pérfido gobierno español. Niegan la lealtad de ese gobierno cuyos fines son espurios, niegan la forma de contar (la división de lo sensible).

 

Y eso es que la razón se ha acabado. Cualquier mentira vale pues la razón ya no reside en la verdad, en la lealtad, en la solidaridad, en el altruismo. La razón ha muerto y lo único que importa es encontrar al asesino. Madrid ya lo ha encontrado: es el gobierno de España que -en una nueva división de lo sensible fabulosa- no se ha dado cuenta que Madrid es España dentro de España, autónoma, equiparable en importancia. Madrid ha conseguido la independencia a la que aspiran los catalanes y vascos en la división de lo sensible, sin necesidad de renunciar a su patriotismo vacío y su unidad inquebrantable. Lo ha encontrado en esa misma división de lo sensible -razón antes que la razón- que el virus ha aprovechado para diezmarnos. Ellos siguen viendo el mundo por un agujero. Minúsculo, sesgado, pero autónomo y libre. ¡Qué dios nos pille confesados!

 

El desgarrado. Octubre 2020.




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