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» 15-09-2020 |
“Carpe diem” decían los romanos: disfruta el momento. Cuando el momento es lo esencial es porque la vida, en general, no lo es. Sabemos que así era en la época de los romanos. Vivir era un azar y el poder era la garantía de la supervivencia. Y con ello, la pleitesía al poder, desde espiar hasta delatar pasando por poner el culo. Todos estaban dispuestos a jugarse la vida porque la vida no valía nada. La milicia no era peor que la vida común. Sin nada que perder, de alguna manera, todo estaba por ganar. Nuestra mierda de democracia es infinitamente mejor (pero no suficiente) que aquellas monarquías y dictaduras romanas. Aunque sea nominalmente tenemos derechos. Sobre todo económicos: a un coche, a un televisor, a un frigorífico, a un acondicionador de aire, a una lavadora. Hemos vendido nuestra alma por unos cuantos gadgets. Pero ¡dios! como tiran esos gadgets.
Nos preguntamos por qué los jóvenes, no votan, no se implican, no siguen las consignas del poder para salvarnos del coranavirus. No es difícil de contestar: no se ven representados, no se identifican, no reconocen que la política sea una dirección positiva. Como Werther entienden que el suicidio puede ser más positivo que la vida (¡esa vida!). Quizás el romanticismo (como tendencia) era mucho más que una prolongación de la adolescencia, un frente en contra de una ciencia obliterante, subyugante, dominante. Quizás era un síntoma. La náusea, el desepoir, ese protagonista de Camus para el que el asesinato es una experiencia al albur de sensaciones inmediatas. Tampoco tan lejano de Dostoieski o de Quincy. Los asesinos en serie quizás no existieron en otras civilizaciones. No estaban tan enfermos.
Decía Spinoza que entre la ética y la moral hay un abismo. La moral es obediencia y la ética es conocimiento. Hoy en día son lo mismo (lo convierten en lo mismo). Porque no se quiere reconocer que exista diferencia entre la obediencia debida y el conocimiento. La moral no tiene nada que ver con el conocimiento, con la razón, con la cognición. La moral es deber-ser, no pensar. Vivimos en la era de la falsificación de las ideas, de las acciones, de las intenciones. Pero eso, aunque no se pueda verbalizar intelectualmente, es percibido como dominación. Y por eso los jóvenes se desmarcan de la directrices del poder: porque saben que son inasumibles. Lejos de ser descerebrados son lúcidamente conscientes: saben que todo es mentira y entonces deciden -a falta de razones más profundas- disfrutar el momento… porque no hay otra cosa. Como los romanos, se apuntan a un bombardeo. De alguna manera las intuición existe (mal que le pese a la razón).
Quizás deberíamos tratar de entender porque los jóvenes se oponen a la “normalidad” más allá de los desordenes de la adolescencia… en el caso de que sean desordenes. Quizás la adolescencia es un estado superior de conocimiento… irrazonable pero no desdeñable. Sócrates estaría de acuerdo. De la discusión, de la oposición solo puede salir la luz. La metafísica convirtió la dialéctica (una forma de conocimiento por el diálogo) en una contradicción intrínseca. A partir de entonces los filósofos reflexionaron en soledad (en el vacío) y la reflexión en compañía desapareció. Esa asamblea de las ideas se recuperó posteriormente -depurada-como “brain storming”. Los jóvenes -aunque no lo sepan-reivindican a Sócrates. Quieren diálogo. Los políticos: no. Son felices encriptados en sus ideologías. Dice Harari (entre otros) que la ideología es una estratagema para ampliar el circulo de los conocidos, para superar el círculo familiar: el que piensa como tú es tu familiar (esa idea tan afecta a los partidos políticos). Pero la ideología es alérgica al contraste de ideas y al debate. ¡Prietas las filas! ¡El que se mueva no sale en la foto! Ideología no es hoy afinidad más allá del parentesco. Es dogmatismo, fanatismo, estulticia.
Eso son los partidos políticos y eso es lo que no son los jóvenes. Por esos los primeros denuncian a los segundos. Pero estar en el poder no es sinónimo de poseer la verdad. Precisamente suele ser al revés. Los jóvenes, como las mujeres en el problema de género, quizás no utilizan los canales habilitados por la metafísica para expresarse, pero eso no los invalida. La metafísica no es omnipotente. Jóvenes, mujeres, colonizados, altersexuales son disidencias de la metafísica que ya no podemos obviar. ¿A qué esperamos?
El desgarrado. Septiembre 2020.