» 29-10-2020

La resaca del coranavirus 26. El sinsentido común.

El sentido común no tiene sentido en un estado de derecho… positivo. Si todo está reglamentado no hace falta ninguna cláusula de cierre que solucione la casuística no contemplada por la ley, el reglamento, la costumbre o la jurisprudencia. Es más. El derecho positivo ha prácticamente suprimido la costumbre y sin embargo, son los propios políticos los que echan mano del sentido común… cuando no tienen a mano ley, jurisprudencia o reglamento que les ampare. El sentido común (sin amparo en las formas de interpretación de las leyes que enumera el CC) pareciera referirse a una especie de sabiduría popular o derecho natural ampliamente admitido. Nada de eso ocurre. Ni es de recibo el derecho natural ni la sabiduría popular ha existido nunca. Y por supuesto en un estado de crispación perpetuo lo de “ampliamente admitido” es imposible. Resumiendo cuando un político dice que algo es de sentido común está diciendo que no tiene otro argumento ni legal, ni doctrinal (la interpretación de las leyes “en sus propios términos” permite recurrir al diccionario, es decir a los conceptos) para oponerse a su contrario.

 

Vivimos una situación excepcional en la que las leyes y las directivas políticas se improvisan sobre la marcha, se aplican sin conocimiento previo del resultado y van a remolque del virus. En una situación así, el consenso (como está ocurriendo en toda Europa) es imprescindible. No así en España donde la cultura derechonista de hostigar a los gobiernos de izquierda hasta crear la sensación de que solo su desaparición mejorará las cosas está tan extendida que dudo que sepan hacerlo de otra manera. El Mantra de que solo la derechona sabe gobernar (política y económicamente) se basa en un estado de propaganda más parecido al estado comunista institucional totalitario que a un estado de partidos, sean de la tendencia que sean. Sin ese consenso solo se puede recurrir al sentido común. Porque no se trata de sustituir las leyes o los reglamentos sino de aplicarlos con un, a modo de consenso que sería el sentido común. Y ese sentido común que no tiene valor legal (como se ha dicho) tendría valor político de consenso.

 

Ese sentido común lo producen habitualmente los periodistas, analistas políticos o tertulianos. Pero el sesgo que afecta a los políticos afecta también a los políticos, analistas y tertulianos. Los ataques partidistas son los mismos cuando discuten políticos que cuando lo hacen los periodistas. Solo hace falta ver la “Sexta noche”. Resultado: el sentido común tampoco se deja ver en las tertulias. Los periodistas acusan a los políticos de no dar directrices claras cuando están enmarañando esas mismas directrices, confundiendo, más si cabe, a los ciudadanos. De hecho lo único que hacen es prolongar las luchas partidistas por otros medios (disfrazado de información). Los políticos no tienen ningún interés en informar a los ciudadanos, darles directrices claras u orientarlos. Los periodistas tampoco. Y entiendo que la responsabilidad de los periodistas es mayor por cuanto lo suyo es la información y no la política.

 

El espectáculo que recibimos los ciudadanos es dantesco. Es difícil (por no decir imposible) entender que los políticos solo tengan interés en sacar tajada política mientras los ciudadanos mueren, siendo como es la responsabilidad de la pandemia totalmente política, como he enumerado otras veces. Pero entender que los periodistas hagan lo mismo ya es rocambolesco. Porque si no se puede confiar en políticos que trafican con vidas humanas ¿Cómo confiar en profesionales de la información que desinforman concienzudamente y se abonan a la lucha partidista? Si realmente quieren informar ¿Por qué no añaden sentido común al debate y cejan en los ataque partidistas? Se han cometido muchos errores unos por desconocimiento ante una situación inédita (la bondad de las mascarillas, el uso de guantes, las reuniones sociales o las muestras de afecto, no ventilar, cerrar los parques, no aumentar el transporte público…) y otros por intereses políticos (permitir celebraciones , aglomeraciones y convocatorias deportivas, permitir fumar, no cerrar los bares y restaurantes, no confinar los fines de semana, etc.).

 

Pero, con ser lamentable, es más disculpable que la voluntad de no solucionar los problemas por intereses partidarios o electorales. Solo los ciudadanos han demostrado el sentido común que se necesita en una situación tan extraordinaria como la del coranavirus. Descerabrados aparte (que de hacernos eco de las múltiples denuncias de los medios, serían multitudinarias) la ciudadanía se ha portado con todo el sentido común que le sería exigible. Dicen que cada pueblo tiene los políticos (y periodistas) que se merecen. No es así. Ningún pueblo se merece este simulacro, estos corruptos, despilfarradores, mentirosos, deshonestos, trileros, sinvergüenzas y caraduras. Lo terrible es que las consecuencias de estos desmanes será que los ciudadanos voten menos, dejando más libres a estos campeones de la crispación y la delincuencia. Si a los políticos les interesara que los ciudadanos votaran, el voto sería obligatorio. No quieren que votemos. ¿Les daremos el gusto?

 

El desgarrado. Octubre 2020.

 




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