» 05-11-2020

La resaca del coranavirus 29. Cifras.

Las cifras tienen un encanto especial. Toda la ciencia se basa en ellas. Es su lenguaje. Pero, como sabemos, las cifras también pueden mentir. Otras veces hemos comentado que cuando la guerra no puede centrarse en los conceptos (excepto para VOX): democracia, pluralidad, igualdad, separación de poderes, libertad, etc. se centra en los datos y no para ensalzarlos sino para manipularlos. Manipular los datos es como un error de cuenta, un error aritmético. Entendible (no todos somos de ciencias, como ellos presumen) e inocente, cuya disculpa se salda con una sonrisa. Otra cosa es la manipulación de los conceptos cuyas consecuencias son devastadoras políticamente. No se puede decir no a la democracia, a la igualdad, al género. Las cifras son “creibles” en cualquier circunstancia, en cualquier contexto. En definitiva los datos son absolutamente ciertos mientras que los conceptos son discutibles. Así han querido los científicos que fueran las cosas y así son a nivel popular.

 

Para bajar el número de contagiados solo hace falta bajar el número de pruebas para detectarlos. O desvirtuarlos, quitarles legitimidad: no son fiables, no han llegado a tiempo, no está avalados. La estadística utiliza otros ardides: trabajar con una muestra no significativa, o un medio no universal (el teléfono fijo), circunscripciones sesgadas, preguntas ambiguas, y por supuesto “la cocina” que tratando de compensar las deficiencias acaba potenciando las servidumbres. En una palabra, los datos, son tan manipulables como los conceptos, pero políticamente, mucho menos comprometidos. Hoy en día, los políticos prefieren manipular los datos que manipular los conceptos. Pero los ciudadanos seguimos pensando que los datos, las cifras tienen la presunción de verdad (como las declaraciones de la policía, los políticos o la TV), lo que en el saber de los políticos se convierte en una forma de manipulación.

 

Las cifras no son la realidad. Las cifras solo son la realidad cuando están certificadas. Por lo tanto si las cifras no son homogéneas, continuas y certificadas son tan falsas como los conceptos. Homogéneas quiere decir que solo se pueden comparar cosas equiparables y conceptualmente definidas. No se puede comparar un test de PCR con un test de antígenos o considerar un muerto d

e Covid si está diagnosticado o no. Continuas quiere decir que no se puede cambiar el método de conteo a mitad de la partida. Es decir se cambia de concepto y se pierde la continuidad de los datos, como hizo el gobierno central y muchas autonomías cuando les convino para contar los afectados del Covid. Y por supuesto deben estar certificadas. Dos agencias distintas (partidos, facciones) pueden dar cantidades absolutamente distintas como los datos que da la la guardia urbana y el gobierno en las manifestaciones. Resumiendo, las cifras son “esencialmente” ciertas pero su verdad depende de las tres eventualidades citadas.

 

A los políticos les interesa la ambigüedad de las palabras para que las cosas subyacentes sean también ambiguas. La transparencia de los políticos es así. Eso les permite decir lo que quieran indiscriminadamente (e interesadamente) sin tener ninguna responsabilidad o sin que sus acciones sean evidentes,  porque las relaciones entre las palabras y las cosas (famosa tesis de Foucault) no son determinables (para ellos). Con lo que quiero decir que los promotores de que las cifras sean “creibles” pero falsas. Nadar en la opacidad es la apuesta, y a fe que lo consiguen. No os fiéis de las cifras que no estén contrastadas, no son mejores (más verdaderas) que los conceptos con los que se llenan la boca: igualdad, libertad, solidaridad, democracia, igualdad ante la ley, etc.

 

El desgarrado. Noviembre 2020.




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